Los lunes de Lola

Los lunes de Lola
Aquel lunes el chocho de Lola se abrió pensando en Marcel. Se habían conocido en la habitación de un hotel en Girona. La propietaria de la almeja, nuestra admirada Lola, había ido a tomar el café en el bar del hotel, abierto al público en una céntrica plaza . Los ojos, la prestancia y la espalda de Marcel encendieron los deseos de la peluquera. Y ahora su clítoris recordaba la lengua y los labios del trajeado caballero francés. Los dedos de Lola se movieron con frenesí para apaciguar el botón que dominaba completamente su cerebro.
Lola era un tío. Sus ganas de sexo y su determinación en saciarlas la emparentaban con los hombres. Y cada lunes, con la peluquería cerrada, Lola se lanzaba a la caza de caballeros. Y eso es lo que se disponía a hacer una semana más.
La muy hembra se calzó unas medias de seda con ribete, que se acompañaban de un precioso culotte. La mini negra apenas tapaba las excitantes puntillas. Sus espléndidas tetas se ceñían con un sujetador negro, que una blusa abierta mostraba al afortunado mirón.
La loba guió su coqueto cinqüecento hasta el párquing de aquella plaza gerundense. Entró en el bar de aquel cuatro estrellas que le servía de picadero de caballeros. Alli había devorado cuerpos de macho que eran contenidos por caros trajes hechos a medida. Marcel, Carlo, Dieter eran los nombres de los últimos poseedores de pene que Lola había chupado y disfrutado. Todos ellos ejecutivos perfumados y muy bien vestidos. Porque la loba era selectiva, mucho, y necesitaba machos que estuviesen a su altura.
Pidió un café a un nervioso camarero que no quitaba el ojo de sus maravillosas piernas y sus voluptuosas tetas. No era el único: un par de sesentones habían dejado de hablar al verla entrar. La miraban como si quisieran desnudarla con los ojos.
Lola estaba a disgusto, y no por el deseo que despertaba su cuerpo, sino porque ninguno de los tíos que había en la cafetería producía el mínimo atisbo de humedad en su coño. Ningún macho encorbatado, bien calzado y con la promesa de un cipote que pudiese saciar su hambrienta almeja.
Contrariada, escapó del bar del hotel. Caminaba por las calles de Gerona con la esperanza que un encuentro le iluminase el chichi.
De repente, oyó una voz juvenil y masculina que salía de un coche:
• ¿ Quieres subir ?- El dueño de la voz la miraba desde unos ojos verdes, que impactaron en su vulva y llegaron a su cerebro para que sus carnosos labios dejaran escapar:
-Sí, me gustas. Subo
Los ojos pertenecían a un chico de unos 22 o 23 años, delgado, bien vestido, guapo.
• Hola, me llamo David.
-Soy, Lola, encantada.- Lola lo saludó con un pico rápido y decidido. La loba nunca se cortaba.
• Me has impresionado Lola, eres guapísima.
Lola sonrió, pensando que David no sabía que ése era su día de suerte
El chico le explicó que vivía en un piso de estudiante, a cinco minutos de donde se encontraban. Era alumno de literatura española en la U.D.G, y trabajaba como dependiente en la librería más antigua de Girona.
• Tengo unas pizzas en casa. Te invito a comer- balbuceó el joven.
• Sí, me gustará comprobar la calidad de tu “ pizza “-respondió pícaramente la peluquera

Pero quien primero comprobó el buen sabor de una entrepierna fue David. La cama de aquella habitación pudo ver como el joven aprendiz de filólogo se comía el conejo de la muy hembra. Los labios del dependiente de la vieja librería morrearon la sonrisa vertical de Lola, que se sentía mojadísima y deseosa que su botón de placer fuera atendido.
• Nene, que buuueeenoo...ahora el clítoris.
-Sí...lo que diga la señora.
La punta de la lengua del estudiante daba golpecitos en el botón de placer de Lola, que no tenía suficiente. Cogiendo la cabeza del joven la amorró contra su coño. El nene comprendió y comenzó a aplastar su lengua contra el clítoris de la peluquera.
La voluntad del estudiante no apaciguaba el fuego de la mujer.
• Aparta,nene...que me lo hago yo.
Lola empezo a masajear con ahínco su voluminoso botón carnoso y erectil.
-Anda, nene, chúpame las tetas.
David se aplicó con la primera, pero…
• Nene, las dos...joder
-Así lo hizo el “ nene “ y, al fin….
-¡Ahhhhh...joder, que gustooooo…!- ululó la loba al alcanzar el clímax que tanto anhelaba.
-Lola, la próxima vez lo haré mejor- musitó David, con el temor del que piensa que va a perder algo muy valioso.
-Tranquilo, chaval, me gustas. Además, soy una tía de palabra, y aún tengo que chupártela. Pero, por el momento, sueña conmigo-sentenció la muy hembra, mientras guiñaba un ojo al esforzado muchacho y le daba su número de móvil.

De regreso a casa, mientras tragaba quilómetros con su cinqüe, Lola pensaba que, a pesar del inicio en la cafetería del hotel, había sido una jornada productiva. Ahora no sólo podía follar los lunes con los trajeados y perfumados caballeros, sino que poseía a un joven culto, educado y guapo para saciar todas las necesidades de su ardiente vulva.

Aquella noche durmió feliz.
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