Alemania surfea en Cádiz
Mónica es alemana, y trabaja de anestesista en un hospital de su país. Adora el mar y todos sus deportes, en especial el surf, por eso en vacaciones va casi siempre a Cádiz. Es uno de los principales sitios de más sol y viento de Europa.
Es una soltera convencida, pero le gusta estar bien acompañada cuando le apetece. Le gustan los hombres y las mujeres, indiferentemente.
Estas vacaciones, se va con un amigo y compañero del hospital.
Lleva toda su vida haciendo deporte, y en especial los de agua, y el surf, por ello su cuerpo parece el de una sirena. Es una figura dura, apretada y sexy, hombros anchos, caderas finas, fuertes y sólidas, muslos redondeados, glúteos duros, pechos un poco más grandes de los justos para no molestar en una tabla de surf, y poder disfrutar de ellos en la cama.
Rubia de ojos azules, está muy buena, y se siente orgullosa de mantenerse en forma.
Acompañada de su inseparable tabla, parecen una la extensión de la otra.
Hoy como uno más de los doscientos y muchos días del año, hace un sol espléndido en la playa de Tarifa.
Mónica lleva ya rato en el agua, calentándose para cabalgar buenas olas.
A poca distancia, él la observa sin tregua. Está encandilado viendo los ágiles movimientos, de ese cuerpo que tanto está deseando.
Ella los realiza una y otra vez perfectamente sincronizados, deslizándose suavemente sobre el mar, y a él le provocan una fuerte sensación de abrazarla y comérsela allí mismo, con sabor a brisa y sal.
Se decide a dar el paso, y en uno de los descansos de ella sobre su tabla, él se lanza y choca ambas tablas.
Ella va a decirle algo, pero al verle se alegra del choque. Ve a un joven de unos 27 años, pelo cortado a lo militar, piel morena y ojos verdes contrastando. Está fuerte y en forma.
• Disculpe señorita.
• No te preocupes, no pasa nada.
• Me llamo Marcos, choqué porque estaba embobado mirando como usted se desliza.
• No pasa nada Marcos, yo me llamo Mónica, y no me llames de usted.
• De acuerdo. Estoy en el Observatorio de San Fernando, he venido unos días a realizar unos estudios sobre la Luna, hoy y mañana libro, y estoy aprendiendo surf. ¿Y viéndote pensé si podrías darme unas clases?
Ella se quedó sorprendida, y al final reaccionó. Pensó que estaba muy bueno, y que podría surgir algo interesante.
• Nunca me han hecho una propuesta así. Me resulta curioso, te las daré.
Se van a jugar con las olas, ella le enseña algunos trucos para subirse a la tabla, otros para mantener bien el equilibrio, y otros para remar con las manos encima de la tabla.
Él se hace el torpe y procura rozarla en cada lección. Ella hace como si no hubieran ocurrido esos roces.
Le gusta rozarse con la piel de Marcos, y sobre todo con sus fuertes músculos.
Él se percata de ello, y hace lo posible por ser más torpe, y arrimarse más. En una de esas, hace como que se cae de la tabla, y se agarra a ella tirándola también al agua. Una vez las cabezas en la superficie, se apoyan en una de las tablas, y él con una mano en la tabla, la coge con la otra a ella por la cintura – perdona, me resbalé -, ella le mira sonriendo, y él le arrima totalmente su cuerpo antes de soltarla.
Mónica siente el abultado paquete de Marcos, y le encanta. Le viene una sensación de calor interno, con mezcla de frío.
• ¿Nos vamos a tomar el sol? – propone ella.
• Por supuesto.
Se dirigen hacia el sitio de ella, dejan las tablas, y él va a recoger sus cosas.
A la vuelta ella está poniéndose la crema antisolar, y él no desaprovecha la ocasión.
• ¿Quieres que te ponga la crema por la espalda?
• Sí, buena idea. – respondió ella con pícara sonrisa.
Se dio media vuelta, y le ofreció toda su espalda a Marcos.
La parte trasera del bikini para hacer surf le cubría bien las nalgas, pero ella se lo recogió dejándolo poco más que un tanga. Le gustaba tomar el sol por todo su cuerpo, esos glúteos estaban morenos como el resto de la espalda. Fue una descarada invitación para que Marcos plantara en ellos sus manos.
Marcos se percató, se le tensó la polla, y se arrodilló a coger la crema solar, y empezar su sensual tarea.
Ella se fijó en que ese paquete aumentó de tamaño, y le vio una mirada hambrienta de su cuerpo, se sonrió y giró la cara.
Marcos sacó un poco de crema del tubo, se la frotó entre las manos, y comenzó a masajear la piel de ella.
• Mmmmm, que bien lo haces – dijo Mónica con un suave gemido.
Él sonrió ante ese comentario, y continuó aplicando la crema por toda la espalda de ella, que parecía disfrutar demasiado - pensó.
• Mmmmmmmm – volvió a gemir ella.
Y notó como él empezó a apretar más sobre la espalda. Eso le gustaba mucho.
Las manos empezaron a bajar poco a poco, hasta llegar a la cintura. Marcos estaba ahora masajeando fuerte a Mónica, era fácil adivinar que él se estaba poniendo muy caliente. Y ella también.
Siguió bajando las manos muy despacio, muy poco a poco, esperando qué en cualquier momento, ella le prohibiera seguir. Pero eso no ocurrió.
De pronto se encontró con sus manos sobre los preciosos glúteos de ella. Se untó más crema en las manos, y empezó un ritual casi místico. Cerró los ojos y usó solo el sentido del tacto.
Con ambas manos acarició ambos glúteos, primero haciendo círculos, sin apretar, suave, suavemente. En cada vuelta, deslizaba los dedos índice y pulgar, por la hendidura entre las nalgas. Ella se estremecía levemente para aparentar, pero realmente le excitaba mucho.
Luego bajó hasta poner la mano izquierda en el muslo, y la derecha con la palma en el gluteo y el tajo de la mano en la hendidura de las nalgas, rozándole directamente el ano. Ella dio un respingo y volvió a gemir: - Mmmmmm, mmmmmmm -. Y él se empalmó mucho más.
Así estuvieron un rato, él cogía más crema en sus manos, y volvía a untársela con los respectivos gemidos de ella, y los respectivos estertores de la polla de él.
No se pudo reprimir, y se lanzó a meter la mano más abajo, ella le cerró el paso, juntando las piernas, -entendido…- pensó él.
Acabó con la parte baja de las piernas, y se tumbó al lado de Mónica.
• MMMmmmmmmmmmmmm – le dijo ella sonriéndole.
• Nunca me habían untado así la crema – muchas gracias caballero.
• Ha sido un auténtico placer de dioses – respondió él.
Se quedaron adormecidos durante mucho rato. Sonó el móvil de ella.
• Me tengo que ir… - dijo ella.
Él se fue a levantar y ella se lo impidió -no hace falta, quédate tomando el sol-.
• Mañana por la mañana nos vemos aquí - se besó la punta del dedo índice, y se lo puso en la boca a él. Marcos le cogió la mano, y le besó el dedo intensamente.
La vio irse con su tabla, y le daban ganas de estrujar la arena.
Al día siguiente volvieron a dar sus clases “particulares”, y esta vez hubo más atención y cercanía por parte de la profesora a su alumno. Se pasó más tiempo cogiéndole brazos y piernas, para indicarle los movimientos precisos, que montados en la tabla.
• Ya está bien por hoy, nos vamos a tomar el sol ¿te parece? – dijo ella.
• Me parece, lo que ordene mi profesora.
El mismo ritual: secarse bien, tumbarse y prepararse para la crema solar. Él ya estaba frotándose las manos, pensando en el “masaje de la espalda”, cuando ella le sorprendió.
Mónica se dio la vuelta sin abrocharse la parte superior del bikini, dejando al descubierto sus pechos, y le dijo -ahora puedes hacerme este otro lado-, y cerró los ojos para no ver la cara de asombro de él.
Marcos se quedó parado mirando esos pechos, que le estaban diciendo: “cómenos, devóranos …”.
Por fin reaccionó, se puso crema en las manos, y tímidamente al principio, comenzó a masajear la crema por el estómago de ella, que enseguida dio un suspiro -Mmmmmm-.
Bajó muy despacio las manos, masajeando de un lado al otro de las caderas, la polla estaba a tope, y ella levantaba de vez en cuando un muslo levemente, señalizando que se estaba humedeciendo.
Él llego al borde del bikini con el monte de Venus, y sus dedos se quedaron allí merodeando. Hasta que ella, se lo bajó dejándolo al límite del comienzo de la raja. Bajaron los dedos de él con la crema, y en uno de los pases, notaron el relieve del “botón”. Ella respingó y gimió, cerrando los muslos.
Poniéndole una mano en el culo, como tan natural, le dijo: -ahora por arriba-.
Marcos posicionó sus manos a la altura de las costillas, y continuó su ascendente masaje. Tenía las tetas frente a frente, las manos le temblaron un poco. Poco a poco llegó a la base de los pechos, con una mano cogió firmemente uno por la base, y con la otra mano empezó a masajearle la crema. Lo rodeaba con la mano y lo apretaba, llevándola hasta terminar por el pezón. Luego con la palma de la mano le frotaba el pezón, y la delantera del pecho. Terminando con un ligero apretón en su base con la mano que lo sujetaba. Y vuelta a empezar, una y otra vez, hasta que ella gimió varias veces: “Mmmmm, mmmmm, mmmmm”.
Hizo lo mismo con el otro pecho.
• Déjalo ya por favorrr…. me estoy poniendo mala.
• Y yo también, voy a explotar…
• Mi casa está a pie de playa, vamos a tomarnos un refresco y seguimos tomando el sol allí ¿te parece? – dijo Mónica.
• Me encanta la idea…
• No te vayas a sorprender, he venido con amigo del hospital, seguramente estará en casa, porque no le gusta mucho la playa.
• Sin problemas… ¿es amigo con derecho a roce?
• Sí, nos conocemos desde hace muchos años, y salimos juntos de vez en cuando. Es bisexual, y yo vivo sola, soy una soltera feliz y convencida.
Entraron por la puerta que da a la playa, y allí estaba su amigo.
• ¡Hola Carl, te presento a un nuevo amigo, Marcos!, ¡Marcos te presento a Carl!
• ¡Encantado Marcos!
• ¡Encantado Carl!
Carl tendría unos treinta y largos años, al darle la mano a Marcos se fijó en el gran paquete de este, y lo abultado que venía.
• Os preparo un refresco – dijo Carl
Ella se percató que Carl no paraba de mirar el bulto de Marcos.
• Carl parece que te ha salido competencia… - dijo ella.
• No creo… - respondió él.
• Apostemos – dijo ella.
• De acuerdo ¿te parece bien Marcos? – dijo Carl
• Sin problemas, ¿cuál es la apuesta? – dijo Marcos
• El que gane puede hacer lo que quiera con los otros dos – sentenció Mónica.
Mónica le baja el bañador a Carl, y tiene un pedazo de troncho bien empalmado.
Ella se va sonriendo ladinamente hacia Marcos, y lentamente le va bajando el bañador, cuando le descubre la punta de la polla, se queda parada mirando, y su sonrisa se amplia más. Sigue bajando despacio, hasta dejarlo caer al suelo.
Su sonrisa es casi nerviosa -Carl creo que perdiste- dice Mónica, -Soldado te toca hacer lo que quieras y con quien quieras-.
Marcos sin esperar a más, tiró de la parte baja del bikini, luego la de arriba, cogió en brazos a Mónica, y preguntó por la cama. Carl le indicó que le siguiera. Este estaba emocionado pensando en la parte que le tocaría de esa enorme polla.
Esa polla no baja de los veinticinco, y es casi de gorda como un botellín de cerveza – pensaba Carl, y se relamía la lengua.
Al dejarla en la cama vio una vulva preciosa, como nunca había visto. ¿Serán así las vulvas de las surfistas? – pensó.
El monte de Venus abultaba lo justo por encima de esa perfecta tabla que era su vientre, parecía una suave ola sobre la que cabalgar, pero esta vez no con la tabla, sino con la polla.
Los labios eran firmes como unos muslos en miniatura, y estaban juntos y prietos, marcando una raja, que te decía -te va a costar entrar, pero estoy deseando que me penetres.
Ella le sacó de su contemplación diciéndole: “¿Seguro que quieres hacer tuya esta rajita rosada?”.
Marcos la enderezó dejándola sentada en el borde de la cama frente a su enorme polla.
Mónica se quedó hipnotizada ante aquel bicho, alargó las dos manos, y cogió ese gigantesco pene.
Con una mano lo sujetaba de la base con fuerza, y con la otra se la pasaba suavemente de abajo hacia arriba, y arriba le acariciaba el glande, dándole ligeros masajes por la zona sensible del frenillo del prepucio, y en el orifico de salida de ese preciado líquido. La polla de Marcos respondió enseguida, derramando por ese orifico un poco de líquido seminal viscoso.
Mónica se lo bebió con ansiedad, y comenzó a chuparle ese enorme glande, y a lamerlo en círculos, mientras las manos se las pasaba abajo y arriba, masturbándolo con fuerza y sin tregua.
Al ver como se tensaba esa enorme verga, cerró los ojos, abrió la boca lo más que pudo, y despacio se metió más de la mitad. Con la otra mano le agarró los duros huevos apretándoselos, tomó un poco de aire, relajó las mandíbulas, y lentamente como una serpiente va tragando a su presa, ella se tragó parte de esa verga hasta el fondo de su garganta. Él con los ojos cerrados y mirando hacia arriba, le acariciaba ese pelo rubio y suave.
Se quedó parada, tomando aliento, un descanso a los músculos de su boca, y continuó un suave y seguro, adentro, afuera, adentro, afuera…tragó tres o cuatro centímetros extras, más no pudo.
Notaba como estaba tan húmeda, que estaba mojando el borde de la cama.
Su cabeza seguía el balanceo adelante y atrás, mientras tragaba cada vez un poco más. No dejaba de jadear, y respirar fuertemente por la nariz. Gemía y gruñía, al tiempo que le salían riachuelos de espesa saliva mezclada con los líquidos de esa verga.
Carl se puso detrás de ella, y rozándole la espalda con su pene, le empezó a magrear las tetas, y pellizcarle los pezones. Ella respondió agradecida con más gruñidos que gemidos, debido a la total ocupación de su boca y garganta con la enorme polla de Marcos.
Con la otra mano Carl se la puso entre los muslos masajeándolos, ella rápidamente le abrió de par en par las piernas, y en un instante la mano de él estaba estimulándole el coño, desde el ano hasta el clítoris. Ella gruño más fuerte y más veces.
Mónica aceleró su cabeza sin dejar de gruñir, hasta que se ensartó toda la verga en su garganta. Carl no daba crédito a eso, no sabía que su querida amiga tuviera esas tragaderas.
Ella agarró ambos glúteos de Marcos, clavándole las uñas, y él le sujeto firmemente la cabeza, y ambos empezaron unos ligeros movimientos de adelante, y atrás, acompañados de un “Mmmmmm, mmmmmm, mmmmm”. Empezaron a correrse varias veces sin pausa. Ella tragaba semen cuanto podía, el resto se le salía de la boca, pero lo recogía con una mano, y se lo untaba por los pechos, por el vientre y por el coño.
Despacio empezó a salir esa enorme polla de su boca, y ella iba recuperando su respiración normal. Parecía interminable, Carl no salía de su asombro.
Mónica se recostó en la cama, y Marcos hizo lo mismo a su lado. Necesitaban descansar, y recuperar el aliento, sobre todo ella.
Carl se fue a preparar un coctel para celebrarlo.
Volvió con sendas copas, y brindó a la salud de lo que estaba por llegar.
Marcos le sorprendió al decirle -tú te quedas en tú sillón mirando como me la follo-.
• Voy al baño a lubricarme y a por condones – dijo ella.
• Siempre follo a pelo – respondió Marcos.
• De todas las formas los condones que tenemos no te caben – dijo Carl sonriendo.
Mónica puso una generosa cantidad de lubricante sobre la polla hinchada de Marcos, y acarició de arriba abajo, lubricándola bien. Repitió una vez más, y luego se untó su coño por fuera y un poco por dentro.
Carl se sentó en el sillón, y se agarró su polla de dieciocho centímetros, preparado para el espectáculo desde la barrera.
Marcos la puso a cuatro patas, colocó la cabeza del pene en la puerta del coño, y lo frotó adelante y atrás varias veces, antes de empujar suavemente. Penetró unos pocos centímetros, cuando ella gimió al encontrar esa polla su primera resistencia. Él paró y se quedó inmóvil, solo su pene producía movimientos peristálticos, ayudando a expandir los músculos vaginales. Lo retiró hasta la entrada del coño, ella abrió más sus piernas, y él lo volvió a penetrar despacio.
Ahora entró más de la mitad, provocando en ella suspiros de placer, que a su vez incitaron a esa verga a entrar y salir, lenta y rítmicamente. Mónica gemía de gusto a medida que aumentaba el ritmo de las penetraciones.
Llegó un momento en que ella notaba como esas enormes emboladas, la estaban abriendo por dentro, empezó a gemir, y jadear con fuerza, y sin descanso.
Marcos aceleró, y en uno de los empujones le penetró toda la polla.
• ¡¡¡Oh, Dios mío, joder… que gusto!!! – gritó ella
• ¡¡ Sí, sí, sí…dame, dame más, dame fuerteee…!! – seguía gritando mientras empujo su culo contra la pelvis de él, hasta no dejar ni un hueco.
Tenía un orgasmo detrás de otro, se dejó caer en la cama, y él remató con unas pocas y fuertes emboladas más, que hicieron botar a ella sobre el colchón.
Ambos pararon unos segundos, e inmediatamente Marcos le dio la vuelta a Mónica, poniéndola cara a cara. Ella le miró con una sonrisa llena de lujuria.
Abrió las piernas de par en par, con una mano le centró la verga en el coño, y él empujo con fuerza volviendo a hundirlo todo entero.
Carl gimió tan fuerte de ver eso, que ella se giró a mirarle y le sonrió con ternura. Carl tenía su polla a reventar, a punto de eyacular, no dejaba de echarse saliva y pajearse.
• ¡¡ Vuelve a darme fuerte cariño…!! – pidió Mónica, provocando más excitación en su amigo.
Marcos le dio fuerte un rato, y cuando ella comenzó nuevamente a gemir fuerte y rápido, él le agarró sus piernas y se las puso sobre los hombros.
Marcos enterró literalmente su verga en el vientre de ella. Y le daba tan fuerte que ella tuvo que agarrarse a la cabecera de la cama. Los pechos le bailaban arriba y abajo, eso la provocaba placer añadido.
• ¡Me voy a correr pronto, donde quieres la leche! – dijo Marcos.
• ¡¡Toda dentro de mí, córrete todo en mi coño, en mi útero, toda dentro, toda….!!
Él la agarró por las caderas, y hundió tan despiadadamente esa enorme polla, que ella pegó un grito que inundó toda la estancia, y él pegó un rugido, señalando que empezaba a regar de semen toda la vagina de ella.
• ¡¡¡ Dios, dios mío, por Dios benditooo….!!! ¡¡¡Voy a morir de gusto…!!! ¡¡¡ No puedo, no puedo másss…me muero!!!
Ambos colapsaron uno encima del otro, jadeando, sudando a mares, y besándose con sabor salado, por el cuello y la boca, hasta terminar el último estertor.
Pasada una eternidad, él se deja caer al lado de ella, y le deja libre la vista hacia donde está Carl.
Ve como Carl se ha corrido en su propia mano y está mirándola con cara de súplica, mientras sigue pajeándose con ganas de otra eyaculación.
Ella sonríe e indicándole con la mano que la meta en su coño le dice – a ti también te quiero-.
Carl se sube corriendo a la cama, le mete la polla, y nota lo caliente y espeso que está el semen que inunda la vagina de ella. Eso le excita al máximo y se corre inmediatamente, con unos gemidos de placer que para ella son nuevos.
FIN