La tía Wanda y su dominación - relato BDSM
—¿No me conocéis aún? Sí, soy cruel; ya que tanto te gusta esa palabra. ¿Pero no tengo derecho para serlo? El hombre es el que solicita, la mujer es lo solicitado. Esta es su ventaja única, pero decisiva. La naturaleza la entrega al hombre por la pasión que le inspira, y la mujer que no hace del hombre su súbdito, su esclavo, ¿qué digo?, su juguete, y que no le traiciona riendo, es una loca.Leopold Sacher-Masoch
RELATO ANTERIOR
• ¿Habrá invitados?
• Vienen con un amigo de ellos, de allí de Valencia, que vive en el chalet contiguo al de ellos. Y una amiga nuestra de aquí. Ambos son solteros, y vienen sin pareja. Y por supuesto, mi querida amiga Isabel, la insatisfecha de su marido, ja, jaaa.
• De acuerdo, voy a llamar a Frank para recibir nuevas órdenes, ya te puedes ir con “tú querido esposo”.
Maite se arrodilló, abrió la bragueta de su amo Juan, sacó su fláccida verga junto con sus huevos, la acarició con cariño sobre su cara, besó ambos huevos, los metió dentro junto con la polla, y antes de cerrar, le dio en la punta un cariñoso beso con chupada y lengua.
• ¡Buena chica! – le dijo acariciándole el pelo y la cara.
• ¡Creo que ya estás prácticamente domada, se lo notificaré también a nuestro amo!
Fin
RELATO
Juan sólo recibe la orden de “meter en la fiesta a su amo absoluto”, a Frank.
Juan llama a Maite:
• El supremo amo Frank, ha ordenado que él vendrá a la fiesta, como amante de Isabel, y tú te encargas de darle las explicaciones al cornudo de tú marido.
• ¡Sí, señor!
Maite busca a Edward, y le suelta: “cariño, Isabel va a traer a su amante, espero que no te moleste”.
• ¿Cómo que el amante de Isabel, y su marido?
• ¡Mira cariño!, el marido de Isabel es el abundante y típico que ni come ni deja comer. Es decir, ni folla ni deja follar. No folla con ella desde ni se sabe…y ella harta de ir a por él, y él no responder sexualmente como debe ser, decidió buscarse un amante. Y como también es típico, el sitio más fácil y cómodo, es el propio trabajo. Así que, su amante es un compañero de trabajo.
• ¿Y porque lo trae a la fiesta?
• ¡Eres bobo! ¡Porque es una oportunidad de estar toda la noche juntos!
• De acuerdo, por mi parte no hay problema.
Como era costumbre, la familia del hermano de Maite se instaló en la mansión. Además, prepararon habitaciones extras para los invitados.
Llegó el día de la fiesta, y las hembras lucieron vestidos a cada cual más sensual y provocador.
Los hombres iban con traje chaqueta informales, y Juan y su familia de uniformes de camareros.
Todos fueron presentados a todos, con absoluta normalidad.
Paco es el hermano de Maite, un vividor desde joven, que no se sabe cómo, se casó con Wanda, una terrateniente del Oeste americano, que posee enormes pastos con ganado. Seguramente la conquistó por ser un guaperas, y muy simpático y cachondo. Ella debía buscar un engendrador de su hija, y que luego no molestara. A sus 53 años sigue igual de cachondo, y vividor.
Wanda es la terrateniente, tiene un carácter muy fuerte y totalmente dominante, está acostumbrada desde pequeña a tratar con vaqueros y vacas. Sabe perfectamente montar a caballo, usar el lazo y el látigo, donde sea y con quién sea. A sus 43 años es lo que se llama, un auténtico representante del Oeste profundo. Y acaba de comprar terrenos de pasto para ganado, en la sierra de Madrid, y en Valencia.
Lola es la hija de Wanda, no parece hija de Paco, y sí de su madre. Hoy celebran su mayoría de edad.
Luis Miguel es el amigo, y vecino de los Wanda, en la urbanización de la costa. A sus 55 años, como se decía en su época, es un mariconazo de cabo a rabo, de los buenos y auténticos. Un pervertido.
Estela la amiga de Maite y Eduardo, es la entrenadora personal de la familia, tienen 35 años, y un cuerpo trabajado por el deporte.
Leopoldo es el hijo de Maite, tiene 27 años. Un chico ejemplar en todo.
Una vez presentados, Juan y su hijo Pedro, pasan con las bandejas entre los invitados, mientras Juana atiende la preparación de aperitivos, y bebidas.
Pedro llega a la altura de la familia Wanda, y se da cuenta que Lola le está mirando fijamente.
• ¿Los señores desean tomar algo?
• ¡Yo sí! – dice Lola clavándole la mirada a Pedro.
Pedro le ofrece la bandeja devolviéndole la mirada y una sonrisa.
• ¡Graciasss! – le dice Lola con una amplia sonrisa.
Ya no dejaran de mirarse, de vez en cuando, durante toda la velada.
Lola observa a Pedro – debe tener por lo menos 20 años más que yo, pero me atrae todo él, mi corazón se acelera cada vez que le miro, y cuando nos cruzamos la mirada me pongo nerviosa.
Edward está hablando con su hijo Leopoldo, con Luis Miguel, y Paco se acaba de unir.
Maite y su hija Rocío, dialogan con Isabel, con Estela, y con Frank. Al rato se les unen Wanda y Lola.
De vez en cuando pasan Juan y su hijo, con las bandejas. Y sistemáticamente, Lola y Pedro se miran como si no existieran los demás. Juan hace lo propio con Maite, y ella le devuelve miradas de deseo carnal, como diciéndole – estoy deseando que me hagas “alguna de las tuyas, cabronazo”.
En el otro grupo, Luis Miguel no deja de observar a Edward, le gusta ese bigote espeso y grisáceo, que oculta unos gruesos labios. Piensa si le dará gusto sentirlo en su polla, y en su ano. También le gusta su tripita cervecera. Edward se percata que no para de mirarle, y se siente un poco alterado, pero no molesto.
Una vez ya habían comido y bebido suficiente, se sacó una hermosa tarta para celebrar la mayoría de edad de Lola.
Ella misma se encargó de partir y repartir la tarta. Por supuesto, también les dio a Juan, a Juana y a Pedro. Al llegar a este, casi se le cae el plato de los nervios. Él le sujetó rápidamente el plato, rozándose los brazos y manos. Ella se puso roja como un tomate, y él también.
Una vez brindaron y probaron la tarta, todos pasaron a felicitar a Lola y a entregarle un regalo, y acto seguido se puso música y baile.
Leopoldo sacó a su prima Lola, Paco sacó a Isabel, Frank a Rocío, y Maite en un arranque saca a Juan. Nadie se extrañó, ya que Juan y su familia, llevaban toda la vida con ellos, y eran como unos más, salvando las distancias laborales.
Wanda y Estela se quedaron charlando, y muy animadamente, parece que congeniaban muy bien.
Llegados al segundo baile, Maite sigue con Juan, le da un apretón en el cuello para que no se vaya, y siguen juntos.
Lola aprovecha la ocasión, y dice que, siguiendo a su madre, ella quiere bailar con el hijo de Juan. Pedro se acerca, y la coge con mucho tacto de la cintura, ella se estremece, nota a través de la fina gasa los dedos de él.
Paco se lanza, y pide a Juana, la mujer de Juan.
Frank y Rocío, siguen bailando como si no existieran los demás.
Wanda invita a Estela, y ésta acepta encantada.
Luis Miguel se arranca y dice: “si las tías bailan juntas, los tíos también”, e invita a Edward a bailar, éste acepta, todos se ríen y les aplauden.
Isabel se sienta a tomarse algo, y Leopoldo se va a fumarse un cigarrillo mientras pasea por el jardín.
Desde el primer compás, Luis Miguel coge a Edward como si fuera su hombre, y le clava una mirada lasciva, de sus ojos a su boca y vuelta, indicándole – te quiero morder esa boca. Edward no es ajeno a ello, le sonríe e instintivamente se arrima tanto a Luis Miguel, que se tocan ambas pollas.
Luis Miguel aprovecha la ocasión, y le achucha sin dejar lugar a dudas sobre sus intenciones. Edward no le rechaza, le acepta y nota cómo su pene reacciona poniéndose más tenso.
Prácticamente todos se dan cuenta, y silencian a la espera de futuras reacciones de la “nueva pareja”.
Lola está como hipnotizada con “su Pedro”, y a él le pasa tres cuartos de lo mismo. Hay espacio entre sus cuerpos, pero no entre sus miradas. Se hablan con susurros, y sonrisitas de cómplices.
Wanda la madre de Lola, le mira de vez en cuando, pero sin alterarse; es una mujer cuyos ojos se han acostumbrado en el Oeste, a casi todo.
Wanda y Estela disfrutan ambas la una de la otra, tienen fluidas conversaciones, mientras no dejan de rozarse de vez de en cuando, como quien no quiere la cosa. Ambas se están tanteando.
Juan y Maite tienen sus cuerpos absolutamente pegados, y se acarician con disimulo, pero con total intensidad y deseo carnal. Ella no deja de acariciarle la nuca con un dedo, o con otro, al tiempo que le clava las uñas de la otra mano en el hombro. Él le tiene clavada la polla en el vientre, apretando ambos cuerpos desde una de las nalgas de ella, mientras, con la otra mano, le magrea y da fuertes apretones a una de las tetas de Maite.
• No me haces daño, que lo sepas – le dice sonriéndole con malicia.
• Vete a la cocina que ahora voy yo – le dijo Juan marchándose en dirección al garaje donde tiene las cosas del bricolaje.
Al cabo de un rato aparece en la cocina, con un par de finos círculos de goma, de unos tres centímetros de diámetro, rodeados por los bordes de chinchetas, haciendo un círculo, y en el centro una sola, para ir directa al centro del pezón.
Maite se queda de piedra - ¿eso es para mí?
• ¡Sácate los pechos! – ordenó Juan con muy mala cara.
Ella obedeció al ver esa cara, sabía que fuera lo que fuera ese círculo, seguro que era menos, que el castigo por desobediencia.
Se sacó los pechos dejándolos a merced de los caprichos de Juan.
Juan le puso a cada uno ese círculo rodeando el pezón, y con la punta de las chinchetas mirando al pezón. Le puso el sujetador, y se lo apretó un poco más. Maite respingó, y ahogó un gritito de dolor - ¡Cabr…!
• Sigamos bailando – dijo Juan, abriéndole la puerta de la cocina.
Juan la cogió con una mano en la cintura, y la otra en la espalda, haciendo presión contra su pecho.
• ¿Duele, esclava?
• Sí, mi señor.
Juan la apretaba y aflojaba, pecho contra pecho. Las chinchetas se le clavaban más y las del centro parecía que iban a perforarle la punta de los pezones.
• Ahh, aggg, no me aprietes más que acabaré gritando…aunque ya no sé si de dolor o de que…
• ¿Te empieza a gustar?
• Sí, señor. Creo estoy pasando del umbral del dolor al placer, porque estoy mojándome.
De pronto oyeron un murmullo entre los del baile, y al girarse se encuentran a Luis Miguel besando en plena boca a Edward.
Todos se aguantan una sonrisa de sorpresa. Se miran unos a otros con caras extrañadas, pero diciendo: “es cosa de ellos, no lo esperábamos de Edward, pero…ya es mayorcito…”.
Frank miró con sonrisa de complacencia, y victoria a Juan, a Maite, a Isabel y finalmente miró a Rocío con cara de cariño; - me gustas – le dijo directamente.
• ¡Y tú a mí, quiero ser tú esclava favorita! – le respondió ella, abrazándolo.
• ¡Lo tienes que demostrar, pero tienes madera de sobra para conseguirlo! – y le dio un ligero beso en la boca, que ella recibió con un rápido y húmedo estremecimiento.
Edward y Luis Miguel en vistas de la reacción de todos, se relajaron, y seguían como dos tortolitos, haciéndose caricias y besándose, entre risita y risita.
Al llegar Leopoldo de su paseo se llevó la mayor de sus sorpresas, al ver a todos bailando como los dejó, excepto su padre, que estaba besándose con Luis Miguel.
• ¿Qué cojones es esto? – gritó el chaval, mirando a su padre.
Todos pararon y se giraron hacia él.
• ¡Veras hijo…te lo explico…! – dijo Edward con voz insegura.
• ¡Yo sí os voy a explicar…! – espetó Leopoldo.
• ¡Te has pasado toda mi vida, predicándome e inculcándome la absoluta heterosexualidad, parecías la continuidad del padre Vicente!
• ¡Siempre me repetíais: “la lucha del alma contra el mundo sensual es el evangelio del mundo moderno”, y ahora tú te cagas encima de todo eso…sólo falta que el padre Vicente, también me defraude!
• ¡!Es para inflarte a hostias padre…¡¡
Frank interviene, - el chico tiene razón, y el padre se merece un castigo.
• ¡Sí por favor, sí! – anima Maite - ¡Darle fuerte!
• ¡Y tú también te mereces otro, por saberlo, y no decirle nada a tus hijos! – dijo Juan.
• ¿De qué carajo estáis hablando? – dice Edward con los ojos abiertos como platos.
• ¡Verás cariño…menos tú y tú hijo, los demás somos masocas en distinto grado, y Frank es nuestro supremo amo, y en su ausencia es Juan! ¿Lo pillas?
• ¡Y una mierda, aquí el que único amo soy yo! – responde Edward.
• ¡¡Zasss, zass!! – dos hostias que casi le quitan el bigote, por parte de Juan.
Edward, se quedó tieso mientras le salían lágrimas de dolor y rabia. Luis Miguel le abrazó rápidamente – no llores amor, mejor que sea así, no te enfrentes, tú quédate conmigo.
• ¡Esto no va a quedar así! – gritó Edward separando a Luis Miguel.
• ¡¡¡Zaassssss!!! – le volvió a dar Juan con la mano del revés, tirándolo al suelo.
Leopoldo estaba asimilando todas esas novedades a marchas forzadas.
• ¿Todo esto de qué va? – pregunta Lola a Pedro.
• Ya te lo explicaré, tú confía en mí.
• Vale, confío en ti.
• ¡Cogedle y atarlo aquí, ahora mismo! – indicó Frank con energía.
• ¡Y desnudarlo!
Le ataron las manos a la barandilla de la escalera de la piscina, y con los brazos estirados, le abrieron las piernas, y de rodillas le anclaron los tobillos al césped.
• ¡Dejadme a mí, que yo tenía ganas de meterle mano a este cabronazo prepotente! – espetó Wanda, apareciendo con su látigo y su fusta de toda la vida, y que le acompañaban siempre. Eran parte de sus herramientas de trabajo en el rancho. También llevaba una bolsa negra.
Todos se sonrieron, Maite le aplaudió. Y Frank la autorizó.
Wanda abre la bolsa negra, saca unas bolas chinas, y se las mete por el culo a Edward. Saca también una boca mordaza, y se la mete en la boca.
Se situó a la distancia del látigo, unos tres metros, lo extendió, y con cara de satisfacción, comenzó a pegarle con todas sus fuerzas en las nalgas.
• ¡¡Sssplassshhh!! – Edward estremeciéndose, pegó un gritó ahogado por la mordaza.
Wanda no le dejó respirar, como si estuviera en su rancho con las reses.
• ¡¡Sssplassshhh!! – y Edward no paraba de gritar.
• ¡¡Sssplassshhh!! – y más gritos apagados
• ¡¡Sssplassshhh!! – gritaba y lloraba.
Luis Miguel gritaba y lloraba al mismo tiempo, quería suplicar por su amado, pero no se atrevía, vaya a ser que le dieran a él, por añadidura.
Edward se derrumbó; además de ser un flojo, ese látigo es de armas tomar, tenía las nalgas totalmente moradas. Le enderezaron, sollozando y babeando.
• ¡Dejadlo por hoy, que lo mismo le da un telele! – ordenó Frank.
Luis Miguel gimiendo y llorando, va corriendo al lado de su amado, le desata, y empieza a darle besos en las nalgas, mientras le unta de su propia saliva dándole suaves masajes.
• ¡Ahora le toca a la “esposa del dueño”, por cómplice! – ordena Frank.
• ¿Mamá, me puedes explicar que pasa? – le dice Leopoldo a su madre.
• ¡Mi matrimonio es una mentira hijo, ya te explicaré mañana todo, absolutamente todo!
• ¡Colgadla desnuda cabeza abajo de esa rama, con las piernas bien abiertas! ¡Y el coño a la altura de la boca de Estela! – ordenó Frank.
Wanda y Estela se sorprendieron, pero a estas alturas de la fiesta, ya sabían que había que obedecer.
• ¡Dejadle el sujetador, que lleva dentro chinchetas! – añadió Juan.
• ¡Muy bien Juan! – le aplaudió Frank.
• Wanda, la vas a azotar donde quieras, con tú fusta de montar a caballo. Y entre azotes Estela le comerá el coño a Maite, y ella el de Estela.
• ¡Me encanta eso de azotar también, a la putona de mi cuñada! – respondió Wanda
La desnudan excepto el precioso sujetador, y la cuelgan de los tobillos, con las piernas bien abiertas, y las manos libres y colgando, junto con su larga melena.
Maite disfrutó como una buena zorra en un gallinero, nos lo contaba así:
“…sentirme colgando de los pies con las piernas totalmente abiertas, desnuda, dándome el aire en el cuerpo, sobre todo en el coño, y todos vosotros mirando, me excitaba mucho.
Los primeros fustazos en las nalgas me pusieron sobre aviso, de que Wanda iba en serio.
Me olvidé de ellos en cuanto Estela aplicó su boca a mi coño. Como buena entrenadora, sabe dar estupendos masajes en todas las partes del cuerpo.
Cuando rodeó mi cintura con sus brazos, y empezó a lamerme el coño, creí ver el cielo.
Me daba sabrosos lengüetazos, mientras me daba con la barbilla en el clítoris, me retorcía de gusto.
Juan me estiraba del sujetador, para clavarme más las chinchetas, eso ya no me producía dolor, me producía oscuro placer, a cada clavada, más se humedecía mí coño, y más fuerte era la corriente que me recorría la espalda.
Wanda me azotaba con rabia, sin tocar a Estela. Me daba por la espalda, por detrás de los muslos, en la planta de los pies, dolía y mucho, esa dura fusta. Esa putona lesbiana sabe pegar, y dónde duele.
Yo me agarraba con fuerza a las nalgas de Estela, hincándole mis uñas en respuesta a los azotes, y le mordía el coño, al tiempo que se me clavaban las chinchetas contra su vientre, y ya tenía una enloquecida mezcla de dolores y placeres.
Ella desde arriba y en vertical, me hundía su afilada lengua por la vagina, mientras me metía un dedo por el ano, barrenándome sin piedad.
• ¡¡Dios, que gustooo…mmmmmm…!!
Yo le comía más y más fuerte los labios vaginales a Estela, los estrujaba, los escurría, me llenaba mi boca de sus jugos, que me caían en vertical; y ella seguía horadando mi ano, y penetrándome con su lengua.
Yo me apretaba más a ella, ya no sentía nada las chinchetas de los pezones, le metí también un dedo por su ano, respingó de placer.
Enganchamos unos rápidos, y enérgicos mete saca de lenguas y dedos por el culo.
• ¡¡Mmmmmmm….mmmmmmmmm…!! – gemía Estela.
• ¡¡Diosss…diossss mioooo…me voyyyy…!!
Estela se corrió, inundándome mi boca y mi cara, que estaban debajo de su hermoso coño - ¡¡Dios mío, que placer…!!
Yo también me corrí, y al estar en vertical, Estela empezó a succionar y chupar como una desposeída, parecía un aspirador succionándome los jugos de la vagina, ese efecto me hizo correrme varias veces.
Me quedé fláccida, colgando como una ternera que fueran a despellejar.
La mal parida de mi cuñada Wanda, me hincó la fusta por el mango, en todo el ano, hundiéndola y removiéndola, eso añadió un extra de placer a mis sentidos.
• ¡Faena terminada, ja, jaa, jaaa! – dijo riéndose la puta dominanta, de tía Wanda.
…”
Rocío vino rápida a descolgar a su madre, Frank y Leopoldo la siguieron.
• ¿Mamá estás bien?
• ¡En la gloria hija, en la gloria!
Rocío se gira hacia Frank, y mirándole fijamente a los ojos piensa: “Algo en mi naturaleza se estremece cuando estoy cerca de este hombre dominante, sus palabras me atrapan, sus ojos parecen ver mi alma”.
• ¡Soy tuya, Sé mi dueño!
Frank la besó profundamente en la boca, mientras le sujetaba la cara con ambas manos.
FIN