La fiesta - Parte II

La fiesta - Parte II
-Así que te llamas Marina
-No, Carla con la oscuridad se ha confundido, soy Catherine

Decidimos descansar un rato más, y para que no nos vieran, nos fuimos a los arbustos de detrás del banco. Al pasar por detrás del banco, pisamos una especie de bastón, lo cogimos y vimos que era de lujo, y su empuñadura parecía una gran polla de marfil, se parecía mucho a la mía, en tamaño y curvada como una buena banana. Estaba nuevecito. El marfil y la madera eran muy suaves. En el otro extremo vi un bulto, ¡era un palo de golf!, y de los gordos, como para darle fuerte a la bola. Ese extremo era de madera buena, era dura y casi negra.

Nos lo llevamos junto con la ropa y nos tendimos un rato, pusimos una alarma de una hora.

Nos abrazamos, y nos tapamos con su vestido.
Nos despertamos y me dijo: cariño tengo hambre…de la de comer un bocadillo o algo así, ¿tú no?

-No te muevas, voy a ver que hay y traigo algo.

Me vestí y me encaminé a las mesas de la fiesta.

Me crucé de lleno con Carla, la dueña, se sonrió amplia y pícaramente y me soltó:
• ¿A dónde va mi “penerico”? -ese fue mi nuevo nombre rebautizado por ella, sus amigas, sus primas y sus hermanas hace años-.

• A por algo de comer y beber, para reponer energías.

• ¿Seguís en el mismo sitio?
• Sí
• Pues a lo mejor aparezco si consigo librarme de todos estos, mi marido ya está borracho perdido.

• De acuerdo, será un placer -cogí una bandeja grande con bocadillos y pasteles, dos botellas grandes de champán bien frías y volví rápido al lado de Catherine.

• Le encantó la bandeja y el champán bien frío. Nos sobró comida, bebida no.
Le comenté lo de Carla, y dijo: algún precio debíamos pagarle por usar su jardín, ja,ja,jaaaa, nos reímos.

Le puse una botella vacía y fría entre los muslos, en pleno monte de Venus, vaya estremecimiento y gemido de placer que dio.

Sin pensárselo dos veces, me tumbó boca arriba, y me puso sus hermosos labios vaginales en mi boca, mientras me miraba con furor con esos ojos marrones intensos. Empecé un frenesí de lametones, mordiscos, mamadas, chupetazos enormes, por sus carnosos labios y su clítoris, y lo mismo por la cercanía de los muslos. Le metía la lengua por la vagina todo lo que podía, hasta que me dolía del esfuerzo. Con las manos le apretaba y magreaba las tetas, la espalda, el cuello, le metía los dedos por la boca y por el ano.

Con una mano me estiraba con fuerza de mi media cabellera, y con la otra me estiraba, retorcía y zarandeaba la ya ardiente verga. A veces la dejaba y me apretaba los huevos hasta el dolor. La polla se ponía aún más dura y tiesa. Cosa que ella aprovechaba para darle buenas ostias, haciéndola brincar y enrojecer de ganas de torear en la Monumental, que eso es su enorme y jugoso coño, la mejor plaza del mundo para tener la mejor corrida que uno pueda hacer en esta Vida.
Joder ¡!!!!, como me gustaaasssss…

Suave y lentamente empezó a bajar hacia mi polla, restregando su empapado coño por mi pecho y mi vientre, mientras nos dábamos lametones insaciables en la boca y en la cara.
La puse de espaldas al suelo, ¡agárrate fuerte a mi cuello y a mi cintura! -la dije-. Se agarró y a cuatro patas yo y colgando ella de mí, la llevé al banco. La senté, se reclinó sin soltarme la cabeza, levanté sus muslos por encima de mis hombros y mientras el miembro ardiendo la penetraba nuevamente, mi cuerpo se acercaba al suyo. Me agarré con fuerza del respaldo del banco y empecé un vertiginoso mete saca salvaje. Ella me mordía por todos los sitios que podía, gemía, gritaba por lo bajo ¡Fede!, ¡¡Fede!!, ¡¡¡Fede!!!, me va a salir tú polla por la espalda!, y yo la decía al oído, ¡amore!, ¡amore!, ¡que inmenso placer me das!, ¡moriría en tus brazos!

De repente note unas manos que jugaban con mis huevos, esas manos estaban atando un suave cordón a la base de mi polla, y rodeando también la base de los huevos, ese cordón empezó a apretarse, la verga se ponía cada vez más dura y dura y dura. La voz de Carla me susurró al oído, -cuando te duela dime basta-. Cuando la dije basta, la verga parecía de piedra, y Catherine no gemía, gritaba. Y no paraba de decir, - ¡joder, me va a salir por la espalda!, ¡sigue, sigue, no pares! -.

De pronto dejó de gritar, y me miró con los ojos abiertos de par en par, con una mirada de asombro y de placer, y una gran sonrisa lujuriosa total.

• ¿Qué te pasa cariño? -la dije-
• Me están penetrando por el culo, mi amor.

Miré de soslayo hacía atrás, y ví a Carla metiendo y sacando suavemente el erótico palo de golf por su hermoso ano, le había penetrado con esa polla enorme de marfil.
• ¿Te gusta cariño?
• ¡¡Me encanta!! ¡¡¡No paréis de penetrarme ninguno de los dos!!!

Carla y yo empezamos un ritmo frenético ‘contra ella’. Sus gritos de placer se debían oír en la fiesta. Carla comentó que estaban todos borrachos y no se enteraban, y que si se enteraban que les dieran por culo.
Carla estaba detrás de mí, manejando el bastón entre mis piernas y las de Catherine, como el mejor de los fogoneros. Se situó a un lado de mí, y apoyó la pierna izquierda sobre el banco dejando visible y accesible su perfectamente depilado pubis. Un pubis bien depilado es una de las imágenes más bellas de este mundo.

Cogió mi cara y me la puso delante de sus pechos para que me los comiera, y sin dejar de dar fuego al coño de Catherine, con la otra mano empezó a acariciarle la boca y los pechos. Catherine le empezó a acariciar su pubis, sus muslos y su clítoris con su mano derecha. Ella ya empezaba a gemir. Catherine le metió la mano entera en la vagina, y empezó a embolarla cada vez más rápido y con más energía y ganas. Yo le mordía los pezones y los pechos, daba grititos. Cada vez gemía más y más, parecía que iba a irse.

Es una delicia para los sentidos, ver a dos mujeres acariciarse y amarse. O tres…o más…

Carla le pidió a Catherine, si podía prestarme a ella unos segundos, que estaba a punto de correrse, -le dijo que por supuesto, y me dio un pequeño empujoncito en el pecho, indicándome que me fuera con ella unos segundos.

Salí de su coño muy despacio…-no tardes cariño-, me susurró.

Cuando me giré, Carla estaba a cuatro patas esperándome.
• ¿Culo o coño?
• ¡Coño primero!

La sujeté con fuerza de las caderas y la penetré despacio, con decisión y firmeza, al llegar al fondo, me quedé quieto y empujé mientras tiraba su cadera hacia mí con más fuerza, con mis manos agarradas hasta marcárselas. La saqué hasta la punta y la metí de un tirón hasta el fondo, pegó un grito enorme de placer, que debieron de oír hasta los vecinos. Gritó: ¡ya era hora cabronazo!, me sorprendió, me dije: ya le preguntaré que ha querido decir. Empezó a salirle jugo vaginal por todas partes, y se derrumbó en el césped gimiendo y diciendo sin parar: ¡qué placer! ¡qué gusto!, déjame descansar corazón. Desde que la conozco, corazón era su palabra favorita para indicar su cariño hacia una persona.

Volví inmediatamente con mi compañera de banco.

Se había metido el palo de golf por el coño para mantenerlo caliente, pero se había metido la parte opuesta, esa especie de puño negro. Lo estaba girando, retorciendo, sacando y metiendo, se daba golpes hasta el fondo, y no paraba de decir: ¡que gusto joder, que gusto!

Se lo saqué de un tirón, y de repente dio un grito y empezó a correrse salvajemente, absorbí sus jugos y mientras se seguía corriendo la penetré con fuerza, le di a beber de mi boca sus exquisitos fluidos vaginales. Incorporó la espalda, y sentada me rodeó la cintura con sus piernas y en un abrazo con desesperación, nos fundimos ambos en uno sólo.

Carla se levantó, se puso de pie en el banco entre los dos, con el culo hacia mi y el coño en plena cara de Catherine.
Instintivamente empecé a acariciar el culo y el ano a Carla, con mi lengua. Mis manos masajeaban suavemente su espalda y sus piernas. Me encanta hacer eso a una mujer.

• ¡Cómetelo por favor…!, le pidió Carla a Catherine

Catherine se lo comió entero, muslos, labios, clítoris, le masajeaba con fuerza y ardor las tetas.

Carla le acariciaba con cariño y delicadeza, la cabeza y la cara.

A los pocos minutos ambas explotaron nuevamente, me aparté y las dejé hacer. Yo disfrutaba a tope viéndolas disfrutar a ellas.
Carla se sentó a horcajadas encima de Catherine, y en un frenesí de besos boca a boca, y empujones, decidieron bajar al césped.

Se entrelazaron las piernas tal como dos tijeras, y los dos pubis se quedaron enfrentados, uno acariciando y mojando al otro respectivamente. Se empujaban, se frotaban en circulo como las agujas de un reloj, se daban con los muslos, con las rodillas, los pubis se volvían a juntar, empujar, subir, bajar…las manos iban y venían entre los pechos, las caras y las cabezas.

Sus bocas seguían entrelazadas como los coños, y las cuatro al mismo ritmo se corrieron varias veces, cada vez más rápidas y con gemidos más apagados, y más fuertes. Era un placer de dioses verlas.

Se quedaron agotadas una encima de la otra, chorreando sudor y de todo…, dándose suavísimos besos de agradecimiento y amor.

Me encanta ver estas escenas de amor entre mujeres, disfruté, disfruté y disfruté. Las aplaudí suavemente, y les di las gracias por dejarme estar presente. Se sonrieron mirándome.

Al cabo de unos minutos, Carla se levantó.
• voy a ver como va la fiesta, les largo a todos y vuelvo, descansar, hasta luego corazones.

Continuará…
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