En canoa hasta la desembocadura del Araguari
En un viaje por la reserva ecológica del Lago Piratuba coincidí casualmente con una gran aventurera a la búsqueda de grandes emociones. Nos conocimos donde la naturaleza es brutal, indescriptiblemente bella y misteriosa, donde ni el más valiente puede negar no sentir miedo ante lo desconocido, quizás excepto ella.
Emprendimos viaje en nuestra canoa de 2, ella delante por deseo propio. Con sus selfies y sus anotaciones de viaje nos quedamos cada día por detrás del resto del grupo, sólo conectados con los guías por Walkie Talkies. Tras varios días de travesía nos fuimos conociendo mejor. Para mi sorpresa en nuestro día de descanso me ofreció ir en la canoa a una cascada impresionante.
Parecía ávida de más y más, infatigable, poderosa, tal vez un reto, un juego para exteriorizar su fortaleza y superioridad. Aquel día la encontré preciosa, no sé que parte de la química se activó de repente, embriagado por la resina que emanaba la madera amazónica de aquella canoa, por su pelo, su cuerpo, su simpatía, su encanto.
Sin reparo alguno al llegar a la laguna, al pie de la cascada, se quedó totalmente desnuda, exhibiéndose a plena luz del día. Por precaución me quedé en la canoa, hasta donde ella regresó, empapándome, juguetona. Sin pensárselo volcó la canoa. La fierecilla me retó a pasar al otro lado de la cascada, segura de sí. Al llegar me dio un bocado en el cuello y me quitó la ropa. Con su imponente descaro, posó mis manos en sus senos. Bajo los efectos de la magia del Amazonas sentí que el placer con aquella mujer era sobrenatural. Personificada como una mujer anaconda, me rodeó con todo su cuerpo y me engulló con su inmenso poder de dominación. Las neuronas se activaron en respuesta a tanto estímulo y me personifiqué en un árbol con grandes raíces.
Cuando llegamos al embarcadero a devolver la canoa uno de los guías estaba bastante enfadado, no nos encontraban. Para romper el hielo, mi compañera de viaje me sonrió y acercándose me susurró al oído "menudo pollazo me has metido, ¿lo repetirás verdad?" y yo le respondí “te falto el selfie, la próxima será para llenarte a ti y la columna de tu artículo en la revista”. Al alcanzar la desembocadura del Araguari sabíamos los dos que aquella fue la primera, pero no sería la última.