Andalucita.

****f79 Hombre
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Andalucita.
Nos conocimos en un chat. No sé qué hacía yo por allí. Casado, con hijos y una vida más que convencional, entrando a escondidas en chats eróticos.

Ella destacaba entre todos, estaba muy por encima de la mediocridad que por esas páginas tanto abunda. Inteligente, rápida, escribía bonito y con soltura, con gracia y una gran elegancia.

Andalucita se hacía llamar. Quedaba claro de dónde venía tanto salero. Tras una de sus publicaciones que me encantó, no pude evitar la tentación de enviarle un privado.

Me ha encantado tu último relato, le dije saltándome todos los límites de privacidad que me había autoimpuesto. Rápidamente, ella me contestó con mucho garbo. Tenía algo especial, mágico, sensual. Realmente era especial. Me enganchó.

Tras aquel primer mensaje, vinieron muchos más. Nos enviamos muchos hasta el punto de comenzar a usar nuestros teléfonos. Mensajes normales, hablando de cosas mundanas, en los que hubo risas y algún que otro mensaje picante.

En alguna ocasión nos retábamos, lo que añadía un punto de verdad a aquella relación. Ya no éramos dos extraños tras una pantalla. Compartíamos algo más, algo especial y único. Habíamos creado una intimidad sólo nuestra con pruebas de carácter personal pero en las que siempre respetábamos nuestra privacidad.

Me incomodaba el hecho de ella solía cobrar por acompañar a otros hombres pero a mí nunca me pidió nada. Nunca reconocí abiertamente que no haría uso de sus servicios. ¿Estaba abusando de su amabilidad? ¿Pensaba ella que antes o después caería en la tentación? ¿Sería un reto o simplemente ella sentía esa misma química conmigo?

Un día, surgió durante la charla una apuesta que fue subiendo de nivel hasta que, sin darnos cuenta, nos estábamos citando en un baile de disfraces de temática de superhéroes. Aquel momento me recordaba a aquella canción de Sergio Dalma que hablaba del primer encuentro de una pareja que no se conoce en persona.

El disfraz y las mascarillas obligatorias suponían un punto de anonimato que me daban seguridad pero, ¿cómo justificar en casa semejante plan en solitario a mi edad? Cena de amigos o un cumpleaños temático friki de amigotes podría colar. Decidido, acepto el reto.

Andalucita, Andalucita... ¿En qué me has metido...?

¿Y de qué me disfrazo? ¿De dónde saco yo ropa así? Andalucita lo tenía claro: Ladybug, la superheroína con traje rojo de topos, flamenca ella hasta el final. Así sabría quién era ella.

Una vez superada la parte disimular en casa y de encontrar disfraz para mí, dejo a los niños acostados y me despido. Llego a la puerta de una discoteca vestido con ropa deportiva negra ajustada y una máscara imitando a Batman.

Me siento incómodo con algo tan ceñido pero la situación me excita y las mallas me hacen cosquillas en la entrepierna con el frufrú al mover las piernas.

Como he llegado muy pronto, me siento a un lado de la barra a tomar algo mientras la sala se va llenando lentamente. Nadie lleva disfraces de personajes reconocibles y, sobre todo, no parece que vayan disfrazados. Parecen vestidos de calle pero con un cierto estilo de comic de superhéroes.

En ese momento llega Ladybug. Como ella, bajita, menudita pero arrebatadoramente sexy. Lleva un mono elástico de cuerpo entero rojo con lunares, botas de taconazo negras y el pelo recogido en una coleta alta. Se ha maquillado de manera que afila su mirada y los ojos son hipnóticos. Espectacular.

Yo sigo un poco avergonzado por mi atuendo y trato de esconderme todo el rato pero, como si tuviera un radar, desde lo alto de la escalera me localiza y me mira notándose ilusión. Se acerca rápidamente hasta la barra y nos saludamos. Su voz, su acento, es ella. Tartamudeo. Madre mía.

Hablamos un rato, la invito a tomar algo y agradezco los buenos momentos que hemos compartido en el chat. En ese momento, me reconoce que no ha venido sola por miedo al plantón. Me presenta a sus amigas y se separan.

Yo, más avergonzado por momentos por mi aspecto con esa ropa, me quedo en la barra y me fijo en la gente que ha llenado el local. Los disfraces tienen un estilo bastante sexy ya que predominan los trajecitos ceñidos con escote, las falditas cortas y los leggings marcando culo. Sin darme cuenta me estoy fijando en las chicas y me noto excitado.

En un intento de disimular mis nervios y vergüenza, me doy la vuelta y me levanto alejándome de la barra bailando. La gente se mueve y quedo bailando solo en el centro del local. El aforo limitado hace que el local esté relativamente vacío y mi presencia se disimula poco.

Mi excitación ha aumentado y, en medio de la sala, rodeado de gente, me estoy fijando en los culos de las chicas. Me quedo mirando a una que lleva un mono ceñido de lycra de cuerpo entero en color rojo con guantes negros largos y unas botas altas negras de taconazo. Es ella.

Me quedo un buen rato mirándola, me atrevo a acercarme bailando por detrás y nos acoplamos. Pongo mi mano en su cadera, ella acepta sacándola en un movimiento que me parece supersexy y, sin mirarnos, sincronizamos nuestros movimientos. No me doy cuenta de que la estoy mirando fijándome en cómo se ajusta el traje al cuerpo, las curvas, el culo, ver el movimiento del cuerpo, el estilo supersexy, el movimiento de caderas. Como sigo tras ella, desde arriba miro el pecho ceñido bajo la tela ajustada. Bailando nos hemos acercado hasta el punto de que el frufrú de las mallas que antes me incomodaba, ahora me pone muy cachondo.

Bailamos, ella está delante de mí dándome la espalda y la tengo agarrada por la cadera con la mano derecha mientras la izquierda se apoya en su hombro. Su mano izquierda coge mi cintura y me aprieta contra su cuerpo. La tela no disimula mi excitación, que al acercarnos no ha dejado lugar a dudas. Sin poder evitarlo la beso en el cuello y mi mano mueve la tela para besar su hombro desnudo.

Agarra mi cadera con sus manos y nos acercamos más. Su mano izquierda sube y, agarrándome del pelo, hace que la bese con fuerza en el cuello. La derecha sigue apretando mi cadera contra ella hasta que coge mi mano, que la agarraba de la cintura y tira de mí, dando la vuelta y quedando uno frente al otro.

-Nos vamos -dice a mi oído con ese acento andaluz que tantas noches me hablaba-. Y cogidos de la mano salimos del local y me lleva a su piso. En las escaleras, mientras la sigo, vuelvo a fijarme en su cuerpo. El movimiento de las piernas, la cintura y las caderas marcados por las botas y las mallas. Me quedo andando siguiéndola embobado. Se da cuenta, no dice nada y sigue delante marcando un poco más el contoneo.

Llegamos al ascensor, entra, pulsa el piso y se gira. Quedamos frente a frente y con la suave iluminación me mira y me derrito. No puedo evitar besarla y agarrar con fuerza. La cojo desde abajo y la masajeo. Sube una de tus piernas y aprieta su cuerpo contra mi. Noto como me caliento al momento.

Nos recomponemos al llegar, me toma de la mano y andamos rápido por el pasillito. Entramos en la habitación, quedando yo a su espalda, tira de mis manos y las aprieta contra su pecho masajeando. Noto cómo se erizan sus pezones bajo la fina tela elástica. Me agarra la cabeza con ambas manos, me coloca sobre sus hombros y vuelvo a besar. La acaricio y la beso. Nos giramos, quedando uno frente al otro. Es espectacular, con una pose sexy y una mirada penetrante. La agarro con fuerza, la acaricio y masajeo.

Nos tumbamos en la cama y el efecto deslizante de la tela hace que frotemos con más fuerza cada vez nuestros cuerpos. Nos abrazamos enrollando nuestros cuerpos. Sus piernas me rodean, noto como sus botas me aprietan y sus tacones arañan mi culo mientras con su movimiento hace que me frote más y más rápido contra ella.

En un rápido movimiento se sienta a horcajadas sobre mí, mete la mano por la cinturilla de mis mallas mientras con la otra sube una cremallera que cierra su traje desde la espalda por la entrepierna hasta el pecho dejándola a la altura del ombligo y abriendo la parte inferior. Vuelve a caer sobre mí besándome con pasión mientras seguimos frotándonos, acaricio su espalda, su cintura y bajo hasta agarrar sus muslos. Los aprieto y los coloco a los lados. Tiro de la cadera hacia arriba y deslizo mis manos hasta el pecho.

De pronto, entro. Gime y comienza a moverse muy rápido. Estoy muy excitado y empiezo a subir y bajar mi cadera al mismo ritmo. Ella se deja caer ampliando la fuerza del golpe y acelerando el ritmo. Así es imposible aguantar mucho. Me levanto con ella abrazada, unidos.

Al borde de la cama, arqueando su espalda, con sus piernas rodeándome y sus tacones que siguen marcando el ritmo en mi culo, entro y salgo con frenesí hasta terminar con un largo y sordo aullido.

La poso con cuidado sobre la cama con las piernas separadas. Beso su ombligo y voy bajando muy despacio. Paso mi lengua por cada centímetro muy despacio. Muevo la punta de la lengua cada vez más rápido mientras paso por debajo mis manos acariciando su culo y moviendo su cadera. Paso la lengua una y otra vez, aprieto mi cara contra su sexo, me agarra del pelo, tirando para que coloque mi lengua, comenzamos a movernos arriba o abajo, su cadera sube y baja velozmente hasta que termina con un suave gemido.

Nos tumbamos quedando el uno junto al otro sin movernos, en silencio, jadeantes. Nos quedamos inmóviles y, pasado un rato, volvemos a acariciarnos. Su pierna pasa por encima de mí. Su tacón juguetea con mi entrepierna, que recupera su vigor, y pasa la punta de su bota para acariciarme subiendo.
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