La serpiente y ella - Parte II

La serpiente y ella - Parte II
La cabeza ya estaba subiendo por el interior de sus muslos, notaba perfectamente la fría suavidad de la piel de la serpiente, y eso la excitaba, pero no tanto como esa doble lengua que iba tanteando cada centímetro de sus muslos.

Cuando llegó a la altura de la raja, la serpiente hizo una pausa. Comenzó a dar rápidos lengüetazos por esa zona, y ligeros empujones con el hocico. Notaba que detrás de esa suave lencería, vivía algo húmedo y caliente como sus presas.

Lamía y empujaba cada vez con más interés, y ella cada vez se ponía más caliente y húmeda. Era un circulo vicioso, ella temía anticipar un orgasmo, pero ante la impenetrable humedad de la braga, la serpiente se dio por vencida y decidió continuar su camino.

Ella la miró cara a cara. Subía lentamente tanteando el terreno de lado a lado, deslizando la parte central de su cuerpo la más gruesa y pesada, por el interior de los muslos, la puerta de entrada, el pubis, y el bajo vientre. Era un placer nuevo y mareante, miró al cielo y cerró los ojos.

Llegó a la altura de dos bultos que también desprendían calor, pero no humedad. Volvió a pensar qué si serían presas, dadas por su ama para alimentarse. Pero nuevamente se encontró, que estaban encerradas detrás de un material que sabía igual que el de abajo.

Paró su ascenso, replegó casi todo su cuerpo en el bajo vientre de ella, dejando un buen tramo de la gruesa cola entre los muslos, apretando en especial el acceso a esa zona húmeda y caliente. La quería tener vigilada, por si surgía la más mínima oportunidad de entrar y comer.

En esa cómoda posición, continuó merodeando por esos dos bultos, pasaba por encima, los pezones respondían a su paso.

Se deslizaba alrededor de los pechos abrazándolos con ligera presión, respondían con tensión y ligeros temblores.

Ella tenía las manos crispadas y hundidas en la arena del terrario, apretando con todas sus fuerzas puñados de arena.

La cara le ardía al igual que los pechos y la vagina, eso hizo que la serpiente detectara ese calor, y se le acercara en más de una ocasión, lamiendo su cuello y su cara.

Ya no pudo aguantar más, y derramó sus primeros fluidos, con todo el control que pudo para no asustar a la serpiente. Se quedó arqueada sujetando la tensión del primer espasmo.

La serpiente notó en su cola la repentina subida de calor, y automáticamente abandonó los pechos y se dirigió hacia abajo.

Apartó la parte del cuerpo que tenía encima del bajo vientre de ella, y se lo enroscó a ella por la parte arqueada de la cintura. Con esa afianzada postura, tenía libre toda su cabeza y dos palmos más para averiguar que había pasado en la zona caliente.

Su lengua bífida detectó que también la humedad había subido, ese material que le prohibía la entrada estaba empapado de esa humedad característica que detectó desde un principio, y nueva para ella.

Se puso nerviosa, movía la cabeza y la lengua sin parar buscando la entrada. Empujaba con el hocico, lamía con desesperación, recorría los limites de la braga con la piel, buscando esa ansiada entrada.

Ella apretó más los muslos, para evitar o alargar otro orgasmo.

Eso hizo que la serpiente se concentrara en otras zonas, hasta que detectó en la del vientre, que ese material que le impedía acceder estaba más flojo.

Aplicó el hocico, presionó un poco y logró entrar.

Ella se puso muy, muy nerviosa, empezó a tener pequeños temblores.

La serpiente los detectó, y parecía que eso la animaba, porque a cada temblor, su cabeza hacía más fuerza para intentar abrirse paso entre los muslos cerrados. Retrocedía y con la lengua le daba con velocidad al clítoris y la zona de los labios que no estaba enterrada entre los muslos. Lamía toda la humedad que podía, y que no dejaba de emanar al interior de su ambiente.

Dejaba el clítoris, y volvía a empujar por los muslos, sabiendo de donde salía ese exceso de calor, y de esa humedad que tanto le gustaba lamer y tragar.

A su manera, del placer que debía sentir, la apretaba por la cintura, y eso también le daba a ella más excitación y cierto temor.

Le llegaba el segundo orgasmo y no podía controlarlo, ya sabía que la serpiente también se excitaría más, al tener más jugos que lamer, y más calor que buscar.

No sabía como terminaría esto, era su primera experiencia.

Se levantó de golpe. La serpiente ante la sorpresa se cayó sobre la arena, dejando la braga bajada hasta más de la mitad de las nalgas, y con el pubis totalmente descubierto.

Sin subírselas, ella salió del terrario, y desde la puerta se quedó mirándola.

La serpiente se fue a su rincón favorito, se enroscó, y levantó su cabeza en dirección a su ama, sacando y metiendo la lengua.

Ella hizo lo propio con sus manos y su vagina, hasta que en pocos segundos le llegó el segundo orgasmo mirando a su nueva amante.

La serpiente volvió a detectar en el ambiente ese exceso de humedad, avivó los movimientos de su lengua, hasta absorber toda esa humedad. Acomodó su cabeza en su cuerpo, se quedó mirándola, y pensó: -nos volveremos a ver-.

Continuará...
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