Cena para tres

**********Astur Hombre
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Cena para tres
CENA PARA TRES.
Tenía todo preparado, la casa estaba lista y los platos de la cena también, 20.28, faltaban dos minutos para la hora en que llegaría Lorena, nuestros relojes estaban sincronizados y ella sabía que no debían de picar ni antes ni después de la hora acordada, en casa hacía calor así que me había puesto mi pantalón de lino claro, amplio, sin nada debajo, así marcaría más cualquier variación y quería que ella la notase y la desease. Arriba camisa también de lino, blanca, de cuello Mao.
Sonó el timbre a la hora precisa, al abrir la puerta apareció vestida tal como le había pedido, traje de chaqueta oscuro, con falda mini y blusa blanca con un escote generoso, en plan ejecutiva. Sus medias oscuras estilizaban las piernas, casi sin maquillar, tal como le pedí, apenas una mínima base, era lo máximo que le había permitido.
Se sorprendió al ver que le daba dos besos en las mejillas en lugar de uno largo, cálido y apasionado como ella esperaba, pero hoy no tocaba, el de hoy tendría que ganárselo, hoy habría premio final pero sólo si se portaba como esperaba.
La hice pasar al salón y sentarse en mi sofá
- ¿Qué tal has llegado bien?
- Sí sí, sin problema.
La conversación era intrascendente en ese momento, durante 5 minutos siguió así hasta que le dije que era hora de ponerse manos a la obra, copa de vino en la mano brindamos por una buena velada y le dije:
- Tal como te comenté tendrás una buena velada de sumisión, las instrucciones de lo que más o menos ocurrirá las tienes en esta carpeta, deberás de leerlas y hacer lo que he puesto en ellas. En ningún momento pasaremos los límites que has dicho y si crees que la cosa está acercándose a alguno peligrosamente o las sobrepasamos ya sabes que tenemos nuestras palabras clave.
- Amarillo y rojo – contestaste
- Eso es, ¿todo de acuerdo?
- De acuerdo
- En ese caso toma la carpeta
Sentada en el sofá la falda se había subido ligeramente y dejaba ver el encaje de las medias y las pinzas del liguero que las sujetaban, al ver que me fijaba hiciste el coqueto ademán de bajarte la falda, pero te lo impedí con un gesto y abriste la carpeta.
Sacaste los escasos folios que había colocado en su interior y comenzaste a leer:
Instrucciones para una cena a tres:
A las 21.15 llegará María, una amiga a cenar, para ello necesitamos una mesa bien presentada. Podrás masturbarte y correrte cuando lo desees, pero en caso de que lo hagas, ese será todo tu sexo esta noche, incluso puedes masturbarte antes, mientras lees esto pero eso será todo lo que tengas. Si en cambio aguantas lo que te espera toda la noche tendrás un premio final.
Al leer esto instintivamente tus piernas se abrieron, subiéndose ligeramente tu falda y dejando ver el tanga negro de encaje, estaba claro que aquellas últimas palabras leídas le habían dado un calambrazo que saliendo de los dedos de los pies terminó juntándose entre sus dos piernas. Al verla así y para ayudarla mientras leía llevé mi mano sobre el tanga dándole una leve caricia, entonces dio un respingo y siguió leyendo.
Al terminar de leer esto puedes levantarte y marchar o puedes hacer lo que dicen las instrucciones que vienen a continuación.
Mis dedos se colaron bajo tu tanga y entonces tus piernas se abrieron aún más, separé tus labios y busqué tu botón, apenas pasé el dedo por encima y diste un respingo, estabas encendida.
Cuando llegue María tendrá que estar la mesa puesta, para ello debería de estar el mantel colocado y toda la comida perfectamente colocada sobre la misma, para ello deberás desnudarte por completo y tumbarte sobre la mesa para que la comida sea colocada sobre tu cuerpo.
Mis dedos estaban aumentando el ritmo de su juego sobre tu clítoris, la respiración comenzaba a entrecortársete y la lectura te costaba un poco más.
Una vez colocada la mesa no deberá de moverse nada ni caerse nada al suelo, los únicos movimientos permitidos serán la respiración y el de los labios para recibir la comida que se te suministre y el masticarla.
Cada vez que algo se caiga al suelo o a la mesa recibirás un pequeño castigo de corrección con la fusta.
No pedirás comida, sólo la que se te suministre, así como la bebida.
Oigas lo que oigas no podrás mover la cabeza que deberá de estar fija en el techo, y sólo lo que el rabillo del ojo te permita ver será lo que observes.
La mesa será recogida cuando los señores finalicen la cena y sólo entonces.
Si la cena es satisfactoria tendrás tu premio
Si estás de acuerdo con las condiciones deberás desnudarte lenta y sensualmente, acercarte a la mesa y tumbarte sobre ella, no moviéndote más mientras colocan la comida, llega la invitada y cenan los señores.
Tus gemidos habían ido en aumento mientras leías, en parte por la excitación que te producía lo que estabas leyendo y en parte porque mis dedos no habían parado, acariciándote, entrando y saliendo de ti, esos gemidos delataban que tu orgasmo estaba cerca, muy cerca, cada vez más, estabas a punto de estallar.
Entonces me detuve, saqué mis dedos te miré fijamente y te pregunté:
- ¿Y bien?
- Me quedo, respondiste
Tu primer premio fue saborear mis dedos, embriagados ya de ti. Tus piernas flaqueaban cuando te levantaste a desnudarte, de lo cerca que habías estado, me hiciste un striptease muy sugerente, mirabas cómo el bulto de mi pantalón crecía empujando el lino.
Tenías ganas de él pero sabías que no podías, aún no al menos, tenías que cumplir si querías que fuera tuyo, pero tus ojos pasaban de los míos como pidiendo aprobación, preguntándome si me estabas complaciendo, al bulto que había entre mis piernas.
Cuando acabaste de desnudarte, te acercaste a la mesa, te subiste a ella y tumbándote me preguntaste:
- ¿Así amo?
- Estás perfecta
Saqué del bolsillo un antifaz, te lo puse, y te recoloqué un poco. Los brazos ligeramente separados del cuerpo con las palmas hacia arriba, las piernas ligeramente separadas, de manera que no resultara incómodo aguantar en esa posición.
Cuando te tuve preparada me fui a la cocina a por los platos. Coloqué los entrantes en la zona del cuello, los hombros y hasta el pecho, estómago y vientre fueron para la continuación y las piernas para el postre.
Una copa de vino entre cada brazo y el cuerpo y la tercera entre las piernas. Cada bocadito colocado cuidadosamente.
Sonó el timbre, 21.15, María llegaba puntual, como era normal en ella.
- Hola guapa, ¿qué tal?
- Bien, madre veo que ya tienes la mesa preparada
- Todo para ti
- Ummmm
Nos fundimos en un beso húmedo, muy húmedo, la lengua de uno peleando con la del otro explorando nuestras bocas, fundiendo los labios, apenas respirábamos y queríamos más, necesitábamos más, nuestras manos exploraban el cuerpo del otro, las mías sus pechos, ella rápido a mi entrepierna.
- Qué ganas de sentirla ya….
- Espera un poco que habrá que coger fuerzas antes.
- Sí que además tiene muy buena pinta esa mesa.
Retiré tu chaqueta, en casa hacía mucho calor, no fuera que se nos enfriara la mesa. Nos acercamos miraste todo detenidamente, cuerpo y comida.
- Depiladita, me indicaste.
- Para la cena por supuesto.
- ¿qué es todo esto?
- Al lado del cuello tienes para empezar unos taquitos de salmón ahumado con soja y menta, están buenos.
Cogiste uno lo probaste y con su sabor en la boca me diste otro beso largo, las ganas eran tremendas, y la noche prometía mucho.
Se te habían erizado los pezones al sentir a María coger el segundo trozo de salmón directamente con la boca de tu piel, aprovechó para lamer bien la salsa que había en ti y eso te hizo respigarte un poquito, la piel se erizó por un instante, acto seguido y para enlazar otro, imité a María cogiendo otro trocito de salmón cuando ella ya se había retirado tomé su relevo, saqué mis labios y mi lengua e hice que tu piel volviera a erizarse, el pezón estaba totalmente erecto y le dediqué un pequeño pellizco seguido de un mordisquito y un chupetón, hiciste ademán de mover las piernas instintivamente, pero al momento te contuviste.
- ¿Tendrá hambre? Preguntó María
- Démosle un poco de salmón ¿no?
María mordió uno de los trozos más grandes, se acercó a tu boca y con sus manos te dio a entender suavemente que debías abrir la tuya, así lo hiciste y María empezó a juguetear contigo, sacabas la lengua para alcanzarlo, pero no llegabas estabas ansiosa por cogerlo entonces ella te lo dio mientras se fundía contigo en un beso, tu primer beso con una mujer, mientras tanto yo iba quitando la salsa que se había caído del trocito que María te acababa de dar con mi lengua.
El beso era inacabable, aproveché el momento para irme entre tus piernas e introducirte una bala vibradora, una vez dentro cogí el mando y le di al botón de encendido, apenas lo sentiste diste un pequeño brinco, tirando algo de la comida.
En ese momento María dejaba tu boca, se acercaba a mí y yo dejaba el mando sobre la mesa en la vibración más suave y continua para que sintieras esa sensación de placer interminable pero que te impidiera llegar al orgasmo. Tu cara era de placer, la sensación te calentaba pero la postura no te permitía ir más allá.
Comenzabas a sentir los gemidos de María, que tras empezar a besarme sintió mis manos en su culo apretando sus nalgas, separándoselas ligeramente lo que su escueta minifalda me permitía, eso que a ella le encantaba y la excitaba tanto. Oías sus gemidos y sentías al mismo tiempo cómo tu coñito se mojaba entero.
Sentías el movimiento de la ropa, cremalleras que se bajaban, ropa que caía al suelo, no sabías qué sucedía pero podías oír nuestras respiraciones y movimientos. De repente un gemido largo y profundo de María, no lo sabías pero era el momento en el que metí mi mano bajo su falda e introduje un dedo dentro de ella, estaba empapada, mis dedos se deslizaron con suma facilidad hasta alcanzar su punto débil, su punto G, ese que tan bien localizado tenía y que sólo acariciar, la hacía morir de placer. Apenas me llevó 2 minutos arrancarle el primer orgasmo, un profundo gemido al tiempo que decía:
- Dios, dios, dios, siiiiiiiiiiiiii
Sentiste cómo se apoyaba alguien a tu lado, reconociste el aliento agitado de María casi en tu oído, notaste mis dedos en tus labios, abriste la boca y probaste el sabor de la corrida de María en mi mano, los saboreabas, los chupeteabas, al tiempo que seguías con la bala vibradora dentro de ti.
- ¿Qué es esto? – Me preguntó María cuando se hubo recuperado un poco
- Pixín a la plancha con salsa de algas.
Del salmón no quedaba rastro así que pasamos a degustar el Pixín, frío por arriba estaba templada la parte que se mantenía en contacto con tu piel. El primer trozo que cogí fue para ti, al sentirlo en los labios te lanzaste a él, dejé mis dedos dentro de tu boca con él mientras lo saboreabas un poco, al sacarlos los chupaste para después comerte el pescado.
María seguía comiendo directamente de tu piel, chupando la salsa de algas que quedaba por allí y dándote algún que otro trozo directamente con su boca y compartiendo contigo cálidos besos para venir a dármelos después a mí. Al acabar el último trozo de Pixín María vino a mí de nuevo:
- Quiero esto – me dijo echando mano a mi entrepierna
- Y a qué esperas para cogerlo?
Volviste a oír el sonido de una cremallera, y ropa caer al suelo, sentías nuestros besos y mis gemidos cuando María echó mano a mi virilidad. Al cabo de un rato sentiste un movimiento rítmico y mis gemidos, ese sonido no podía ser otro que el de la boca de María sobre mi miembro, empezó acariciándola y pasando la lengua por ella por debajo, por encima, dándole vueltas al glande, para después meterla entera, sentías mis gemidos sabiendo que María me estaba chupando la polla tal como a ti te gustaría estar haciéndolo en ese momento. Seguías sintiendo el vibrador dentro que aún no te habíamos apagado.
Yo veía tus pezones tiesos y un ligero tembleque en tus piernas que hacía peligrar el postre poco había caído pero algo había que ya no estaba en su posición original. Estábamos tan excitados y ocupados disfrutando que ni siquiera habías recibido tu castigo por lo que había caído.
- Para María por favor, para o me corro y aún no quiero.
María paró, haciéndome caso, te besó con el sabor de mi sexo, paró, se bebió un trago de su vino y volvió a besarte, después levantándote ligeramente la cabeza te dio de beber a ti, la escena era de un gran erotismo.
Nos quedaba sólo el postre, abrí una botella de champán. Las fresas colocadas sobre nata pegadas a tus piernas no se habían movido de su sitio. Cogí una fresa con nata te la di y justo después María mezcló en tu boca ese sabor con el de un trago de champán, esperamos a que la hubieras terminado y al ver que te relamías ambos bajamos nuestras cabezas hacia tu boca, la buscamos con nuestras lenguas, al sentirnos sacaste la tuya a nuestro encuentro, en el momento en que sentías cómo el vibrador cambiaba de ritmo aumentando la intensidad.
Sentías un calor enorme, unas ganas de que te dejáramos llegar al orgasmo tremendas, pero aún no era tu momento. Seguimos comiéndonos las fresas con nata y el Champán entre los tres. Cuando no hubo quedado ninguna, María y yo decidimos limpiarte bien, cada uno por un lado, empezando en los pies y subiendo nuestras lenguas por tus piernas, por tus muslos, acercándonos a tus ingles pero sin tocar tu clítoris para nada. Lo bordeamos y seguimos hacia tu vientre, tu ombligo, tus pechos, nos detenemos y recreamos en los pezones, al principio con una salsa cada uno, pero hace tiempo que las hicimos desaparecer. Seguimos por tus hombros, bajamos por tus brazos y vuelta al ombligo.
Nuevamente tomamos el camino de ascenso hacia tu cuello, ese que tanto te excita, una boca por cada lado, la sensación es de quemazón absoluta de coñito. No te explicas cómo tus fluídos no han desintegrado ya el juguete, debes estar inundada, lo sientes aunque no te mueves por miedo a perder tu premio.
Nos encargamos de tus orejas, por dentro, por detrás, mordisqueando los lóbulos, como sabemos que te gusta, tú me lo dijiste, ¿recuerdas? Se lo conté a María y habíamos acordado esta estrategia que tú desconocías.
Nuestras bocas se juntan en la tuya, te besa uno, lo hace la otra, sientes las dos lenguas al mismo tiempo. Nos besamos María y yo, me la llevo a la parte trasera de la mesa, la siento entre tus piernas la beso allí, me como su cuello voy bajando y ella se va tumbando hacia atrás, sobre ti, sobre tu monte de venus.
La sentías allí sobre ti, la sentías removerse de placer, su cabeza sobre tu monte de Venus al sentir ella mi boca sobre su clítoris y mis dedos en su interior, buscando nuevamente su punto G. Poco tardó de nuevo en correrse, arqueando su espalda, apoyada sobre su culo y su cabeza presionándote. Sentías la intensidad de su orgasmo en tu triángulo del placer y en tus tobillos a los que se aferraba arañando con sus uñas mientras descargaba su placer.
Querías más, tenías ganas de más, querías sentir el sexo, pero no te lo dábamos, debiste pensar que ahora que María se había corrido te tocaría a ti, la bajé de la mesa, le di la vuelta, tenía ganas de que me sintiera dentro de ella, muy adentro. Tiramos de ti, tu coñito quedó a la altura de su boca y el suyo preparado para recibirme dentro. Apenas puse la punta a la entrada movió su culo hacia atrás buscándome, pero sin abandonarte con su boca. Había sustituido la bala vibradora por su lengua y sus labios, quería mantenerte en vilo, a punto pero sin llegar, eso habíamos acordado y eso hacía mientras sentía mis embestidas, cada vez más duras, yo de pie, ella también pero reclinada sobre la mesa con su boca en tu sexo.
Sentías mis embestidas mediante la boca de María, sus labios, su lengua rozándote levemente, dando vueltas alrededor de tu bolita, introduciéndose dentro de ti. Parándose cuando te veía a punto de estallar. Mis manos en el clítoris y los pechos de María hicieron que se volviera a correr después de un rato, entonces ella se levantó, la sacó de su interior se agachó ante mí, me quitó el condón y se dispuso a hacerme acabar con su boca y sus manos.
No tardó en conseguirlo. La avisé que estaba a punto, en ese momento aumentó el ritmo, la metió más adentro aún en su boca y apenas tardé unos segundos en correrme.
Una vez que acabamos María se levantó, me cogió de la mano y me acercó a la parte delantera de la mesa, te quitó el antifaz y te besó, aún con el sabor de mi semen en su boca, lamiste parte de sus restos, me besó a mí, aún sabía a mi, y por primera vez esa noche te besé.
Te aferraste a mi cuello, con ganas, por el beso negado toda la noche, fue intenso, apasionado, fue un beso sexual, lleno de lujuria y pasión contenida, María te los había dosificado, yo no.
De mi boca pasaste rápido a mi cuello, a mi pecho, y seguiste bajando, buscando mi sexo, querías sentirla saborearla, querías eso que te habíamos negado toda la noche y que le habías sentido a María disfrutar, ella se sentó en el sofá con las piernas abiertas acariciándose y mirándonos
Tú me mirabas a mí mientras intentabas que volviera a levantarse, para poder sentirla, la chupabas, la succionabas, poco a poco iba reaccionando y creciendo en tu boca, mirabas a María, cómo se masturbaba a sus ojos y también entre sus piernas, como una niña pequeña, con un caramelo en la boca pero queriendo también el de al lado.
Mi polla había cogido ya su tamaño normal en erección de nuevo, llenaba tu boca y la querías dentro sin más, llevabas demasiado excitada, seguías mirando a María
- ¿Quieres comerte el coño de María Putita?
- Sí mi amo
Te llevé hasta ella y puse tu cara entre sus piernas, te faltó tiempo para lanzarte a comérselo. Aproveché para ponerme detrás y entrar dentro de ti. No tuve demasiadas contemplaciones, te la metí rápido y hasta el fondo, gemiste y apretaste tu boca contra el monte del placer de María, como ella había hecho antes contigo, sólo que tus ansias eran aún mayores.
Nada más sentirme dentro comenzaste a moverte frenéticamente sin casi darme tiempo a mí, al tiempo que comías casi con desesperación a María. Ambas aumentábais el ritmo de vuestros gemidos, uniéndoos en un frenesí que os acercaba al orgasmo, el de María llegó primero, pero tú seguías con tu boca pegada a ella. Seguías dándole placer, al tiempo que me recibías a mí dentro una y otra vez, apretando tus músculos pélvicos para sentirla mejor en cada embestida.
Viendo cómo estabas decidí darte tu primer regalo de la noche, separé tus nalgas, acerqué mi pulgar a tu ojete, y nada más penetrarlo lanzaste un suspiro, apenas entró un poco más y terminaste rápido, tu cuerpo empezó a temblar y a sudar, fruto de la excitación.
Para ese momento ya habías sacado la cabeza de entre las piernas de María, os besábais compartiendo el sabor de su sexo y la excitación de tu orgasmo. Te mantenías apoyada sobre las piernas de ella aún abiertas, ella aprovechó para meter una mano en su bolso, sacar uno de esos modernos arneses, metió un extremo en su vagina y el otro quedó fuera, tieso hacia arriba, llamándote a subirte sobre él.
Me miraste como pidiéndome permiso, salí de ti y te dejé ir, te montaste sobre ella. Comenzaste a cabalgarla suavemente, acababas de correrte y en ese momento te apetecía recorrerla suave, acariciarla besaros, amaros, acariciar sus pechos mientras ella hacía lo mismo con los tuyos. Os contemplé un rato, la escena era magnífica entonces empecé a prepararte poco a poco.
Me acerqué a mordisquear tus nalgas, cogí la fusta, te dí con ella suavemente algún que otro cachete, lo justo para no marcarte, pero que la sintieras, sin llegar al dolor, me miraste de forma pícara, ya no eras la sumisa, eras nuestra diosa, el centro de nuestro placer.
Tras cada fustazo, pasaba la lengua por la zona para refrescártela y besarla, después de varios dejé la fusta, separé los cachetes y llevé mi lengua a tu oscuro templo del placer. Eso te excitó al tiempo que seguías cabalgando sobre María, metí un dedo, dos después, al llegar al tercero estabas ya derrumbada de placer, acababa de llegar tu segundo orgasmo pero no paraste.
Saqué mis dedos y puse la punta de mi miembro viril a tu puerta trasera, entró fácil, gracias a la excitación que tenías en ese momento. Al sentirla te quedaste parada un momento, esperando que yo la metiera entera. Lo hice poco a poco, para no hacerte daño y para que sintieras cada centímetro de mí, de mis venas, hasta llegar al final.
En ese momento me paré, dejé que te adaptaras a ella y entonces tú misma empezaste a moverte, te dejé coger el ritmo y entonces me acoplé a él y empecé a moverme yo a darte más duro mientras mis manos agarraban tus pechos y pellizcaban tus pezones, al tiempo que abrazada a María os besábais.
La doble penetración te estaba matando de placer, nos dijiste después que te llegaron dos orgasmos seguidos con ella, el último, segundos después que el de María, paraste el ritmo en ese momento, te derrumbaste sobre ella y yo me quedé dentro de ti, aunque moviéndome muy lentamente, lo justo para mantener mi erección y que me sintieras.
Cuando os vi recuperadas salí de ti, me quité el condón y ambas vinisteis a la par con vuestras bocas y manos para hacerme acabar y compartirlo. Cuando en una boca, cuándo en la otra y al ritmo de tu mano, no tardé en estar a punto. En ese momento pusisteis las caras juntas, frente a mí, la boca abierta ambas, esperando mi explosión, que recibisteis en la nariz, los labios, la lengua, los dientes. Al acabar volvisteis a compartirla, pasándola de una boca a la otra, hasta que los temblores de mis piernas pararon.
Entonces las dos os fundisteis en un beso, os limpiasteis una a la otra y me uní a vuestro beso, compartiendo los tres el sabor de mi sexo.
Caímos rendidos en el sofá con sonrisa imbécil por los momentos vividos, entre caricias arrumacos y besos cariñosos.
****69 Hombre
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