Cornudos no consentidos - I (BEHR)
Hace tiempo que notaba el acercamiento de mí amiga, hasta que llegó el día que me dijo que yo le gustaba, y que le gustaría que la llevara a un club liberal - si hay alguno -, y si no, a tomar una copa, y etcétera.El problema estaba en el etcétera, y en su marido, ya que yo soy amigo de ella, y por añadidura de él.
Como no tenía claro que decisión tomar, y era la primera vez que me lo planteaban, decidí esperar a Alan, que va a venir la próxima semana, y seguro que él tiene mucha experiencia en todos estos temas.
Le conté a Alan la duda que tenía, y me habló largo y tendido sobre el tema, sus experiencias, y lo que él había deducido de lo vivido y estudiado sobre esto.
• Verás Juan, yo he vivido algunos casos en concreto, y en una época un poco distinta a ésta. Y digo un poco, porque sigo viendo estos casos, en menor cantidad, porque la mentalidad está cambiando, pero continúo viéndolos, porque la base sigue siendo la misma, el matrimonio, pareja, compañero o como quieras llamarlo, a fin de cuentas, son dos que se juntan bajo unas reglas “impuestas en sus mentes”, por unas leyes y normas sociales, políticas y religiosas; que les influencian en su forma de pensar, y en sus actos.
• Bueno…el rollo filosófico te lo suelto al final, después de contarte los casos que me he encontrado y vivido.
• He conocido el caso: “Marido machista”.
• También he conocido el caso: “Marido pasivo o consiente, pero no con conocidos”.
• Este caso no lo he conocido: “Marido consiente, con conocidos; no he conocido ninguno en aquella época”.
• Y de éste he conocido varios casos: “Hacerlo por internet sin verse la cara, y cuando se la ven son amigos de las parejas. Y ya puestos…continúan y en real”.
• Y el caso de ser compañeros de trabajo, liarse a follar, y luego en las reuniones familiares que monta la empresa, se conocen las familias, se hacen amigos, se van juntos incluso de vacaciones, y la puesta de cuernos continúa, y se convierte en el caso primero.
• Hablando primero del caso marido machista, los que yo viví eran así más o menos:
“…
Él es el típico macho ibérico, es decir, “en mi casa mando yo”, “tú harás lo que yo te diga”, “el fútbol es sagrado”, “el bricolaje es sagrado”, “la bicicleta es sagrada”, … y la típica “cómo me entere que vas con tus amigas a algún club de esos, que a veces habláis, lo tendrás claro”.
Pero él sí va de putas con sus amigos, o se acuesta con compañeras de trabajo. Y luego en casa, no folla coo debe con su mujer.
Y luego están los dos casos asociados, la mujer que sigue aguantando esto, y la que se divorcia.
La que sigue aguantando es como una esclava y/o cornuda consentida.
…”
• Te cuento un ejemplo que me pasó.
Un matrimonio sin hijos, y yo amigo de los dos, me invitaron a cenar a su casa, como muchas otras veces. Todo va fenomenal, una cena estupenda, eran muy buenos cocineros, él, sobre todo.
Ella y yo nos llevábamos especialmente bien, porque nuestras formas de pensar y sensibilidad, eran afines. Nos gustaba leer, dibujar, pintar, el cine, y a él le gustaba el fútbol, el bricolaje y su ranchera. Él tenía la fea costumbre de reírse, y a veces hasta mofarse, de lo que ella pintaba o de sus lecturas.
A ella le gustaba hacerle rabiar de vez en cuando, como venganza. Y no se le ocurrió otra cosa, que decirle algo así: “cómo te sigas riendo de mis pinturas, un día de estos te voy a poner los cuernos con alguien que me entienda, y entonces si te va a entrar la risa”.
• ¿Cómo has dicho? – gritó Alfredo.
• ¡Lo que has oído! – respondió Rebeca.
• ¡Sería lo último que haces en tú vida!
• ¿Acaso te crees que eres mi dueño?
• ¡Mientras estés en mi casa, y comas de mi dinero, sí!
• ¡Eres un machista hijo de la gran puta!
Alfredo se levantó hecho una fiera hacia ella, con una mano en alto para pegarla, ella se levantó más rápida, y fue a refugiarse a la cocina.
Él entró y no se le ocurrió otra cosa que coger un cuchillo de los grandes y amenazarla.
Ella se puso a gritar, y yo me interpuse entre los dos, pidiéndole calma a él.
Él bajó el cuchillo sin soltarlo, y yo aproveché la ocasión para sacarla a ella lentamente, y sin perderle a él de vista.
• ¡Joderrrrr, esta mujer logra sacarme de quicio…hostíaaa…! – le oímos decir, al tiempo que el ruido de clavar el cuchillo en una madera.
Salió pidiendo disculpas, la abrazó a ella, pidiendo perdón sin parar.
Luego me pidió a mi perdón, y me dio las gracias por ponerme en medio.
• Es mejor que me vaya, y os deje solos haciendo las paces – les dije quiñándoles un ojo.
• ¡Sí, es mejor, gracias amigo! – me dijo él.
• ¡Gracias Alan, nos vemos mañana en la ofi! – me dijo ella.
Al día siguiente nos vimos en la oficina propiedad de ellos, donde yo colaboraba con ellos de vez en cuando. Era sábado.
Llegó ella sola, y con un vestido de una sola pieza, muy ligero y con buen escote.
• ¡Hola Alan!
• ¡Hola Rebeca!
Nos pusimos un café, y un cigarro cada uno.
• ¿Qué tal estás?
• Bien. No pasó nada más. Estoy viva. Se ha ido a comprar al super, y a revisar la ranchera antes de irse la semana próxima de viaje. Así que vendrá al mediodía, más o menos.
• Pero estoy hasta las narices de este tío. Ni come ni deja comer, y encima la tiene pequeña, no llegará ni a los diez centímetros.
Nos reímos a gusto, no era la primera vez que me hacía esos comentarios.
Ella y yo éramos cómplices, me contaba todo, absolutamente todo de su vida, con él y la suya personal. Y habíamos coqueteado muchas veces, ambos sabíamos de la atracción entre los dos.
Estábamos en la pequeña cocina, ella apoyada en la pared, y yo frente a ella apoyado en una mesa alta.
• ¡Vaya calor que hace hoy, y creo que estoy ovulando! – dijo ella, abriéndose un poco más el escote.
• ¡Cómo sigas así, acabarás por ponerme muy nervioso!
• ¡Tú necesitas más para ponerte muy nervioso!
• ¡Ponme a prueba!
Se abrió el escote hasta mitad de los pechos. Y se quedó mirándome fijamente, cara a cara. Como si fuera un duelo entre los dos.
• ¿Así te pones nervioso o hace falta más?
• ¡Más…!
Directamente se abrió todo el escote, dejando al descubierto unos pechos preciosos, y que nunca más ví unos parecidos. Ella tendría entonces unos 25 años, por supuesto a esa edad se tienen muy duros y muy bien puestos, pero los suyos eran como dos pitones de miuras, miraban los pezones a los lados, y eran preciosos. Y el tamaño era como pequeñitos melones, perfectos.
• ¿He conseguido ponerte “muy“ nervioso?
Me desabroché mí camisa de par en par, para contactar mi pecho con los suyos, la abracé por la cintura y la besé con todas mis ganas. Ella hizo lo mismo, abrazándose a mi cuello.
¡Diosss, qué pechos!, cuando entraron en contacto con mi cuerpo se me puso durísima en el mismo instante.
Nos fuimos al cuarto de baño por si venía el marido que ella se quedara dentro, y yo saliera disparado a la cocina, que estaba en frente.
En un instante se quitó el vestido y las bragas.
Yo me bajé los pantalones, no llevaba calzoncillos, como era mí costumbre.
Nos abrazamos con todas nuestras fuerzas, realmente, teníamos ganas de hacerlo, después de tanto tiempo tanteándonos, y no hacerlo por “él”.
Los dos teníamos unos buenos labios, y unas buenas bocas, nos enzarzamos en una intensa actividad de besos, chupadas y lenguas internas y externas.
No parábamos de mordernos los labios, penetrarnos las lenguas hasta la garganta, lamernos la cara, darnos mordiscos en las lenguas y en las mejillas, besarnos y mordernos los cuellos.
Nos apretábamos los cuerpos cada vez con más pasión, sus tetas parecía que iban a explotar en mi pecho. Mi polla que iba a reventar en su vientre.
La agarré por las nalgas, y la subí al lavabo. Ella me rodeó la cintura con sus piernas, y empezamos a restregarnos la entrada de su coño por la punta de mi polla.
Le sobaba las tetas, y ella agarrada a mí cuello no dejaba de besarme y morderme la boca por todas partes.
Estábamos desbocados, totalmente desbocados, cuando el lavabo crujió. La bajé inmediatamente, y el lavabo siguió en su sitio.
Ella parecía no haberse dado cuenta de eso, o le importaba un rábano, se tumbó en el suelo, con la cabeza apoyada en la bañera, y empezó a decir:
• ¡Métemela, métemela, por favor…!
Le acababa de meter la punta, cuando me vino a la mente su frase tomando café: “…estoy ovulando”.
La saqué enseguida, y empecé a frotársela por el coño y el vientre.
• ¡No puedo más, no aguanto más, o me la metes o nos corremos ya…!
Me alcé lo suficiente para llevarle la polla a la cara.
• ¡Córrete en mi boca, me estoy corriendo, venga córrete ya…!
Me la chupó hasta dejarla sin gota de semen. Se la restregó por la cara, la besaba y chupaba, con ganas de que saliera más.
Era una maravilla de hembra.
Y en ese momento oímos abrirse la puerta de la calle, salí disparado hacía la cocina, me subí el pantalón, me abroché la camisa, y me encendí un cigarro mientras me ponía otro café.
• ¡Hola Alan!
• ¡Hola Alfredo!
• ¿Y Rebeca?
• En el cuarto de baño.
Alfredo se puso un café, Rebeca salió del baño, le dio un ligero beso a él.
• ¡Hola cariño! – le dijo a él.
• ¡Hola amorcito!
• ¿Qué tal las compras, ya has terminado?
• ¡Sí, porque he dejado lo del coche para mañana!
• ¡Bueno chicos, os dejo que me están esperando para el aperitivo y comer!
Después de aquel día, todo siguió como siempre, me invitaban a comer o cenar, nos lo pasábamos bien, colaborábamos en temas de trabajo, y…cada vez que él se iba de viaje, ella y yo a nuestras juergas, e incluso a veces sin irse él de viaje.
Pasado un tiempo, me trasladé a otra ciudad.
Ella se fue con una amiga a un “club de alterne”, como se llamaba entonces a los liberales o liberados, conoció a un sevillano guaperas y gracioso. A los pocos meses estaba divorciada, y esperando que el sevillano hiciera lo mismo.
El sevillano se “jartó” de follar con ella, y nunca se divorció de su sevillana.
Al poco tiempo, se volvieron a rejuntar Alfredo y ella, y han tenido tres hijos.
Y después de los tres hijos, se han separado definitivamente, porque él se ha casado con una mucho más joven.
• ¿Cómo lo ves?
• Y casos como éste, me he encontrado a puñados.
• Mientras estaban conmigo, sabían que yo no me iba a enamorar. Así que, me usaban de desahogo y continuaban unidos. De alguna manera les hacía un favor, sobre todo, a los que no se han divorciado nunca.
• Esta es una de las razones por las que no me importa follar con las mujeres de mis amigos o conocidos. Amén, de que la mayoría de las veces, mi amigo principal era ella.
• Además, sus maridos hacían lo mismo con putas o amigas del trabajo, y casi siempre ellas les pillaban alguna prueba de ello, algún ticket de hotel o club, algún email en la pantalla del ordenador…
• Independientemente de los casos, las consecuencias, y las reacciones fueron las mismas.
• Siempre es la misma historia, la Princesa y el Príncipe Valiente, las historias de Hollywood, de los seriales de TV, etcétera, pero que al cabo de dos años o tres de vivir juntos, los dos empiezan a pensar: “esto no es como lo pintan en las películas”, y pensamientos parecidos. De los cientos de parejas que he conocido, sólo una, han estado bien hasta la muerte.
• Si no lo haces, es un trozo de vida que cedemos y no vivimos tanto unas partes como otras.
• Tú mismo, con tú ética…ya te contaré otro día, los siguientes casos, y al final, te comentaré los estudios que realicé sobre el tema de dónde viene la pareja, el matrimonio, etcétera. Y las mierdas que nos meten en la cabeza, para sentirnos mal, si hacemos determinadas cosas, que “los de arriba” no quieren que hagamos.
FIN