Sola
Era un viernes por la mañana con eso del teletrabajo se pasaba muchas mañanas sola. Ayer se había quedado trabajando hasta muy tarde. Eso de trabajar en casa era una arma de doble filo. Nadie lo contaba, pero acababa echando más horas que cuando iba al despacho. Y eso que no se había escapado de un ERTE, pero mejor se lo tomaba de forma positiva; podía disfrutar de momentos mañaneros únicos.Se había levantado tarde. Pensaba gozar del silencio, y de un buen desayuno. Leía una novela erótica envuelta en su suave y mullido albornoz mientras tomaba su zumo. Un lujo. Empezó a calentarse. Su mente rápidamente se sugestionaba.
Se levantó y se fue al vestidor. Ya se había extendido aceite, absolutamente, por todo el cuerpo al salir de la ducha y ese olor caliente de canela y cítricos junto a su calentón llenaba sus fosas nasales. ¡Qué importante era el olor! Podía estimularla o cortarle el rollo de golpe.
Se situó delante del espejo. Bajó la iluminación y se sentó con el culo en el límite del sillón. Solo llevaba unas braguitas, negras de encaje, que se enrollaban mientras bajaban entre sus piernas y detuvo en las rodillas, doblo su cintura hacia delante, olió su propio aroma y lamió su esencia. Su lengua atrapaba sus propios jugos para saborearlos. La lectura ya la había lubricado.
Su mente pensaba en como le gustaría que él estuviera ahí, apoyado en el quicio de la puerta, mirándola. Descalzo, con unos tejanos azules, abiertos los botones mostrando esa zona tan sexy y una camiseta negra un poco gastada con ese tacto tan único de las prendas muy utilizadas.
¿Le gustaría ver cómo lamia sus braguitas mientras lo miraba a los ojos y su nariz se untaba de su propio flujo?
Dejó que las braguitas descendieran y se abrió de piernas frente al espejo. Empezó a tocarse el abdomen, pellizco el pezón derecho mientras la otra mano se deslizaba entre sus piernas. Había tenido una pareja que se moría cuando la veía masturbarse. No sabía si a él le gustaría, aún no lo conocía tanto.
Coqueteos, sexteo, gloriosas corridas telefónicas..., pero aún había margen de conocimiento. ¿Qué inesperadas alianzas habían propiciado Joy y el confinamiento? Unos mixtos imprevistos y apasionados.
Si lo escribía y lo publicaba lo sabría. Conocería su reacción. No se lo había planteado, pero Joy iba a darle la respuesta
Agarró una bolsa que tenía dentro de una caja negra. Su juguetería. El sonido de una cremallera rompió el silencio y un dildo negro surgió de ella. Un lubricante acuoso mojo sus dedos que serpentearon hasta su centro. Y se desplazaron para introducirlo entre sus nalgas.
Sus dedos tocaron y acariciaron el clítoris para después escurrirse en su vagina. Mientras una mano le daba gusto en su sexo la otra rebuscó entre sus piernas.
Agarró un vibrador con apéndice. Untó sus fluidos mezclados con el gel sobre la superficie del vibrador de silicona y lo introdujo despacio mientras daba al botón. Iba entrando y saliendo. Se detenía y lo dejaba un rato quieto sobre su vulva abierta ejerciendo presión para darse mayor placer. Cambió el juguete y cogió un consolador, sin apéndice más pequeño, no necesitaba esa profundidad, en ese momento, solo el contacto continuo en esa zona rugosa de su interior. Dentro, fuera. Dentro, fuera. Ver esa “falsa” polla roja entrar y salir brillante de su coño, entre sus muslos, la excitaba.
Cogió su Lelo, su succionador morado, mientras la suave vibración en la vagina llena por el consolador era constante y de forma gradual iba aumentando el calor en su interior. Sin hacer nada más. Estaba casi tumbada sosteniendo el consolador.
Ahora era el momento, abrio sus piernas, posó a lelo sobre su clítoris inflamado y expuesto. Vibración, movimientos circulares, más cerca, más lejos y una succión insistente hicieron que su cuerpo empezara a volverse loco, sus piernas rígidas en tensión, convulsiones de placer recorriendo su cuerpo, un líquido translúcido y caliente empezó a resbalar por su culo, un gemido roto, intenso y primario llenó la estancia y un orgasmo la llevó al más absoluto paroxismo.
Justo le entró un WhatsApp: “Te veo en mi cabeza, te veo tocarte..., ¿estás libre esta tarde? ¿Llamada?”
Joder, con la Pandemia, qué ganas de poder moverse, conocerse, tocarse, acariciarse, besarse y follar como locos, hacía unos días había leído una frase ““No hay argumento que soporte la represión del deseo y mucho menos la del amor.” (*) , pero había que apañárselas y, él había resultado un hombre interesante, juguetón, divertido, sensual, cortés (de esos que siempre contestan y creen que la buena educación es una forma de ser no una manera formal para algunas ocasiones) con una gran imaginación y muy, muy sexual.
Sus manos, sus dedos, su boca, su lengua, su polla..., no sé cuánto más iban a aguantar los argumentos.
La respuesta: “Toda tuya. ¿Te llamo a las cinco?”
(*) Julio Llamazares en su artículo a propósito de S.Valentín “El amor en tiempos de covid" en una clara alusión a García Marquez nos habla de ello. (El País, 13/2/2021).