Sin fin ni final
A veces en la vida dejamos historias incompletas o las que nos hubiera gustado cambiar el final. La de María sin duda está entre ellas.Éramos amigos de biblioteca y tomábamos café en los descansos. Nada parecía excepcional en ella, risueña y muy sociable Un espejismo. Su soledad era demoledora y pese a ser bella y delicada, su autoestima estaba por los suelos.
Desde las vejaciones miserables de su tío-tutor siendo niña aborrecía el sexo, aunque su feminidad de mujer brotaba a ratos, como una voz tenue apenas imperceptible.
No fui consciente de sus problemas hasta que compartió su historia conmigo. La sentí tan frágil que tuve miedo de que se rompiera como cristal. Intente ayudarle con respecto y dedicación.
A todos nos gusta contar historias maravillosas de sexo y encuentros electrizantes, pero mi relación con María tenía que retroceder a un plano personal y no carnal.
Estaba a años luz de vivir una vida sexual propia de su edad, como todos nosotros, aún virgen. Sentí el vértigo: “uff donde me meto”, pero no dominó mi pensamiento. Su mirada pedía comprensión, y yo tenía miedo de defraudarla, de herirla.
Empezamos a quedar fuera de la biblioteca. Cuanto más calor le daba, más tiraba de mí, era una necesidad desesperada de estar con alguien.
En una noche de verano, sorprendentemente, cogió mi mano y me besó. Intenté reaccionar con normalidad pero se mantenía emocionalmente fría, así que le devolví el beso con pasión. Aquella noche algo había cambiado.
En otra ocasión, después de la cena, me di cuenta que quería que la besará como aquel día, me pidió que lo hiciera de nuevo. Noté que se excitaba, se puso a jadear y eso me asustó. Más que una mujer parecía un animal, una gata que a poco que la toques te muerde o araña. Me tomé mucho tiempo para tranquilizarla, el vino, el baño y hasta un poco de hierba la dejo floja y relajada. Estaba poco cuidada y por ello la enjaboné, depilé, impregné con esencias, la peiné y al dormirse la deposite en la cama, sólo acariciándola, besándola, y me recosté a su lado dejándola sentir mi cuerpo caliente a su lado. Durmió profundamente y al despertase se asustó mucho, pensó que la había violado. Pese a su cuerpo bello, bien formada como ex bailarina, muy bonita, en aquella ocasión no pretendí tener sexo con ella y entendió lo sucedido.
Quedamos otras veces más. En una ocasión estaba muy excitado porque aquella mujer me atraía mucho y del empalme se me empezó a "nublar la vista". Para quitarme el calentón y recuperar la cordura tuve que desahogarme en el baño.
Después de varios encuentros no supe manejar la situación y llevarla a comprender que no debía tener miedo al sexo, fracasé pese a que creo estuve cerca de conseguirlo. Pero no quise dar más pasos y preferí no improvisar, ni ir de psicólogo, ni de macho sabelotodo, así que le recomendé hablar con una amiga íntima de lo ocurrido para aconsejarla como mujer.
Me sentí dolido de no haber conseguido cambiar aquella situación. Me hubiera gustado mucho cambiar aquel final. Espero que mi aliento hiciera que María consiguiera con sus fuerzas disfrutar por fin de una vida sexual plena.
Si ya has llegado y estas aquí entre nosotros sabrás bien quien soy. Me haría muy feliz no tener que cambiar este nuevo final.
(Nota del Autor: Espero que los 10 relatos que he creado estos últimos días para este grupo os hayan distraído y entretenido. Retorno a la rutina. Que sigáis tan maravillos@s disfrutando de ratos excitantes con muchos relatos)