Todo es relativo
Todo es relativo.Hoy, dos de febrero empiezan las clases del segundo cuatrimestre en la Universidad. Ahora me toca impartir a los futuros profesores de Lengua Española y Su Literatura la asignatura de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Es apasionante enseñar cuando hay gente que tiene vocación por aprender y ayudarlos a transmitir su pasión por el saber a chicos adolescentes. El reto es difícil, pero si se ponen ganas, trabajo e ilusión se consigue.
Son las cinco de la tarde. Yo llego, como siempre cinco minutos antes para encender el ordenador, el proyector y abrir el Power Point que acompañará las explicaciones del tema. Estoy concentrado en mi tarea, solo oigo los pasos y la conversación animada de los alumnos que empiezan a llegar a clase, el ruido de las sillas cuando se sientan. Ya está todo dispuesto, el proyector refleja los contenidos del Power Point de la sesión de hoy. Me doy la vuelta. Como siempre los alumnos están sentados en las últimas filas, quieren alejarse del profesor, da igual que sean discentes de Instituto que de Universidad, hay costumbres que no cambian. Sin embargo, sorprendido, compruebo que una chica se ha sentado en la primera fila. Me digo, ¡vaya una chica que no tiene miedo a que el profesor la incomode a preguntas!
Todavía faltan dos minutos, así que me fijo en ella, es una chica alta, unos ojos marrones y mirada penetrante, con curvas, pelo largo, color de tez blanco y viste una camiseta ajustada marrón y unos pantalones vaqueros, que acentúan sus curvas. Me mira y me sonríe, debe ser un gesto protocolario, como de saludo educado.
Comienza la clase y procedo a la explicación de los contenidos del primer tema. Me gusta mucho preguntar a mis alumnos, hacerles pensar, aunque se sienten en las últimas filas no se van a librar. El ritual es siempre el mismo, cuando lanzo una pregunta, agachan la cabeza, si pudieran, la meterían debajo de la mesa, piensan que así se van a librar. Pero para mi sorpresa, la chica de la primera fila contesta decidida, con aplomo no tiene miedo al profesor ni a que los demás se rían o a lo que le pueda decir el profesor. Además lo dice con un tono distendido y con una pequeña sonrisa. En sus respuestas da muestras de una madurez nada normal para su edad.
Continúa la clase, los nuevos contenidos y las nuevas preguntas. Sigue el ritual de cabezas agachadas, excepto la de esta alumna, no rehúye ninguna pregunta, quiere preguntar, muestra su interés. Para evitar que no solo ella hable, miro a los del fondo y les invito a participar, pero solo obtengo respuestas cortas, obvias, incluso monosílabos. Ya sé que son cosas de la edad, pero si no hay debate, reflexiones, la clase pierde su esencia y el objetivo de estimular las ganas por saber, de transmitir la pasión por enseñar. Siempre pienso lo mismo, ¿Cómo van a ser profesores y motivar a sus alumnos si no son capaces de vencer su miedo, su temor o su desgana a hablar en público y manifestar sus opiniones, sus ideas? Concluyo, como siempre, que es cosa de la edad, que ya madurarán y serán buenos profesores.
La clase se acaba, ha sonado el timbre, que lo anuncia. Todos se van por la puerta trasera hablando entre ellos. ¿Todos? No, sorprendentemente la chica de la primera fila, se levanta, pasa delante de mí, se detiene, esboza una sonrisa y muy cortésmente se despide: ¡Hasta mañana, profesor!, ¡Hasta mañana!, le respondo sorprendido, levantando la cabeza. No puedo evitar fijarme otra vez en ella, ahora veo su cabello moreno cayendo por su espalda, su culo realzado por sus vaqueros ajustados y sus deportivas.
Las clases van pasando y los alumnos han superado su medio a responder, van perdiendo el miedo a medida que cogen confianza, les ayuda mis comentarios distendidos, irónicos sobre algunos temas, que, incluso, arranca alguna sonrisa. La chica de la primera fila sigue ahí, tomando apuntes, preguntando, aportando nuevos puntos de vista, siempre con esa media sonrisa.
Cuando ya llevamos tres semanas de clase les proporciono una biografía con una serie de obras clave que les ayudará a enfocar la enseñanza de la materia de Lengua Castellana y su Literatura y la introducción de las Nuevas Tecnologías para apoyar sus clases y hacerlas más atractivas a su alumnado. También les informo de mis horas de tutoría para resolver sus dudas, y que incluso otros días, después de clase, se pueden pasar por mi despacho, ya que después de clase me suelo quedar en el despacho materiales para las próximas clases.
El jueves tenemos clase. Al finalizar me voy al despacho a trabajar y leer nuevas metodologías de enseñanza de la materia. De repente, alguien llama a la puerta de mi despacho. Digo: “¡Adelante”. Es la chica de la primera fila, le indico que se acomode en la silla y que me plantee sus dudas. Estaba muy interesada en el tema de los talleres literarios, para desarrollar la competencia lectoescritora del alumnado.
Pero eso creía yo, de repente se levanta y se acerca a mí y noto como sus pechos rozando mi espalda. Mi corazón empieza a acelerarse, espero que no lo note. Me pregunta que estoy leyendo, le contesto que nuevas metodologías del trabajo colectivo, se acerca más ahora siento su cabeza sobre mi hombro y responde muy resuelta, “muy interesante profesor”. Noto que me estoy excitando, quiero sacar esos pensamientos de mi cabeza, estoy en la facultad en mi despacho con una alumna.
Sin embargo, mi lucha está abocada a un estrepitoso fracaso, ella empieza a masajearme la zona del cuello y me dice: profesor, estás tenso, tienes la musculatura del cuello muy rígida y empieza a besarme y comerme el cuello. Una sensación de excitación y nerviosismo se mezcla y confunde mi cerebro. Pero, al final, me lleva el placer, el deseo. Me levanto y empiezo a besarla y comerle el cuello. Ella con sus sonrisa me pregunta: ¿Profesor, vas a seducir y jugar con una alumna? Y, ya irremediablemente, llevado por la pasión, le contestó que sí, que una personalidad tan fuerte y atrevida, me excita aun más.
Le quito la blusa y aparecen ante mi dos pechos voluptuosos vestidos por un bonito sujetador color rojo. Empiezo a tocárselos y le desabrochó el sujetador y comienzo a comerle sus sonrosadas aréolas y sus pezones. Estoy libando la ambrosía de su juventud. Sus pezones cada vez más enhiestos y duros invitan a lamerlos, chuparlos, como el bebé succiona con fruición su chupete. Sus manos corresponden desabrochándome la camisa y acariciando y mordiendo mi pecho, luego me desabrocha el pantalón y empieza a tocar con sus dedos mi pene.
Me estoy excitando, la cojo fuerte de las nalgas y la tumbo sobre la mesa de mi despacho, no me importa que los papeles puedan arrugarse, ahora solo pienso en disfrutar su cuerpo. Le quito el pantalón vaquero y la braga roja que lleva a juego con su sujetador. Mis dedos manos empiezan a recorrer una y otra vez su monte de Venus y mi lengua exploran sus muslos y sus inglés. Un jadeo me indica que ella también está excitada.
Mi lengua se introduce en su vagina, está húmeda, discurren por ella sus flujos; alcanzo su vulva y sigo lamiendo, saboreando sus flujos calientes. Mis dedos llegan a su clítoris y empiezan a estimularlo con suaves movimientos. Ella me acaricia la cabeza y me susurra: ¡sigue profe, no pares! Su vagina esa muy excitada, sus flujos cada vez son más abundantes y su cuerpo empieza a sufrir pequeños espasmos.
Me pide que pare, se levanta, se agacha y empieza a lamerme y comerme el pene. Lo hace despacio, recorriendo cada parte. Me mira con sus ojos penetrantes, le gusta verme excitado. Yo le acaricio la cabeza y le digo que siga, que no pare. Ella no deja de mirarme, ¡Profe estás muy excitado!
Sus movimientos de lengua y su boca han puesto mi pene muy duro y engrosado. La levanto, la cojo de sus nalgas y la tumbo encima de la dispensa. Ella abre sus piernas en v para que el pene pueda penetrar mejor. Cuando ya está dentro rodea con sus piernas mis caderas, para que pueda llegar más hondo en mi penetración. Empiezo a moverme para que mi pene baile en su vagina, ella me coge mi espalda con sus manos, cada vez aprieta más, señal de que también está disfrutando. Los dos nos miramos a la cara, nos pone todavía más ver la cara de satisfacción del otro.
Con mayor frecuencia mi pene baila en el interior d su vagina. Empezamos los dos a jadear. Sus piernas y sus brazos cada vez hacen más fuerza, sus dedos se han clavado en mi espalda, marca de su pasión. Siento que los dos estamos a punto de llegar a orgasmo, incremento el movimiento de penetración, los dos empezamos a experimentar espasmos involuntarios, hasta que finalmente un escalofrío recorre nuestras espaldas. Los dos gritamos, mientras mi semen explota contra el preservativo. Saco mi pene de su vagina, quito el preservativo, lo anudo, lo envuelvo en un papel y lo tiro a la papelera.
A continuación vuelvo junto a ella y nos besamos y nos acariciamos. Los corazones, caballos desbocados, van recobrando su ritmo habitual, regresan a su trote normal. Me encanta su sonrisa y su mirada penetrante. Me acerco a su oído y le digo que está radiante y que sus ojos brillantes me vuelven loco, ella sonríe y me come el cuello, me lo muerde pero sin dejarme marcas.
De vuelta a la calma nos vestimos, ella se levanta y se despide, ¡Hasta mañana, profe! Yo le devuelvo el saludo, ¡Hasta mañana! Durante quince minutos solo puedo pensar, nunca pensé que iba a tener una relación con una alumna, pero esta es especial, tiene la mentalidad de una mujer adulta, sin prejuicios, con las ideas claras y que sabe disfrutar del sexo.
Al día siguiente entro en clase como siempre cinco minutos antes para encender el ordenador, el proyector y abrir el Power Point correspondiente. Cuando me giro, la veo entrar, pasa delante de mí, muy resuelta y con su sonrisa pasa delante de mí y me saluda alegremente ¡Buenas tardes, profesor! Trago saliva y una voz entrecortada le devuelve el saludo, ¡Buenas tardes, Eva! Ahora el que quisiera agacharse y esconder la cabeza soy yo. ¿Quién es el profesor y el alumno? Ella es una sacerdotisa del sexo y yo quiero convertirme en su fiel devoto. Pero ahora debo centrarme en lo académico y mantener mi estatus de profesor. Y si hay un próximo encuentro, ella volverá a ser la maestra de la seducción, del erotismo y del placer. Es la teoría de la relatividad enunciada por Einstein.