Doble para Lola
¡Uffff...qué calorrrr! - aulló Lola, mientras engullía una polla por el culo y la otra por el chichi.La loba siempre había fantaseado con ser penetrada doblemente...Las vergas de Joan i Albert convertían su sueño en carne.
Lola sabía como calentar a los machos jóvenes. Albert i Joan eran dos chicos de 20 años. Estudiantes y jugadores de balonmnano en aquel pueblo gerundense donde Lola se acababa de separar de un marido cincuentón y frígido. Ella, a sus 35, echaba humo por los bajos.
• Guapos, os quiero ver la polla...bajaos los pantalones, que me las quiero meter en la boca- dijo Lola, poniéndose de espalda a los nenes y bajándose el legging para enseñar un culazo que convirtió en rígidas las pichas de los jóvenes machos.
La loba atacó los miembros de los corderos. El de Joan recibió la mamada temblando de placer, el de Albert sintió la garra de la depredadora y creció de golpe. El mete y saca en las fauces de Lola se acompañaba de un arriba y abajo a lo largo del miembro del otro tío.
Lola era propietaria de una peluquería unisex. Ella prefería ocuparse de las cabezas de los hombres, sobretodo si esas testas pertenecían a jovencitos. Se pirraba por los nenes en los inicios de la veintena. De polvo fácil y corrida rápida, el coño de la mujer apreciaba los tres o cuatro polvos que le daban los machos jóvenes y potentes. Poco le importaba que la leche saliese en 30 segundos de la barrita ( así le gustaba nombrar al pene ), ella usaba sus dedos para llegar al orgasmo. En realidad los niñatos eran un complemento: ella era el sexo. Deseaba que descargasen rápido para luego masajearse el botón de manera enérgica y total.
• ¡ Qué buenos estáis, nenes !- Quiero sentir vuestros pollones en el chorri y en el culo.
Los dos jugadores de balonmano no hablaban, sus barritas respondían por ellos y se convirtieron de golpe en dos varas de acero dispuestas a perforar los agujeros de la loba Lola.
• Nenes guapos, quiero sentiros a los dos. Os voy a enseñar, hacedme caso, lo pasaréis bien.
La hembra dominante cogió al primer cachorro y lo tumbó, boca arriba, en el catre.
-Un momento, guapo, que mi culo necesita sus preparativos.
El lubricante anal fue regado con profusión en el voluptuoso orificio de la depredadora. Ella misma preparó su boquete con aquella sustancia oleosa que le permitiría alcanzar la cima del placer, y ¡ sin dolor !
Lola ensartó su coño en la verga de Joan, que adquirió proporciones hercúleas en la húmeda cueva de la loba.
• Albert, métemela por el culo, cariño, pero poco a poco.
La criatura que Albert tenía entre las piernas se torcía a la derecha. Los 19 centímetros de polla tuvieron que ser dirigidos por la mano del joven hacia la entrada que protegían las exuberantes nalgas de Lola. El cipote fue entrando suavemente en el estrecho pasillo de carne de la loba.
• ¡Joder, que gustooooo…!- aulló la hembra, sintiendo en sus entrañas la leche de los cachorros.
Joan y Albert no habían tardado dos minutos en descargar su joven semen. Lola aún tenía que acabar la faena.
• Va, apartaros. Quiero hacerme un dedo.
La habitación de aquel piso de estudiantes siempre recordaría el tremendo rugido de la caliente hembra al acabar de masajear el gran clítoris que presidía su vulva:
• ¡ Vaya par de cipotes que tenéis, neeeeneeeesss…!
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