El misterio de las ramas del nervio pudendo
Sus amigas de universidad le contaban muy entusiasmadas como ganar dinero fácil y rápido en OnlyFans, exponiendo su cuerpo desnudo a los caprichos de los fanáticos de la pornografía en vivo y en directo, pero nada de ese mundo atraía a Clara.Tampoco tenía claro lo que quería, por lo que decidió dejarse llevar por los acontecimientos. La oportunidad se presentó inesperadamente.
De visita en una galería de arte, conoció un estilo de pintura que le causó gran atracción Todas las pinturas mostraban mujeres jóvenes, más o menos de su edad, disfrutando de la vida en escenas cotidianas, siempre sonrientes y con expresiones de gran felicidad.
Clara por un momento pensó que aquellas chicas eran muy afortunadas porque exteriorizan una satisfacción muy real, parecía que estaban delante de ella y pudiera tocarlas.
En un pasillo de la galería coincidió con el artista, Jean-Martin Bernard, un famoso neurólogo francés, filántropo y muy polifacético, que donaba todas sus piezas de arte. Tras una charla muy amena con el artista, Clara se quedó fascinada por aquel hombre y aceptó su oferta de posar para sus nuevas pinturas. Lejos del mundo virtual, aquella forma de ganar unos billetes mostrando su cuerpo parecía más acorde con su estilo de vida. Pero por prudencia mantuvo en secreto ese nuevo trabajo.
Durante las primeras sesiones de posados, Clara se vio sorprendida por la forma en que el artista dibujaba su cuerpo. Posaba completamente desnuda, y por cierto le pagaba muy bien por ello. Pero en la pintura no aparecía su cara dejando sus obras aparentemente incompletas. Y para mayor sorpresa, en las pinturas aparecía vestida o a lo sumo semidesnuda, pero nunca en su verdadera desnudez tal como se mostraba frente al artista.
Cuando ya no pudo contener más su incertidumbre, decidió preguntar al Dr. Bernard, que siempre se mantenía muy reservado y en silencio. La única respuesta fue: “el clímax de la felicidad deriva en el clímax del placer a través de las ramas del nervio pudendo”. La pobre Clara no entendió absolutamente nada, aquello no parecía tener sentido ni conexión alguna con sus preguntas. Claramente era una respuesta de médico y no de artista.
Y viendo la cara de confusión de Clara, el Dr. Bernard dijo que lo entendería en unos minutos, con un ejercicio práctico. Con un aparato más propio de hospital acopló en diferentes partes de la cabeza, cuello, espalda y pelvis de Clara unos electrodos y le pidió a Clara que permaneciera relajada, con los ojos cerrados, durante unos 5 minutos.
Clara no podía imaginar que aquellas ondas recorriendo su cuerpo fueran a producir semejante subidón de placer. Su cara cambió, se sentía muy bien, no tenía claro que parte de su sistema hormonal, neuronal o nervioso estimulaban pero el efecto era muy intenso, inevitable sonreír. Aquellos fueron los 5 minutos más placenteros de su vida. Al levantarse noto que tenía bastante flujo corriendo por sus piernas, lo que jamás le había ocurrido.
Para su sorpresa, al abrir los ojos, se sorprendió al ver que el artista había terminado una de sus pinturas donde podía ver su cara, y de nuevo vestida, con un realismo increíble, sonriente, en completa felicidad.
Aquella experiencia se convirtió en rutinaria y facilitaba que el artista finalizase antes sus pinturas. Para Clara se convirtió en un complemento muy gratificante a su salario.
Pero quedaban aún algunas preguntas por resolver de aquel misterioso comportamiento, ¿por qué hacía eso?
El Dr. Bernard era tripolar, como sus radiofrecuencias: médico, artista y adicto al voyerismo. Como neurólogo observaba a Clara como una paciente y activaba su psique, lo que además se interponía con su sensibilidad de artista que plasmaba en sus pinturas. El realismo afloraba por la gran estimulación sexual que el voyerista sentía cuando observaba la desnudez de Clara. Cómo tal voyerista actuaba con discreción y por ello ocultaba la desnudez de su musa, reservada para él.
Y ¿qué tenía que ver esa frase del “nervio pudendo”?
Las ondas de frecuencia que el doctor introducía en el cráneo y cuerpo de Clara estimulaban todos sus puntos de placer, modificando sus niveles de endorfinas, serotonina, dopamina y oxitocina, responsables de los estímulos que nos llevan al clímax de la felicidad. La estimulación del nervio pudendo se bifurca en ramas, con nerviaciones hacia el dorsal del clítoris y áreas del escroto, perineo y ano, todas estimuladas a la vez, y generando estímulos hacia el encéfalo, derivando en el clímax del placer.
Desde aquel momento Clara sintió una gran atracción por esos aspectos de la medicina y aparatología radiológica, dándole incluso una dimensión mayor a su sexualidad nunca imaginada: disfrutar siendo observada retorciéndose de placer en un estudio de arte.
Cuando escuchaba a sus amigas hablar de sus experiencias, de sus apariciones en las plataformas online, de los chat y otros escenarios de cibersexo, Clara pensaba en algo distinto: la esencia humana, el arte, su evolución y la sofisticación del placer. Casi un ejercicio de futurología, visualizar como serán nuestras experiencias con los nuevos desarrollos tecnológicos, sin olvidad la esencia de aquellos artistas que siglos atrás gozaban de placer observando a sus modelos.
Además, se sentía parte del grupo de aquellas otras chicas, afortunadas, que también habían sido capaces de exteriorizar una satisfacción tan real en aquellas pinturas.