Lola, como pez en el agua.
No esperaba el andorrano encontrar una hembra como aquella. El pandero de la morena se adhería a su paquete y al del chico que veía dos metros más allá. Al ritmo de Juan Magán, Lola acompasaba sus nalgas a los cipotes de aquellos dos veinteañeros, mientras Victor, en la barra de la disco, diluía su asombro en el segundo Havana.Lola era una loba de discoteca. Lo era desde jovencita, y su chocho había disfrutado de los nenes que había querido. Había jugado con los hombres, se había servido de ellos para apagar los ardores que le subían de un sexo palpitante, vivo. Su pasión era el baile, la fiesta, las discotecas. Allí se sentía como pez en el agua. Nunca iba sola. Era Petra quien la acompañaba, hoy lo hacía Víctor. En alguna ocasión había sido el pobre Blai quien le servía de escudero. Era la época en que Sonia era el nombre de guerra de nuestra bella protagonista. Siempre que Blai le venía a la memoria, pensaba con un punto de tristeza en aquella noche en que se folló a dos niñatos italianos mientras Blai soñaba con su cuerpo. Desde entonces su chocho había sido visitado por vergas de todos los tamaños, y muchos de esos miembros habían sido engullidos después de horas de baile frenético en discotecas de salsa, de bacalao, de reggaetón…
Olvidando al chico de la izquierda, el culo de Lola se aposentó con fruición en el paquete del andorrano.
“ Y ahora trata, trata de descontrolarme
Suelta, suelta, pierde los modales
Oh, sientes el subidón “
Juan Magán sonaba convincente, y el chaval empezaba a perder los modales y su mano izquierda, impulsada por un par de cojones que empezaban a estar bien llenos, tocaba en un arrebato las espléndidas tetas de Lola, que se dejaba meter mano con gusto.
A cinco metros, Víctor sentía la escena con una mezcla extraña, inquietante. Unos celos duros lo empujaban a separar a Lola de aquel chavalote, al tiempo que una excitación inesperada y avasalladora se apoderaba de su mente y de su cuerpo. La verga se le ponía dura al ver como la zurda del andorrano sobaba las tetas de su novia. Las piernas y los brazos de Víctor tironeaban de él para separar al chaval de Lola. En la cabeza del profesor, como perro y gato, peleaban la idea de posesión con una sensación inquietante de placer.
• ¿ Qué siento ?, ¿ Qué me pasa ?, ¿ voy y la lío ? Uffff…- el novio de la bella calientapollas sentía el calor de su miembro y el de su cerebro.
Mientras, el niñato decidió atacar y sus labios fueron a parar a la mejilla de la peluquera.
“ Tu cuerpo me mata, mata
No hay quien te pare.
Falta, falta un hombre que sabe.
como amarte “
La canción de Magán se avenía con los pensamientos del chico, pero Lola se encontró con la mirada frenética de su novio y reaccionó rápido.
• Quieto parao, que ahí está mi marido- avisó la mujer.
• ¿...tu marido ?
• Sí cariño, acaba de llegar. Lo estaba esperando. Chao, pequeñín.
Y la protagonista de nuestras historias dejo ahí, plantado, al pobre chaval, con un pollón bien parado.
“ Sólo quiere bailar sola.
Sé que te hicieron mal.
Seré el que te salve ahora.
Ven y déjate llevar.
Ven y déjate llevar “
Y mientras oía las ultimas palabras del músico de Badalona, el chico de Andorra veía impotente como la pareja de treintañeros salía de aquella disco de la costa.
De vuelta a casa, el ruído de las olas en el paseo marítimo se mezclaba con el martilleo de los celos y el placer en la cabeza de Víctor.
• Lola, cariño, he estado a punto de separarte del tío ese y liarla.
• Sí, ya he visto que estabas tenso. Menos mal que te has aguantado. Por eso lo he cortado rápido...aunque he de confesar que tenía el chichi a cien.
-Sí, también se me ha puesto dura la polla. Por un lado quería acabar con la situación y por otro vivir esa excitación.
Asiduo de “ Pajilleros”, donde la temática cuckold era dominante, Víctor se preguntaba como había hombres que disfrutaban viendo cómo sus mujeres eran poseídas por otros tíos. Ël lo vislumbraba ahora, y le gustaba.
Al llegar a casa, Lola no tuvo que usar las manos para desnudarse. Fue un excitadísimo Víctor quien le quitó el legging para amorrar sus labios en el alopécico conejo de la peluquera.
• Nene, espera, que quiero sentirme como en la disco, como pez en el agua- ordenó la muy hembra- Anda ponme la canción del calvo mientras me comes el coño.
• Déjate llevar, cariño y disfruta.
Mientras Belinda y Magán inundaban de música la habitación, la peluquera y el profesor gozaban sin saber que su vida sexual iniciaba un nuevo camino.