Silvia y el Capitán

Silvia y el Capitán
Mientras bajaba por Ramblas camino de su primera singladura, como sobrecargo de un importante transatlántico, Silvia pensaba en la caliente entrevista de trabajo que tuvo la semana pasada. Caliente…nunca le había subido tanto la temperatura corporal.

Llegó al barco, y entró por la rampa de la bodega, dejando su querida Honda SH300 a los marineros que estaban estibando material.

Un marinero la acompañó al camarote del segundo, a medida que avanzaba por los pasillos y subía escaleras, su cuerpo se calentaba cada vez más. Recordaba la entrevista, y pensaba que si el recibimiento de su primer día como sobrecargo sería igual.

El marinero golpeó la puerta, y ella recibió cada golpe, con un sobresalto en su pecho.

Por fin, se abrió la puerta, y ahí estaba él, el hombre que la había hecho disfrutar como ningún otro.

• Pasa… -

Él cerró la puerta, y sin más comentarios se abrazaron con desesperación. Se besaron hasta el daño, él no cesaba de estrujarle los glúteos con ambas manos, y ella colgada de su fuerte cuello no le dejaba separarse ni un ápice.

Ella notaba el empalme de ese prodigio de polla que tanto deseaba. Quería volver a comerse ese melocotón que tenía por glande.

Sonó la puerta. Ella se sentó rápidamente en la primera silla que encontró, y él fue a abrirla.
• Mi segundo, el Capitán les espera en el puente.
• Gracias, ahora mismo subimos.

Ella tuvo que entrar al aseo, a limpiarse un poco la humedad que ya empezaba a supurar por sus bragas, camino de los muslos.

Él la apremió e inmediatamente ella salió, y abandonaron el camarote.

Mientras subían al puente ella pensaba: -mi chico está ahora currando tan tranquilo, y yo aquí acompañada de mi amante. Los hombres tienen un lema ‘mi corazón está con mi mujer, pero la polla va conmigo’. Pues yo voy a aplicarme lo mismo ‘mi corazón está con mi hombre, pero la raja va conmigo’. Y más me vale pensar así, porque esto seguro que está lleno de ‘melocotones’-.

• ¿Cómo es el Capitán? – preguntó Silvia a Roc

• Un hombre encantador, con amplios conocimientos y vivencias. Un profesional como pocos. Se retira este año. Es mi mejor amigo, y el único Capitán que he tenido. Llevo toda mi vida a su lado, y yo seré el que herede su puesto.

• Pues si es tú mejor amigo y colega de trabajo ¿le has contado lo nuestro?

• Claro. Este barco funciona a la perfección, porque entre él y yo no hay ningún secreto. Nos pasamos más de media vida aquí, y es lo mejor que podemos hacer, compartir todo, absolutamente todo. Tú misma lo podrás comprobar al tener un cargo de mucha responsabilidad.

Llegaron al puente, y el segundo la presentó al Capitán.
• Capitán, Silvia la sobrecargo.
• Encantado Silvia – y alargando su mano, dijo el Capitán con voz muy curtida por años dando órdenes, y años de echarse al pecho brisa marina mezclada con buen ron.
• Encantada y a sus órdenes mi Capitán – respondió Silvia, sin que le temblaran un poco las piernas.

• Vamos al alerón a ver la maniobra de desatraque – ordenó el Capitán
• Por tu cargo no tienes por qué estar aquí, pero ahí fuera hay alguien que te quiere saludar, y yo quiero hablar luego un rato contigo – la dijo el Capitán
• A sus órdenes – respondió ella arqueando un poco una ceja, como sorprendida.
Al salir al alerón, el Capitán le indicó que mirara hacia abajo.

Primero se impresionó con la altura de esa ciudad flotante -nunca había trabajado en un barco tan grande-, y la segunda impresión fue al ver al Práctico que guiaba la maniobra de salida del puerto, era un íntimo amigo de sus padres. Se saludaron con las manos, y se concentraron cada uno en su faena.

Ella observaba al Capitán, y de vez en cuando al segundo, intercambiándose guiños y sonrisas.

Silvia se hizo una imagen del Capitán: -evidentemente tiene más de sesenta tacos, porque se va a retirar. No es como mi ‘melocotón’, pero se conserva muy bien, es alto, corpulento, un poquitín de barriga, un buen culo, pelo canoso sin ser todavía blanco del todo, ojos verdes que te penetran hasta el alma, y dice el segundo que está lleno de experiencias, será interesante escucharle contarlas. Y los hombres maduros siempre me han parecido interesantes, y este está sobrado de eso. Me encanta este barco… – la voz del Capitán la interrumpió.

• Vamos a mi camarote los tres – dijo mirando al segundo.

El segundo encabezó la marcha seguido por ella, y el Capitán detrás observándole el cuerpo.

“Vaya popa tiene la nena. Que apretada y redonda…hay que ser muy hombre para atravesar ese culo. Me comería ese cuello y esos hombros tan bien contorneados. Con un culo tan prieto, seguro que tiene unos labios carnosos.” – iba analizando en su cabeza el Capitán.

Llegaron a su camarote y despacho.
Se sentaron en un amplio sofá, y mientras se tomaban un café, el Capitán le fue explicando lo que quería y esperaba de ella. La advirtió del tipo de barco que era, es un barco cargado de una amplia tripulación de mujeres y hombres, de todos los gustos, colores y sabores. Y eso provocaba infinidad de relaciones humanas.

Y a eso, había que añadir los clientes que embarcaban para pasar una temporada de vacaciones. Resumiendo, unos miles de personas en un mismo pequeño pueblo flotante, durante dos o más semanas.

A Silvia se le cruzaban unas personas y otras dando vueltas sin parar por el barco, se decía para ella -vaya tela marinera, y nunca mejor dicho -.

El Capitán apretó un botón, y a los pocos minutos apareció una chica de unos treinta años.
Uniformada con falda y toda de blanco, al igual que ella.

• Silvia te presento a mi asistente personal, Diana te presento a Silvia, nuestra nuevo sobrecargo.

• Encantada y a sus órdenes – dijo Diana

• Igualmente Diana, y gracias.

• Diana hazle a Silvia un recorrido por encima de todo el barco, y luego volver aquí.

• A sus órdenes – respondió Diana, dándose media vuelta y saliendo del camarote, seguida de Silvia.

Mientras iban por pasillos y escaleras estrechos, Silvia observaba el espléndido cuerpo de Diana.
Tenía su misma altura, pelo negro, ojos negros muy vivos, nariz suavemente curvada apuntando al frente, labios finos y bien formados, pintados de rojo fuerte, mentón recio, amplios pechos firmemente sujetos por su lencería, cintura estrecha, buenas caderas, buenos y firmes glúteos, y buenos muslos, y buenos gemelos. Andaba con aire marcial. Ese cuerpo debía hacer bastante ejercicio, parecía sacado de una película de comandos especiales de mujeres.

Diana hizo un buen recorrido, en especial por las zonas que más transitaría Silvia. Fue muy amable con ella, y se entabló una rápida amistad, esas en que te dejas llevar por la primera impresión.

Después de dos horas volvieron al camarote del Capitán. Llegaron cansadas y sudadas. El Capitán nada más verlas entrar las dijo:
• Por vuestro aspecto, os habéis pateado bien el barco, daros una buena ducha y relajaros, yo mientras os voy preparando un refresco. – lo dijo invitándolas con una mano a que lo hicieran en su propio baño.

Diana cogió de la mano a Silvia, y se la llevó al dormitorio del Capitán, donde estaba el estupendo baño.
Silvia se dejó llevar, con un sorprendido y excitado estado de ánimo.

Diana se desnudó, y viendo a Silvia parada por la sorpresa, empezó a desnudarla.
• Vamos a la ducha, verás que bien te sienta.

Silvia acertó con el cuerpo de Diana, era igual que el de un comando especial mujer.

Diana metió a Silvia bajo la ducha, ambas se miraron sonriéndose.

• ¿Ya estás más tranquila? – dijo Diana
• Sí. Me sorprendí porque no estoy acostumbrada a estos recibimientos.
• Pues ves acostumbrándote, estas en un super transatlántico, y esto casi forma parte del trabajo. Esto no es un buque carguero, es un buque cargado de relaciones humanas.

Y acto seguido Diana cogió la cara de Silvia y la besó suavemente en los labios.

Diana separó la cara, y la miró. Silvia estaba con los ojos abiertos, abiertos por una nueva sorpresa. Volvió a besarla, esta vez con ganas.

Sin dejar de besarla, arrimó su cuerpo hasta empujar con sus durísimas tetas, las de Silvia.
Lo mismo hizo con el vientre.

Silvia totalmente rígida, empezó a notar ese calor característico, de cuando se rozan dos cuerpos que no se repelen.

Diana viendo la ausencia de resistencia, la abrazó por todo el cuello, y no paraba de besarla por la boca, la cara, el cuello y los hombros. En especial atención a los besos con lengua. Le hacía remolinos, recorría cada rincón de la boca, se la mordía y estiraba de ella hacía fuera, sin dejar de darle con la suya, volvía a entrar y se la metía hasta la garganta, era una auténtica serpiente.

A Silvia empezaba a gustarle esas caricias, y el roce de ese cuerpo, levantó las manos y las depositó tímida y suavemente en las caderas de Diana.

Era su primera vez con una persona de su mismo sexo, y se sentía a gusto. Siempre pensó que sería así, pero nunca dio el paso para comprobarlo. Esta vez el paso lo había dado esa especie de sargento Oneil.

Diana al sentir las manos de Silvia en sus caderas, supo que este terreno estaba ganado, y arremetió con más fuerza su vientre contra el de Silvia.

Silvia empezó a acariciarla más y más alto, sus manos finalmente alcanzaron los pechos de Diana. Esos pechos estaban entrenados para la guerra, Silvia los apretaba y masajeaba con todas sus fuerzas, y parecían no alterar su consistencia.

Diana reaccionó inmediatamente, puso una mano sujetando la parte trasera de la cabeza de Silvia, y la presionó boca a boca, sin dejarla opción a escaparse, y comenzó un frenesí de intercambio de lenguas y saliva.

Con la otra mano, le agarró los glúteos hincándole los dedos, y pegó toda su vulva contra la de Silvia, empujándola una y otra vez, y frotándola a izquierda y a derecha, haciendo círculos clítoris contra clítoris. A cada empujón y fricción, se notaban más las mezclas de humedades, que a su vez ayudaban a aumentar la calidad y velocidad, de esos bajos magreos.

En un instante de respiro Silvia gimió profundamente, y bajó rápida a chuparle el pezón derecho a Diana. Se encontró con un pezón marrón oscuro, grande y duro como la teta que le sustentaba, le dio la impresión de estar chupando una cereza negra y grande.

Estaba empezando a morderla, cuando Diana gimió muy fuerte, y cogiéndola a horcajadas se la llevó a la enorme cama del Capitán.

El Capitán estaba esperándolas sentado en un sillón frente a la cama, con la polla fuera del pantalón. Polla bien trabajada durante sus sesenta y pico años, y a punto de retirarse junto con el resto del cuerpo que la llevaba a todas partes.

El Capitán no tenía claro si esa polla tenía vida propia, notó infinidad de veces que su cerebro le decía una cosa, y esa bicha hacía otra. Y no podía controlarla, al final tenía casi siempre que hacerla caso, o sea, ella mandaba más que él. A sus años no iba a darle más vueltas, eso era así y punto, y por eso mismo, estaba sentado en su sillón favorito esperando a las mujeres. Por experiencias pasadas, sabía que Diana se llevaría a la cama a “la nueva”.

Sus antiguos dieciocho centímetros se pusieron en marcha al ver llegar a Diana con una hembra de esas que le privaba. Redondita y blanca por todas partes.

Cuando Diana la soltó en la cama, pudo ver una vulva carnosa, y un monte de Venus que efectivamente era un monte. La polla se tensó al instante al verlo.

Diana puso en cruz los brazos y piernas de Silvia y le dijo: “quietecita así, y a obedecer mis órdenes, en la cama mando yo”.
• A sus órdenes mi sargento – respondió Silvia, y el Capitán se sonrió.

Diana le mordía y retorcía los pechos y los pezones, al tiempo que le metía unos dedos por la boca, y los otros los frotaba contra la raja, y le retorcía el clítoris hasta ponerla dando brincos.

Bajaba a las caderas y el vientre, le apretaba con las manos, como restregándolas, y le pasaba de lado a lado la potente lengua.

Como si fuera un alargado bocadito de trufa, le lamía y mordía de lado la vulva con su clítoris dentro, y se lo retorcía hasta notarlo duro, duro, y verla retorcerse como una anguila fuera del agua.

Le metía por la raja la puntiaguda nariz, al tiempo que le daba con la lengua en el culo, y le soltaba saliva al mismo ritmo.

Silvia tuvo dos orgasmos seguidos, que de sus estertores se salió la cara de la sargento.

Ésta aprovechó la ocasión, poniendo a Silvia a cuatro patas, y empezó a morderle todos los muslos y nalgas. La azotó con sus manos, y le comió, y chupo con ansiedad bélica el ano.

Silvia comenzó otro orgasmo, esta vez era el ano lo que le daba contracciones, nunca había notado ese placer.

Diana la dejó corriéndose, se fue al armario del Capitán, y sacó un dildo negro tamaño bigdick con arnés, se lo coloco a Silvia, se puso debajo de ella y le dijo: “¡¡ nenaza, fóllame sin contemplaciones ¡!.
• A sus órdenes mi sargento – volvió a decir Silvia.

El Capitán volvió a sonreírse, y aceleró su ritmo de masturbación, sabiendo que se acercaba el momento de atracar esa polla bananera, en ese nuevo puerto carnoso que tenía a la vista.

Diana ocupó el sitio de Silvia, y ésta se puso encima, y sin más preámbulos, siguiendo las órdenes recibidas, puso ese enorme bicho en la puerta de la raja de la sargento, lo cogió firmemente con una mano, y empujó con todas sus ganas.

Diana gritó: “¡¡ bien, muy bien, cacho zorra !!, ¡¡ ahora empuja, saca, mete, dale !!

Silvia le daba con frenesí, le encantaba toda esa novedad, estaba con los ojos cerrados concentrada a tope, sintiendo cada movimiento, y creía que también a ella le estaban metiendo otra polla artificial, la sentía como de verdad. No paraba, estaba más enloquecida que la sargento.

De pronto notó que unas manos le agarraban las caderas, era el Capitán la estaba penetrando por el coño. No era su imaginación, era verdad que tenía dentro una polla de carne.

No era el pollón del segundo, pero le llenaba su apretado coño y le gustaba.

El Capitán la empujaba y ella a su vez a la sargento, ella sacaba hasta la mitad esa enorme polla negra, y con sus nalgas empujaba las ingles de él.

Él no aguantaba más, la edad exigía más rapidez, las chicas aceleraron a tope, y empezaron a venirle orgasmos, los de la sargento eran salvajes, gritaba, y agarrada a la cama empujaba tan fuerte hacia arriba que tiraba atrás a Silvia y al Capitán.

Silvia no daba crédito a sus ojos al ver cómo le cabía esa manguera a Diana.

Se corrieron los tres, el Capitán en la vagina de Silvia. Ella se acordó de su chico, y le vino un orgasmo doble.

El Capitán volvió derrotado a su sillón.

Diana ordenó a Silvia que pusiera su raja en su boca para absorber todo el semen del Capitán, y los jugos vaginales de ella. Absorbía con tal fuerza que Silvia creía que le sacaba las entrañas ¡qué fiera de mujer! – pensó.

Cuando terminó, le dio la última orden: “¡ buena zorrilla, muy buena ¡, para terminar límpiale con la lengua la polla al Capi”.

Se puso de rodillas entre las piernas del Capi, y le lamió hasta la última gota de un semen nuevo para ella. Debido a la edad estaba más licuado, pero le gustaba igualmente, tenía un sabor parecido a un Mai Tai, sería por el ron bebido por el Capi durante tantos años.

• Esta es tu primera singladura en un buque de relaciones humanas y este ha sido tu bautizo – le dijo el Capitán acariciándole la cara.

FIN
Enhorabuena, nos ha encantado, deseando leer el tercer capítulo 👏🏻👏🏻👏🏻
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