La madre de su novia
La madre de su novia Basado en hechos reales.
Se conocieron en la instalación de un nuevo software en su unidad de análisis. Ella trabajaba en el hospital donde a él le mandaban a realizar instalaciones informáticas.
Fue un flechazo carnal.
Era un domingo por la tarde, y él estaba realizando una actualización de un software crítico, en la unidad donde trabajaba ella. Rebeca apareció sin saber que él estaba allí.
• ¡Hola, disculpa! ¿Puedo pasar a usar el ordenador de análisis?
• ¡Hola, pues ahora mismo no, cuando termine te aviso, creo que en 15 minutos he terminado!
• ¡Gracias, pues me voy hasta luego!
Terminada la instalación él fue a llamarla.
• ¡Hola, ya está!
• ¡Ah, gracias, voy a ponerme un café! ¿Tú quieres?
• ¡Pues sí, muy amable!, ¡me llamo Roberto, encantado!
• ¡Y yo Rebeca, igualmente!
• ¿Te hacen trabajar en tú empresa los domingos por la tarde?
• ¡Sí, igual que a ti en la tuya!
• ¡Ja, ja, es cierto!
Así transcurrió el café, y dándose cuenta ambos de que se atraían.
• ¡Yo he terminado con esta instalación, y ya tengo la tarde libre! ¿Y tú?
• Yo salgo a las seis.
• Te invito a tomar algo cuando salgas ¿quieres?
• ¿No te cortas ante nada verdad?
• ¡No!
• ¡Ja, jaa, de acuerdo, espérame en la puerta principal!
• ¡Aquí estoy! ¿Dónde me vas a llevar?
• ¡Santo cielo, si con uniforme estás guapísima, sin él estás preciosa!
• ¡Muchas gracias, eres muy amable!
• A mí me encanta pasear por el puerto ¿te apetece?
• ¡Mucho, y además hace tiempo que no voy!
Estuvieron toda la tarde paseando, y a la hora de cenar, él la invitó al club náutico.
Durante la cena, quedó cristalino, que los dos estaban hechos el uno para el otro, como suele ocurrir en todos los comienzos.
Al terminar la cena, él la acompañó a su casa, ella vivía con su madre, Claudia. Rebeca es un bombón de mujer, sin más. Un reflejo total de su madre. Excepto en los labios y la boca, Rebeca los tiene preciosos, pero los de la madre son de escándalo, carnosos, perfilados, y una boca grande, con dientes perfectos y una lengua de deseo carnal total.
La madre le comentó a la hija, que le gustaba físicamente y su carácter, aunque le parecía mayor para ella, ya que él estaba en una edad intermedia entre las dos. Él tenía unos 15 años más que la hija, y casi los mismos con respecto a la madre.
En menos de un mes, Rebeca estaba viviendo con Roberto, a pesar de algunas objeciones de la madre.
Casi todos los días iban a comer a casa de la madre, ya que esta cocinaba de maravillaba, y se llevaban igualmente de maravilla.
Cada vez que iban al cine, a comer o cenar a un buen sitio, y cosas parecidas, Roberto invitaba a la madre. En algunos sitios, los confundían, y creían que Rebeca era la hija de ellos.
Pasados unos meses, la madre se iba casi todos los días a la casa de ellos, para hacerles la comida, bañarse en su piscina, y estar cerca de su hija, y de su futuro yerno.
Roberto desde joven no había sido hombre de una sola mujer, “la pareja” le costaba una enfermedad, aceptaba esa situación hasta que se le acaba la mecha “del entusiasmo inicial”.
Y casi siempre ese entusiasmo iba unido a “lo buena” que estuviera ella, y su capacidad de follar, tanto físicamente como de imaginación y versatilidad. Una mujer podía estar buenísima, pero si siempre le gustaba hacerlo de las mismas posturas, Roberto se aburría rápidamente, y abandonaba esa relación, necesitaba que la mente acompañara al cuerpo, o más bien, mandara sobre el propio cuerpo.
Una noche Roberto convenció a Rebeca para darle por el culo, ya que ella no lo había probado nunca. Él le puso aceites, se lo masajeó, y preparó todo con esmero, para que a ella no le doliera, pero después de hacerlo a ella no le gustó, dijo que nunca más, que por delante como dios manda. Roberto no le dijo nada, pero en su interior sintió decepción.
Al día siguiente vino la madre a bañarse y pasar el día con ellos, y dios ya le había mandado a Roberto fijarse en el culo de la madre, y a la madre fijarse en las miradas de él.
Ella llevaba un bikini negro muy ajustado, tenía unas tetas y un culo, un poco más grandes que la hija. Roberto no le quitaba ojo al culo, y Claudia ya empezaba a olvidarse que existía su hija, y comenzó con gestos sensuales, al tirarse a la piscina, y sobre todo al salir de esta.
• ¡Roberto, podrías enseñarme a nadar! – sugirió Claudia.
• ¡Será un placer! ¡Ven a la zona baja!
Roberto puso los dos brazos, como si fuera a cogerla en brazos, y le indicó que se tumbara boca abajo, sobre ellos, que él la llevaría así flotando, mientras que ella movía los pies y los brazos.
• ¿Te gusta?
• ¡Mucho!
Él situó un brazo justo por debajo de las tetas, dejándolas flotar, y el otro a la altura de las caderas, tocándole con el antebrazo el monte de Venus, y sujetándola con la mano por la cadera.
Encajados en su sitio ambos cuerpos, tocándose totalmente, él empezó a andar por la zona baja de la piscina, y ella moviendo sus piernas y brazos suavemente.
A los pocos pasos, la polla de Roberto se empalmó, apretándose con el vientre de ella, Claudia giró la cabeza mirándole de reojo, y le sonrió. Él le devolvió la sonrisa, y se le puso más dura.
Claudia trabaja en un banco, y en un puesto cercano a la dirección general, en el que está “acostumbrada” a tratar con hombres prepotentes por su posición social.
• Noto que te gusta dar clases de natación – dijo sarcásticamente por lo bajo ella.
• Sólo a selectas mujeres.
• ¡Vaya, pues me alegro de ser una de las selectas!
Bajó el cuerpo de ella para que hiciera más contacto y presión sobre la polla. Ella respondió, removiéndose un poco entre los brazos de él, sobando un poco más sus tetas contra ese brazo, y el otro brazo de él lo cogió ella, y lo bajó un poco más, hasta la altura de la vulva.
• Así voy más cómoda ¿no te importa?
• Sabes que hagas lo que hagas, para mí será un placer.
Roberto ya se lanzó un poco, y la mano derecha que estaba rozando una de las tetas de ella, la desplazó poco a poco, hasta meterla entre el sujetador y la teta, dejando el pezón justo en el centro de la palma de la mano.
• ¿Así me sujetas mejor para darme las clases de natación?
• ¡Ha sido sin querer! ¿Te importa?
• ¡Para nada, tú a mandar y yo a obedecer, que para eso soy la alumna!
Claudia miraba de reojo de vez en cuando, por si venía su hija, y Roberto se percataba de ello – está pendiente de la hija, sabe que está haciendo algo que no debería hacer una madre a su hija, pero lo hace…eso quiere decir que desea seguir adelante…- pensaba él.
Cada tres o cuatro pasos, él le hacia algún movimiento en la teta, apretándola como si tuviera que hacerlo para sujetar el cuerpo de ella.
Roberto empezó a desplazar la mano del brazo izquierdo poco a poco, muy despacio, hacia el vientre de ella, una vez llegó al vientre se paró durante un rato, masajeándolo suave y muy despacio. Ella respondía removiendo las caderas, lenta y sensualmente, levantaba el culo como diciéndole a Roberto: “tómalo, es todo tuyo”.
Roberto continuó el desplazamiento de la mano, hacia el interior del bikini, la metió entre este y el monte de Venus, y nuevamente se paró durante un rato, dándole suavísimos masajes.
La madre no dejaba de mirar en dirección, hacia donde podía aparecer la hija.
• ¿Mamá vamos a preparar la comida?
La madre se bajó de los brazos de Roberto en un instante, y se recolocó el sujetador, gesto que no pasó desapercibido para la hija.
• ¡Vaya, creo que he interrumpido unas clases de natación! – dijo con sarcasmo.
• ¡Sí, Roberto me estaba enseñando a flotar, lo primero!
• ¡Ja, jaaa, a mi me parece que tú ya sabes flotar, mamá…! – y desapareció.
La madre miró a Roberto como diciendo: “nos ha pillado, ya veremos…”. Y se fue a la escalerilla, Roberto detrás, la agarró de las nalgas y empujándola, la ayudó a subirlas.
Una vez arriba, la madre se giró hacia él y le dijo con una amplia sonrisa:
• ¡Ja, jaaa, eres un trasto y un bicho! – y le soltó un beso en el aire, aunque su hija la viera.
El día transcurrió como muchos otros anteriores, en total armonía, buena comida, buena bebida, y alegría entre los tres. Y la madre como casi todos los fines de semana, se quedó a dormir.
A la mañana siguiente, mientras la hija estaba en la ducha, él aprovechó y se metió en la cama de la madre.
• ¿Qué haces, estás loco, nos va a pillar mi hija?
• ¡Calla y así la oiremos cuando termine de ducharse! – le dijo mientras le metía las manos por todas partes.
• ¡Por dios, vete, no quiero problemas con mi hija! ¡Y me estás poniendo muy nerviosa!
• ¿Te gusto?
• ¡Claro que sí, pero ahora vete por favor te lo pido! – le dijo agarrándole la polla con todas sus fuerzas, y estrujándosela y zarandeándola.
• ¡Vete con ese bicho ahora mismo, que acaba de pararse la ducha! ¡Por favor…!
Esa escena se repitió durante unos cuantos fines de semana. Hasta que un fin de semana, cambió la actuación de la madre.
• ¡Ya está aquí mi intrépido caballero! – dijo, aceptando sin reparos que él entrara en la cama.
• ¿Vaya, hoy no me echas ya?
• ¡No, cállate que oigamos la ducha! – le dijo susurrándole, y le agarró con una mano los huevos y con la otra la polla.
• ¡Hoy no te echo, pero después de este masaje no habrá más! ¡Estamos llegando muy lejos, y esto acabará mal con mi hija!
• ¡Cómo me gusta como lo haces! ¡Lo haces mucho mejor que tú hija! ¡Mmmmmmmm!
• ¡He visto muchas pollas, pero la tuya me gusta mucho!
• ¡Te la voy a comerrrrr…sinvergüenza…cabrónnn… que es lo que eres…!
• ¡Joder, la ducha se ha parado, vete, vete…!
La madre dejó de quedarse a dormir, tenía un admirador y quería conocerlo. Y fue verdad, era un hombre viudo con hijos, y tanto él como los hijos la adoraban. Y ahora venía a comer con su hija y su yerno, algún sábado o domingo sueltos.
Uno de esos domingos, faltaba comida y la hija se fue a comprarla.
Claudia estaba en la cocina preparando los aperitivos y la comida. Llevaba un camisón por encima de las rodillas, medio trasparente, bragas blancas, sin sujetador, y un delantal que le tapaba los pechos.
A Roberto le pareció que estaba muy, muy sensual.
Él iba con un bañador muy pequeño. de los de natación, al verla se empalmó inmediatamente. Se aflojó el cordón del bañador, para poder bajarlo un poco, y dejar la punta de la polla saliendo por arriba, y totalmente visible para la madre.
• ¡Eres un trasto! – le dijo ella, dándole un golpecito en la punta de la polla, y girándose hacia la sartén que tenía en el fuego, le dió la espalda a él.
• ¡Anda que Doña Claudia, no se queda atrás! – respondió él con sorna.
• ¡Porque me provocas, y me sacas lo que ya creía muerto!
Roberto depositó sus manos en las caderas de ella, y la besó suave y lentamente, en un lado del cuello. Ella dobló la cabeza diciendo – Mmmm, ya vale cariño…
Él repitió lo mismo por el otro lado del cuello, y ella respondió igual – Mmmm, acabaremos mal…
Avanzó las manos de las caderas, hacia el vientre, arrimándole la polla por la hendidura de entre las nalgas.
• ¡Tú y yo, vamos a tener un problema como sigas así…ja, jaaa!
• ¡Me encantan este tipo de problemas, y sobre todo contigo!
Deslizó las manos por dentro del delantal, y le agarró las tetas desde abajo, cogiéndoselas como una cazoleta, al tiempo que la empujaba contra la cocina con la polla, dejando a Claudia sin posibilidad de movimiento.
• ¡Cariño, por favor, vamos a quemarnos o …!
Le bajó la parte delantera del camisón, y le cogió directamente las tetas y los pezones.
• ¡Roberto, eres incorregible! – le dijo girando la cabeza hacia arriba, quedándose cara a cara.
Él aprovechó que tenían las caras enfrentadas, y la besó directamente en la boca.
• ¡Mmmm, mmmmmm, mmmmmmmmm! – gemía ella.
Roberto aprovecha cada ocasión, mientras la besaba y le acariciaba un pecho y su pezón, con la otra mano le subió el corto camisón, y se la metió por las bragas, hasta el clítoris y la entrada de la raja.
• ¡Estoy ardiendo cariño, me vas a consumir! – logró decir ella en un instante de respiro.
Él arremetió con más fuerza con su polla contra las nalgas de ella, y dio más presión y velocidad a los dedos del clítoris y la vagina. Las bocas no paraban de besarse y morderse.
Sonó el timbre.
• ¡Joder, mí hija…! ¿Le abres tú?
• ¡No puedo mira como estoy, medio corrido! ¡Yo me voy a la ducha!
• ¡De acuerdo, abro yo, enciérrate en la ducha, corre!
Claudia se arregló la ropa y los pelos, y abrió la puerta a su hija.
• ¡Hola, hija!
• ¡Hola, mamá, aquí tienes lo que te faltaba!
• ¿Y Roberto?
• En la ducha.
• ¡Ah, pues yo me voy a dar un baño a la piscina que estoy sudando!
• De acuerdo hija, yo voy a seguir con la cocina.
A mamá Claudia le picaba demasiado el clítoris y el coño, como para irse a cocinar. Se metió en el cuarto de baño, lo cerró y le susurró a Roberto:
• Mi hija está en la piscina, fóllame por la boca que me encanta. Yo dejo la cabeza quieta, tú me la sujetas por la nuca, y métemela rápido y fuerte que no tenemos tiempo, y córrete en mi boca por favor, me encanta, venga rápido...
Se puso de rodillas, abrió su espléndida boca, y esperó a tener la polla de él hasta el fondo para cerrar sus labios. Absorbió esos 21 cm sin problemas, cerró los ojos y empezó a chuparla con total profesionalidad, lujuria, desenfreno, y como se quiera llamar…era una cosa increíble…- vaya con la mamá de Rebeca, parecía una mosquita muerta – pensó él.
Roberto le sujetaba la cabeza con ambas manos, para absorber cada embestida que le daba como si la boca fuera el coño. Ella le frotaba los huevos, y le metía por la entrepierna las manos, sobándole las nalgas y metiendo y sacando sus dedos del ano de él.
Roberto notaba como su glande llegaba a la garganta de ella, la miraba alucinado y con admiración, - ¿tendrá el coño tan grande como la boca? – pensaba él.
• Joder, esto si es ser una mamadora…me chifla como lo haces…- le susurraba a ella.
• Mmmmmmmm, agggg, ugggg, mmmm – ella le devolvió una mirada de agradecimiento.
• Con diferencia eres más vulpécula que tú hija…me encantas…
• Ooogggg, aagggggg, mmmmm – asentía ella con un leve movimiento de cabeza.
A cada embestida de él, ella le aprisionaba la polla con sus dientes, dejando el glande en la entrada de su garganta, y le paseaba la lengua por todos los lados de la polla a donde alcanzaba.
Y cuando ya no podía aguantar más, la sacaba chupándola con todas sus fuerzas, al tiempo que le apretaba los huevos sin aflojarlos ni un momento.
• ¿Mamá dónde estás?
• ¡En el baño hija, que me ha dado un apretón!
• ¿Y Roberto?
• ¡Aquí acabando de ducharse! ¡Yo ya estoy terminando!
• ¡Pues yo voy a ir poniendo la mesa!
• ¡Vale!
Mamá Claudia le hizo una señal a Roberto de que tenían que darse prisa.
Le apretó firmemente con una mano los huevos, y con la otra le empezó a masturbar muy rápido y con energía.
Se miraban fijamente con total complicidad y morbo. Él le acariciaba la cabeza, la cara, las tetas…
La polla hizo esos movimientos especiales que ella sabía muy bien, que le faltaba poco para correrse.
Le dio unos últimos y más fuertes manoseos, y se la introdujo en la boca, hasta el fondo.
Con el glande en plena entrada a la garganta, ella sola empezó a masturbarlo, sacando y metiendo la polla, solamente el tramo de la puntita, al tiempo que le daba con la lengua por donde esta llegaba.
• Mmmmm…me voy a morir de gusto…- susurraba Roberto.
• Aaggg, uugggg, mmmmmmmmmm
Salió un montón de semen que le llenó la garganta, no dejó de chupar ni una gota.
Ella se restregaba la polla por su cara, la chupaba, la volvía a restregar por las tetas, la chupaba, no paró hasta que la dejó limpia y fláccida.
• Mmmmmm, mmmmmmmm…me encanta tú polla yerno… - le dijo mirándole con lujuria y complicidad.
Se arregló las bragas, la combinación y el delantal, y desde la puerta antes de cerrarla, le miró a él, y le mandó un beso por el aire, al tiempo que sacó su hermosa lengua y se relamió.
• Hasta ahora es la suegra más zorrona de todas las conocidas – se quedó él pensando todo satisfecho de este hallazgo.