El hombre agreste

El hombre agreste
Al día siguiente me desperté, por un momento no sabía ni dónde estaba. Me quede ahí un momento sumida en mis pensamientos y los recuerdos de la noche anterior.

Un rubor subió a mis mejillas cuando recordaba lo que habían hecho nuestros cuerpos anoche.

El olor de nuestra piel todavía impregnaba la cama y se mezclaba con un fuerte olor a café recién hecho que venía de fuera.

Una de los placeres de la vida, el café.

Me quede unos minutos más ahí, parada, simplemente disfrutando de ese instante y absorbiendo todas las sensaciones para no olvidar ningún detalle.

No sabía lo que me esperaba tras este momento ni qué me depararía el día. Qué misterio, es excitante.

Al poco rato entró en la tienda vestido únicamente con los pantalones. Mi cuerpo reaccionó al instante.

Pero ¿qué coño me pasa? ¿De verdad tiene este tio tanta influencia sobre mí?

“Seguro que es la naturaleza, que aquí se magnifica todo” me dije a mi misma para no volverme loca.

Volví a centrarme simplemente en analizar le mientras se acercaba.

Llevaba una taza de café caliente en la mano, era una de esa tazas de latón con aspecto vintage, color granate. dejaba salir el humo que alimentaba mi olfato, la traía para mí.

• “Buenos días princesa” me dijo con su sonrisa pícara.

“Odio que me llame así, me hace sentir débil. Común. Las princesas de los cuentos siempre lo son. Menos Mulan. Mulan sí me representa.”

• “Hacía tiempo que no dormía así.”
• “Que rico el café “
• “¿Y yo no?” Me preguntó mirándome con el ceño fruncido
• “ también “ le sonreí con los ojos por encima de la taza de café mientras tomaba un sorbo.

No quiero hacerle enfadar, o al menos eso creo... no lo sé. Seguro que enfadado también me pone.

Cualquier mortal que se adentrara en mis pensamientos seguramente saldría corriendo. Pero así soy yo sin filtros. Y cada día me gusto más. Me siento libre, empoderada.

• “Venga vístete que quiero enseñarte algo” me dijo. Cogió su camiseta que estaba colgando del respaldo de la silla y se la fue poniendo mientras se alejaba.

“Esa espalda no debería esconderse bajo la ropa.” Pensé.

Me termino el café y busco mis bragas por los alrededores de la cama, el suelo..
No las encuentro, a saber dónde acabaron anoche...

Decido no ponerme ninguna. (No iba a desperdiciar unas bonitas y limpias con los restos de sudor de anoche. Ni loca)

Me levanto y busco un espejo, cualquier cosa que me deje verme reflejada para arreglarme un poco. Me lavo la cara y me revuelvo el pelo, esperando que se me quede como en las películas (las protagonistas siempre se despiertan con una melena de leona impresionantes y yo en esta historia soy la protagonista).

Mierda. no tengo suerte, no es mi caso y tampoco encuentro ningún espejo. Fuck. Seguro que tengo unas pintas horribles.

Vale, plan B: Róbale una camisa.
Le gustará tanto verte en su ropa que no se fijará en tu careto. Llámalo intuición femenina (espero acertar) pensé.

Me acerco a su perchero y elijo una camisa, de cuadros claro. De esas que son como de pelito, gorditas. Creo que el material es franela, pero no estoy segura. Hace un frío del carajo aquí.

Me pongo calcetines y me ato las botas. Boom! Lista!

Salgo de la tienda y él está de espaldas a mí. Está mirando en una caja de su estantería, me imagino que buscando algo del material que necesita para enseñarme algo excitante.

Todo lo que enseña lo es.

Empieza a hablarme sin darse la vuelta, como si nada. Su fin es encontrar ese algo y dejar de nuevo la caja en su sitio. Es muy organizado y no deja nada por medio.

Meticuloso diría. Mi caos le alteraría seguro.

Yo aprovecho para apoyarme sobre una mesita que tiene, como de comedor pero pequeña. De madera oscura. (Ya he fantaseado con esta mesa antes). Parece algo inestable así que intento no moverme mucho ( no vaya a ser que con mi torpeza la tire de un culetazo... que capaz soy).

Decido arriesgarme y subirme en la mesa (apoyarse delante no es tan provocador).
Dejo mis piernas colgando, las abro un poco, lo justo para poder balancearlas sin que choquen entre ellas.

Él deja la caja donde estaba y se gira, mirándose las manos, procede a guardarse en el cinturón lo que ha cogido. Ese cinturón de cuero marrón con pequeños agarres. Madre mía.

Tendré algún problema, hasta eso me parece sexy.

Levanta un momento la mirada para decirme algo y de repente me ve ahí. Con su camisa, haciendo malabares para no caerme de la mesa. Balanceando las piernas.

Le sonrió.

Sonríe y se le escapa una risa de esas suyas, de incredulidad.

Se le pone de nuevo esa mirada. La del lobo que está de caza.

• “mi camisa....” “oye pues te queda bien.”
• “Gracias. No estaba segura si se ponía así” (señaló los botones del cuello cerrados)... “o así” (digo, mientras me desabrocho primero uno y luego el siguiente. Dejando entrever mi clavícula).

Él me mira con la mirada perdida. Creo que ahora el loco es él.

No creo ni que me esté escuchando. Está hipnotizado. Cachondo.

Se acerca a morderme el cuello y mientras noto como sus manos empiezan a subir desde mis rodillas, avanza por mis muslos. Los acaricia por fuera hasta llegar a al glúteo. Lo aprieta. Lo acerca hacía él.

“Cuidado! Que al final me caigo con la mesa, verás.” Pienso.

La mesa se tambalea, ambos nos reímos como sí dijéramos un “ui” sincronizados.

Sigue el recorrido por el lado interior de mis muslos, me acaricia suavemente aunque aprieta un poco de vez en cuando. Eso hace que mi piel reaccione. La sangre va fluyendo hacia la superficie de mi piel. Cada pellizco la pone más en alerta.

Todavía no recorre hasta el final. Me está haciendo de rogar. Esta torturándome. Sabe que necesito que me toque Ya. Necesito que me meta los dedos. Pero él sigue haciéndome esperar.

No sabe que se va a encontrar con mi placer totalmente expuesto. Caliente y mojado. Palpitando de excitación por la espera de encontrarse con sus dedos. No sabe que no llevo nada debajo.

No hay nada entre su mesa y mi sexo. Creo que empiezo a empapar la madera debajo de mí. Esto dejará rastro.

• “Por favor...” le suplico al oído mientras está inclinado sobre mí.

Noto el calor de su aliento en mi oído. Me dice cosas sucias, pero no logro descifrarlas, no puedo centrarme en escuchar. Asiento a todo lo que me dice, aunque sólo puedo pensar en que deje de torturarme ya.

De pronto, noto como acerca su mano a mi sexo.

• “Ufff...” suelta al darse cuenta de que no llevo nada. “Estás llena de sorpresas” me dice mientras introduce sus dedos dentro de mí.

Está tan húmedo que no le cuesta abrirse camino. Desliza las yemas de sus dedos por mis labios. Recorre el exterior con su dedo pulgar mientras introduce los demás buscando mi placer. Lo más profundo que puede. Me embiste.

Con la otra mano me agarra la melena por la nuca y me mete la lengua en la boca. No sé dónde noto más placer, no sé de donde viene pero parece que ambos extremos se conectan.

Apenas puedo respirar. Me ahoga con su lengua. Yo gimo mientras aprieto con mis muslos su cuerpo y le presiono hacia mí.

De repente para.

“What the fuck?” ¿Por qué paras?” Me digo en mi cabeza. (Si, yo a mí misma me hablo en inglés muchas veces, me
expresó mejor).
No entiendo nada. Mátame. No me dejará así.

Sin decirme nada, me coge de la cintura y me baja de la mesa. Me tiemblan las piernas. No sé si podré sostenerme mucho de pie.

Me presiona un lado para indicarme que me de la vuelta.

• “Date la vuelta” me ordena

Me giro y le doy la espalda.

• “Agachate”

Lo hago. Agacho la espalda y me recuesto sobre la mesa. El borde de la mesa se me clava en la cadera a ambos lados.

Se aleja un instante, le oigo mover cosas en busca de algo.
No sé muy bien el qué.
Vuelve detrás de mi.

• “Abre las piernas”
Lo hago.

• “Más”
Accedo.

Estoy chorreando. Nerviosa. Quiero girarme a mirarle pero sé que no me dejaría.

Él me ordena y yo cumplo. Qué placer ser dirigida y complacerle. Se nota que le encanta tener el poder. Y a mí en este momento me gusta no tenerlo. Me siento sometida y quiero hacer lo que me pida.

Si si, lo que me pida. Así de cachonda me siento.

Así de liberada y salvaje soy. Mi cuerpo es suyo ahora y es mi alma la que está de viaje en él. El hueso, la carne, la piel, sólo son las piezas que materializan lo intangible. Es todo energía.

Noto como se agacha detrás de mi. Su cara queda a la altura de mi sexo. Estoy abierta para él. Tiene mi sexo en primer plano. Podría trazar un mapa de mis pliegues con sus ojos para no perderse en él, pero eso es imposible.

No es un bosque, es mi interior. Mi piel, mi carne. Mis fluidos. Es la entrada a la perdición directamente. Se perdería seguro.

En su terreno es un maestro. En mi terreno es únicamente un aprendiz.

Me agarra una pierna, entrelaza un trozo de cuerda al rededor, a la altura de los tobillos. Primero uno, luego el otro. Los amarra a las patas de la mesa.

Coge otro trozo de cuerda, entrelaza mis manos detrás. A la altura de mi culo.

Reparte la cuerda por la cadera y la pasa por debajo de mis glúteos. Primero uno, luego el otro. Como si me estuviera recreando el cinturón de escalada. Noto como la cuerda me aprieta en el pliegue del glúteo. Lo aprisiona.

Se le dan muy bien los nudos. Es una de sus habilidades. Habilidades de un cowboy. Un hombre de monte.

Me agarra del culo con una mano y la empuñadura de la cuerda con la otra.

Las tiene calientes. Noto la rugosidad de sus cayos en mi piel. Esas manos que te hacen un fuego por fricción en lo que cuentas hasta tres.
Están acostumbradas a esforzarse y con mi cuerpo no iba a ser menos.

Noto su aliento cada vez más cerca de mi sexo. Oigo su respiración jadeante. Apuesto a que está decidiendo cómo comerme.

Tras un instante, que para mí se hace eterno....me embiste con su lengua.
Empieza a deborarme. Pone tantas ganas. Como si fuera su comida favorita.

Quien sabe, igual lo es.

Me penetra una y otra vez con la lengua. Empieza muy despacio y va aumentando los lametones. Llena mi sexo con su saliva. La humedad recorre su bigote y su barba. Oigo el sonido de sus labios y su lengua chupandome entera.

Sabéis ese sonido de succión y líquido que hacen algunas personas cuando se comen un chupa Chus?...Pues ese.

Me introduce varios dedos a la vez. Su lengua le acompaña hacia mí clitoris.

“ ahí” justo ahí quiero tu lengua,no te separes” pienso

Con la otra mano aprieta mi cadera para que no me escape. Presiona contra su cara. Se está ahogando pero no le importa.

Yo no paro de gemir, me tiemblan las piernas. Apoyo una mano en la mesa que está temblando tanto como yo.

No sé si ella me sujeta a mi o yo a ella. Estamos juntas en esto.

Cojo mi otra mano y le interrumpo un momento.

• “Chupame los dedos” le pido

Él, complaciente, deja un momento mi sexo y se mete mis dedos en la boca. Los lame y los deja bien húmedos. Hilos de saliva y fluidos. Su olor se entremezcla con el mío.

Continúa con lo suyo. Creo que nunca he conocido una lengua tan feroz y a la vez tan suave. Tan amable. Como si me follara duro pero con cariño.

Mi mano mojada busca mi entrepierna. Me acerco a mi clitoris y lo acaricio. Una y otra vez.

Estoy como en una hoguera. Me quemo, ardo. Voy notando contracciones en mi interior. Creo que voy a correrme.

• “Voy a correrme” le aviso casi sin poder articular palabra

Él se pone de pie de golpe. No saca sus dedos.
Con la otra mano oigo cómo se desabrocha el cinturón y los pantalones le caen a los tobillos.
Noto su miembro golpearme en el culo. Lo ha dejado libre. Y yo le doy la bienvenida.

En una de sus embestidas, noto como cambia sus dedos por su miembro y me lo introduce fuertemente.
Me agarra del pelo y tira fuerte hacia atrás. Arqueo la espalda.

Una mano en la melena, la otra en el arnés que hace que l cuerda me generé un roce con mi piel. Roza, Quema, pero es agradable.

Me penetra una y otra y otra vez. Yo aprieto las paredes de mi sexo. Tengo fuerza interior y se me da bien.

Aprieto
suelto
aprieto
suelto.

Le oigo gemir como un animal, está a punto de explotar.

Se recuesta sobre mi. Noto como le caen las gotas de sudor por mi espalda. Yo amago a agarrarle del culo con mis manos. Apenas llego pero le clavo mis uñas y él muere por mi. Gime sin parar.

Dos empujones más y le grito apretando los dientes

-“ahora, ahora”

Aprieto mis glúteos y noto como él hace lo mismo.
Nos corremos. Los dos.
Nos hemos corrido juntos. En sintonía.

Está todo manchado. Huele fuerte.

Se recuesta sobre mí y noto como mi coño palpita alrededor de él. Noto como él se va deshinchando dentro de mi.

Nos quedamos unos minutos así.

Intentando recomponernos.

Sale de mi.

Me desata y yo intento no caerme. Me faltan fuerzas.

Me acaricia la piel por donde antes pasaba la cuerda.

Me da un beso con cariño, apasionado pero bonito, cómo para reconfortarme.
Se viste, me visto, me coge de las manos y me da un abrazo. Que bien sienta.

• “Ven, voy a enseñarte a disparar”

Le sigo.
Objetivo cumplido, no se ha fijado en mi careto mañanero.

Nuestra mañana continúa...Somos dos niños, inocentes pero salvajes.

No sé qué estamos haciendo.

Vivir, supongo.
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