La fiesta de los sentidos
La cena fue muy divertida. Tu voz sensual y tu bonita sonrisa condimentaban una suculenta cena y un estupendo vino. Llegó la hora del postre, y te pregunté qué había de postre. Y entonces, de esos labios carnosos, embellecido por el rojo carmesí, me rehogaste mis oídos al responder: esta noche el postre soy yo. Empezó a sonar one de U2, sabes cómo contentar me, y te acercaste a mí y empezamos a rozar nuestros cuerpos, provocando el incendio del erotismo y la sensualidad. Tu movimiento de cadera hipnotizaba mis ojos y, poco a poco, empezaste a desabrochar los botones de mi camisa, yo respondí quitándole el vestido. Ante mi apareció un precioso juego de Lencería negra, que realizaban tus redondos, proporcionados y bellos senos. Comenzaste a lamer mi pecho, yo puse las manos en tus nalgas y te apreté fuerte contra mí. Te quite el sujetador y comencé a dibujar círculos con céntricos sobre tus senos, cada vez más pequeños, llegando a tus mamás, para finalmente terminar en tus pezones floridos y duros, que empecé a libar con mi boca y labios. Tu bajaste la mano a mi pantalón, soltaste el botón y empezaste a jugar con mi pene. Notaba como la sangre se agolpaban en él, aumentaba su tamaño. Solo tuvimos que mirarnos, sabíamos el siguiente paso, te eché