Prodesse et delectare
Hoy es el día, es 13 de febrero de 2020 tengo que llegar al instituto media hora antes porque hoy llegan a nuestro centro el grupo de profesores y alumnos alemanes que estarán en nuestra ciudad durante dos semanas con motivo del intercambio del programa Erasmus que realizamos con centros de otros países para aprender nuevas metodologías didácticas y mejorar nuestras distancias en otros idiomas, sobre todo, inglés o francés. Llego al instituto y la directora me dice que ya nos están esperando en el salón de actos. Me dirijo hacia allí, repasando mentalmente el discurso de bienvenida y de ánimos para que disfruten de la estancia en nuestra ciudad, de las experiencias de compartir clase con nuestros alumnos tanto en las aulas como fuera de ellas, ya que convivirán durante esas dos semanas para que mejoren su español, hagan nuevas amistades y disfruten de las actividades que organiza tanto el instituto como las familias. A los profesores ofrecerles nuestra hospitalidad, enseñarles nuestra ciudad, aprender y mejorar su dominio del español e intercambiar nuevas experiencias educativas.Ya estamos en el salón, empieza a hablar la directora, es un discurso institucional, mero formalismo de bienvenida al centro y del esfuerzo de centro para que se sientan lo más cómodos e integrados durante esas dos semanas, así como nuestra disposición para que cuenten con nuestra ayuda y apoyo por si surge algún problema o contingencia.
Yo, mientras, estaba abstraído en mi discurso, cuando en un momento, levantó la cabeza para ver al público al que voy a dirigirme y me llama la atención una figura femenina sentada en la primera fila. Es una mujer rubia, ojos intensamente verdes, con un cuerpo de estilizado, creo por la práctica deportiva, como demuestra sus gemelos perfectamente definidos y estilizados. Desvío la mirada, no quiero que se dé cuenta que la estoy observando y se sienta intimidada, vuelvo a pensar en mi discurso y trato de olvidarme de la belleza de la profesora alemana, mi imaginación ya está volando y ya la ha comparado con una valquiria, por su hermosura, parece una auténtica deidad nórdica.
Con el discurso luego olvidarme un momento de ella. Una vez terminado el acto de recibimiento, los alumnos se van a las aulas correspondientes y nosotros nos quedamos charlando amistosamente con los profesores alemanes recién llegados. Un profesor alemán, que parece el coordinador, se acerca a hablar conmigo, yo le escucho, pero mi vista se va inevitablemente a la diosa nórdica, ahora está de pie y puedo admirar su figura, su cuerpo escultural, esculpido por horas de gimnasio, unas curvas que se insinúan en ese jersey y esos pantalones que se ciñen a su cuerpo como una segunda piel, pero, sobre todo, el contraste de sus cabellos rubios, trigo maduro al sol de agosto, sus labios carnosos, dulces resaltados por el rojo carmesí, frescas y dulces fresas y las esmeraldas verdes de sus ojos, que como el faro del puerto atrae a los barcos al embarcadero.
Quiero ser educado y cortés con el profesor alemán, pero busco una disculpa para poder acabar la conversación e ir a conocer a esa beldad de mujer. Con la disculpa de presentarme a los demás profesores, me despido de mi anfitrión y voy en busca de la divina valquiria.
No sé si hablará español así que dispongo a recibirla en francés y darle la bienvenida; sin embargo, tras la presentación, quedo impresionado por su dominio del español, lo habla perfectamente, es prácticamente bilingüe en español. Nos presentamos y le deseo una feliz y provechosa estancia en nuestra ciudad. Trato de disimular el examen radiográfico que continuamente hago de su bonita cara y su esculpido cuerpo. Ella me cuenta que le gusta conocer las ciudades que visita y conocer su historia y me pide que si podría mostrársela. Mi corazón se desboca y le digo que claro que sí. Mañana es sábado, sus alumnos están con las familias de acogida y tenemos todo el día para conocer la ciudad. Quedamos a la mañana siguiente, sábado 14 de febrero, delante del hotel donde se hospeda.
Tardo en conciliar el sueño, quiero causar una buena impresión y no ser pedante, quiero mostrarle los lugares emblemáticos y la historia de nuestra ciudad, pero sin mostrarme como un pedante y aburrido sabio. Al fin, a las cuatro de la mañana logro dormirme, y la valquiria alemana se cuela en mi sueño y hacemos el amor, la mancha de mi bóxer guarda el recuerdo de nuestro encuentro amoroso.
Me ducho, me afeito, me peino, me pongo la colonia que solo utilizó cuando tengo una cita, extraigo de mi armario mis mejores ropas, quiero causarle la mejor impresión. Puntual, llegó a nuestra cita; ella está bellísima, su media melena rubia, sus ojos verdes, su cara blanca sonrosada y un vestido que acentúan aún más sus curvas, que invitan a pecar.
Me centró en nuestra conversación y la saludo, comenzamos a deambular por la ciudad y a medida que la recorremos le voy explicando la historia de la misma. Tras tres horas de guía turística le ofrezco ir a tomar algo y ella acepta gustosamente. Me siento un privilegiado, todos los hombres se quedan hipnotizados al paso de la valquiria alemana. Me gusta despertar la envidia en los demás, que crean que esa mujer es mi pareja. Tomamos un café, para quitarnos el frío del paseo y aprovechamos para conocernos mejor.
Ya hemos terminado el café, tengo miedo pronunciar las palabras finales, las de despedida hasta el lunes, que nos veamos en el instituto. Pago y le ofrezco acompañarla a su casa y ella me dice que todavía no hemos acabado la visita. Yo me quedo descolocado con sus palabras, creo que le he enseñado todo lo interesante. Pero le pregunto qué es lo que quiere visitar. Y ella con una sonrisa pícara y provocativa me contesta, me falta por conocerte a ti. Mi respiración se acelera, vacilo y le pregunto si quiere venir a mi casa. Y ella me responde, eso estaba esperando.
Llegamos a mi casa, y le digo si le puedo ofrecer algo de beber, ella, me sorprende y me dice no, que prefiere que le ofrezca mi cuerpo. No lo dudo y me lanzo a besarla. Nuestras lenguas se juntan, se enredan como la madre selva, mientras nuestras manos van desnudando nuestros cuerpos. Debajo de tu vestido, un hermoso conjunto de sujetador y braga rojo, realza la belleza de sus redondos y proporcionados seños y su braga deja intuir la hermosa y apetitosa vagina.
Entramos en la habitación y nos echamos sobre la cama, empiezo a comerle el cuello mientras que nuestras manos se enredan en nuestros cabellos. Con suavidad, le quito el sujetador, empiezo a trazar círculos con mis manos en sus senos desde el exterior hacia sus mamas. Sus pezones empiezan a florecer y ponerse duros y entonces me dispongo a libar el néctar que albergan, mi lengua los chupan con fruición, ella corresponde con una mano en mi pecho y otra que se adentra por mi bóxer.
Tras saciarme de sus pezones, mi lengua va surcando su barriga y se pierden y escalan su monte de Venus y provocar las llamas de la pasión y el erotismo. Bajo hasta sus inglés y comienzo a comérselas, ella responde con sus manos en mi cabeza y empiezan a acariciarla mientras que me susurra que siga así. Ahora me dirijo a sus labios vaginales, mi lengua los van recorriendo poco a poco de arriba abajo, su vagina empieza a deleitarse y los flujos me llegan a mi lengua y mi boca. Aprovecho para penetrar más y dirigirme a su clítoris, sus jadeos indican que voy en la dirección y correcta, al llegar comienzo a succionarlo con suavidad. Sus jadeos y susurros son más frecuentes. Quiero que llegue al orgasmo así que mis manos vuelven a sus senos y los acarician. Sus manos me sujetan más fuerte mi cabeza y sus movimientos involuntarios manifiestan que estás cerca de alcanzarlo. De pronto, un grito ahogado y un escalofrío que recorre su espalda lo alcanza y se extiende por mi lengua y boca.
A continuación, me echa en la cama y es ella la que desde mi pecho empieza a bajar con su lengua hasta mi pene. Empieza a lamer el glande, mientras que mi miembro va creciendo y engrosándose. Luego va bajando y no deja parte por recorrer. Su lengua y sus manos jugando con él, van aumentando mi excitación, trato de aguantar todo lo posible, pero ya no puedo aguantar más, mi suelo pélvico cede y el semen se desborda a través de mis conductos seminales y mi pene y sale disparado. Ella sonríe y me dice que ahora quiere recuperar fuerzas para que luego iniciemos la cúpula.
Tras un breve descanso, con su cabeza apoyada en mi pecho y mi barbilla sobre la suya. Comienza el ritual de besos y de caricias. Cuando ya la pasión nos vuelve a dominar, me pide que me ponga el condón y que la penetre. Una vez ajustado, ella se pone encima de mí y con estudiados y suaves movimientos de cadera, su vagina va cubriendo más mi miembro. Entonces empieza su baile sobre mí, un compás cada vez más acelerado, volvemos a jadear y a exclamar esos placenteros sigue así, no pares. Sé que no vas a parar hasta que lleguemos al orgasmo. Nos miramos, una sonrisa nerviosa demuestra nuestro placer y, finalmente, dos rayos recorren nuestros cuerpos y provocan un movimiento involuntario que nos lleva al orgasmo.
Saco mi pene de su vagina y ahora, relajados nos miramos a la cara y nos besamos y nos acariciamos y nos reímos, hasta que finalmente nos dormimos. Ha sido mi primer San Valentín internacional. Un año después, 14 de febrero de 2021, nos tocaba a nosotros viajar a Alemania e iba a encontrarme contigo e íbamos a disfrutar otra vez del sexo. Pero el coronavirus provoca que sola podamos vernos a través de la cámara. Mis recuerdos, mi memoria, que tienen la ventaja de ser infinitos, ya que podemos recurrir a ellos cuando queremos, inventan nuestro encuentro real, fugaz, como todo en la vida, pero en esa brevedad de los acontecimientos de la vida está la felicidad, el placer, frente a la melancolía, la tristeza del recuerdo, de una realidad perenne, pero que es nostálgico constructo mental. Comienzo a tachar el día uno de los trescientos sesenta y cinco para nuestro próximo encuentro. Este maldito virus, ha vuelto a mostrarme el lado cruel de la vida, su inestabilidad. Mientras tanto, pequeño placer me proporciona tus fotos y el recuerdo que ha idealizado nuestra encuentro sexual, y que quiero convertir en inmortal en este relato. He interiorizando el principio horaciano de prodesse et delectare, el saber instruye pero también deleita.