EL PLACER DE MIMARTE
Hoy hace día de estar en casa, pleno invierno y empieza a llover. Escucho las gotas golpeas contra las ventanas. Me acurruco un poco más en el sofá y me cubro con la manta. Después de unas horas de maratón, termino la serie que estaba viendo. Queda mucha tarde por delante y no quiero seguir viendo la tele.
Se me cruza una idea por la mente. Voy a hacer sesión de belleza, me voy a mimar un poco.
Enciendo la estufa del baño, conecto Spotify a los altavoces.
Aprovecho el tiempo en que se caldea el baño para prepararme un chocolate caliente. Remuevo pacientemente el la leche en el cazo observando como se va espesando. El calor sube por mi mano y calienta mi brazo entero, el aroma a chocolate asciende hasta mi nariz. Pocas cosas hay más placenteras que un chocolate y una ducha caliente los días fríos.
Dejo el chocolate reposar. Pero mi ansia mi puede y lo tomo demasiado caliente, quemándome la lengua. Sentir como baja por mi garganta, caldeando mi tracto digestivo en su recorrido. Sujeto la taza con ambas manos mientras las escucho la playlist de Arnau Griso con la mirada fija en la pared.
Con el baño ya caliente conecto el agua, y la dejo correr para que salga a punto de ebullición, como a mí me gusta. Me desnudo con calma y me cepillo el pelo antes de entrar en la ducha. Hoy me lo tomaré con tranquilidad. Champú, mascarilla, gel, jabón íntimo, exfoliante corporal y exfoliante facial. Dejo correr el agua sobre mi espalda, los músculos se destensan.
Salgo de la ducha, esto no ha hecho nada más que empezar. Recojo todo el pelo dentro de una toalla y me pongo una mascarilla facial. Con el baño que parece una sauna aprovecho para untar todo mi cuerpo con crema. Extremidad por extremidad extiendo la loción hidratante, con delicadeza, aplicando un pequeño masaje en: gemelos, espinillas, muslos, glúteos, brazos, pechos y abdomen.
La verdad que aquí dentro se está muy calentito y no me apetece salir ni vestirme.
Retiro la mascarilla, aplico serum y crema hidratante. Hoy tengo la cara de porcelana. Me encanta sentir la piel suave bajo las yemas de mis dedos.
Retiro la toalla del pelo y lo seco con el secador. Ya es hora de salir de mi pequeño oasis.
Salgo corriendo del baño. Incluso en invierno me gusta pasearme desnuda por la casa. En la habitación me pongo el batín lo más rápido posible. Solo el batín, ni pijama ni ropa interior. Y me meto dentro de la cama, bajo el nórdico, aprovecho para seguir leyendo.
Abro mi libro por donde lo dejé. Devoro una página tras otra, un capítulo detrás de otro. Y caigo en la cuenta de que mi respiración se acelera, mi temperatura ha subido, mis piernas están tensas y mis pliegues empiezan a mojarse.
Paso el libro a la mano izquierda y la derecha viaja hacia mi cuello. Lo acaricio delicadamente alternando el dorso y las yemas de los dedos. Subo por el mentón, acercándome a los labios, los recorro sintiendo su suavidad. Introduzco dos dedos en la boca. Los chupo y muerdo, succionándolos al sacarlos. Con los dedos mojados bajo en dirección a mis pechos. Rodeo los pezones en círculos. La humedad de mis dedos los pone duros. Un cosquilleo viaja por mi abdomen hasta mi entrepierna.
Me deshago del libro. Con ambas manos disponibles masajeo mis pechos. Siento los pezones duros, muy duros, en las palmas de las manos. Cierro los ojos para incrementar mis sensaciones. Las manos bajan hacia mis piernas. Separo los muslos dejando acceso fácil a mi sexo. Recorro el interior de los muslos y aprieto con ganas.
Mis dedos viajan hacia mis pliegues. Separo los labios exteriores para dejar acceso al clítoris. La entrada está humedad. Introduzco un dedo en el interior. Mi vagina me recibe con calidez.
Esta jugosa, mojada, inflamada, excitada. Saco el dedo extendiendo toda la humedad sobre el clítoris y los acaricio en círculos. Aumento la intensidad. Alterno las caricias en el clítoris y los dedos en mi interior.
La lubricación aumenta. Con una mano me masturbo con la otra me acaricio el cuerpo. Conforme sube la intensidad en mi sexo, las caricias en mi pecho pasan de suaves a violentas. Me estrujo los pechos, me pellizco los pezones, me muerdo el labio.
Me detengo unos segundos para buscar mis juguetes. Saco el huevo vibrador y lo introduzco en mi vagina. Lo enciendo con el mano a distancia y siento la vibración en mi interior. Para dirigirlo a la pared de mi vagina me incorporo. Sentada aprieto las piernas a la vez que voy variando los modos y velocidades del vibración. Estoy muy excitada, pero quiero más. Sigo masturbándome con los dedos en el clítoris.
Los dedos ya no son suficiente, saco el succionador de la mesita. Lo enciendo y lo acerco a mis pliegues. La combinación del huevo vibrador en mi interior y el succionador sobre el clítoris es demasiado intensa. En apenas unos segundos todo mi cuerpo esta tenso. El abdomen se contrae, las piernas están rígidas, pero mi pelvis quiere más. Muevo la cadera intentando absorber todo el placer posible.
Y de golpe todo el cuerpo se libera. Una ola de contracciones emerge de mi vagina extendiéndose por toda la zona. El abdomen se libera, las piernas se relajan, los ojos se cierran y la mente vuela.