Esos Despertares (I)
Aquella mañana amanecía cálida y soleada. La persiana sin bajar del todo, dejaba entrar los primeros rayos de luz del día, que a través de las cortinas se atenuaban sin dejar de ofrecer su agradable calidez sobre aquellos cuerpos desnudos en la cama.Él yacía boca arriba cuando sus ojos se abrieron. Se sentía descansado y ligero, y a la vez vigoroso y lleno de energía. Se giró buscándola hacia su lado derecho.
Ella permanecía de costado, hacia el otro lado, en la misma postura que la noche anterior, pero le pareció incluso hasta más hermoso su cuerpo.
La sensualidad de sus curvas se escondía bajo la fina sábana desde su cintura. La sensación deseo era imposible de eliminar.
Con cuidado de no sobresaltarla con sus claras intenciones, acercó con cuidado su cuerpo, quedando su torso pegado a su espalda, y rodeando su cintura con el brazo que quedaba libre.
Fue asomando su cara para ver si ella aún dormía:
• Es muy pronto aún, no? - preguntó ella, con una ligera sonrisa en sus labios y el cabello alborotado.
• Ya te echaba de menos, mi amor. No has dormido bien? - no dejaba de mirarla intensamente a los ojos, deslizando su mano hacia abajo por sus caderas, y de nuevo hacia arriba agarrando uno de sus glúteos, separándolo del otro con firmeza, pero conteniendo su ímpetu para no lastimarla.
Tras un segundo, se lanzó a besarla. Sus caricias se extendieron a todas las partes a las que pudo alcanzar, terminando por juntar del todo sus cuerpos.
Fue entonces cuando ambos empezaron a respirar de una manera más intensa, y a mover con más fuerza sus caderas, gustándose el uno al otro.
Ella le apretaba con su mano bien agarrada, mientras el disfrutaba de uno de sus pechos con locura.
Aquel delicioso baile coordinado hacía bajar la sábana del todo, y que se moviera el colchón de la cama.
Pero había más por saborear, y sus labios se despegaron por fin.
Ella se giró para ponerse de cara, y él fue bajando con sus labios por su cuello, hasta llegar a su pecho. Más que besarla, la mordía sin hacerle demasiado daño, aunque sintió que tenía que parar cuando ella le fue guiando con sus caricias a colocarse encima, mientras separaba sus jugosos muslos para dejarle hueco entre sus piernas.
Ninguno quería que eso acabara demasiado pronto, y prefirieron seguir con sus juegos.
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