El sexo en tiempos del Covid
Este relato es en realidad una conversación real que mantuvimos una amiga y yo un día durante el encierro. Después lo editamos juntos para hacerlo un poquito más ligero de leer (el original fue muuuy largo).Lo comparto aquí con el permiso de mi co-autora.
Aunque no estás leyendo estas líneas, gracias R, por sacudirme la desidia ese día en particular y en general por ser un cielo.
Yo: Me aburro tanto que no recuerdo cuánto tiempo llevo sin ganas de masturbarme.
Tú: ¡jajaja! Ponte música romántica, una cena con velitas… sedúcete a ti mismo.
Yo: Preferiría seducirte a ti.
Tú: ¿Cómo? A ver, cúrratelo. (Tú solito te has metido en este jardín).
Yo: Empezaría por bajar la luz al mínimo para intuirte.
Tú: Espera, ponme en situación, la luz ¿de dónde y qué hago ahí?
Yo: Ya estamos en primavera. Días soleados, noches frescas. Hemos estado limpiando mi jardín. Está anocheciendo. Nos hemos ganado una ducha, ponernos algo cómodo y prepararnos un picoteo en el patio. Hay una pecera con velas. vino, hummus, paté de aceitunas y unas verduras al horno.
Tú: ¿Qué nos ponemos de ropa?
Yo: Yo unos vaqueros viejos y una sudadera. Tú me has quitado unos boxers, un pantalón de chándal y una camisa.
Tú: ¡Qué sexi estoy!
Yo: Yo te veo muuuuy bien. Llevas el pelo recogido, a pesar de que insisto en que es malísimo teniéndolo mojado. Te deja el cuello al aire y aunque me apetece sé que si lo besara ahora no cenaríamos.
Tú: ¿Hay música?
Yo: Por supuesto, blues. Alrededor parece como si el barrio hubiese desaparecido. Ni una ventana a lo lejos, ni una voz cerca, ni un coche… sólo la música y nuestra conversación. Las sillas del patio no son muy cómodas y después de un par de horas se nos empieza a dormir el culo. Improvisamos un colchón en el suelo, con mantas. El vino, una vela, tú y yo.
Tú: ¿Nos podemos echar una mantita por encima?
Yo: Vaaale, una mantita. Seguimos contándonos historias de viejas batallas mientras tu mano me eriza la piel por debajo de la sudadera, y yo acaricio lo que los botones dejan al alcance de mis dedos. Te brilla una llamita anaranjada en los ojos cuando te miro entre un beso y otro. Te ríes entre mordiscos en los labios y tu lengua lo acaba ocupando todo. Tengo erizado hasta el último pelo de mi cuerpo porque tienes unas manos mágicas. Te agarro el culo muy fuerte mientras seguimos comiéndonos. Tu mano y la mía buscan entre nuestras piernas. Te desabrocho la camisa. Ríes de nuevo y dices que los vecinos te van a ver las tetas. Me la sudan los vecinos, pero claro, las tetas son tuyas. No hay luz, solo dos siluetas a la luz de una vela. La apagaría, pero entonces no podría mirarte y aunque a penas te intuyo, me gusta. Te quito la manta porque quiero verte. Tú la sujetas y tiras de ella. Intento convencerte de que no se ve y me preguntas para que quiero quitarte la manta, entonces. Quiero que notes el aire en los pezones. Para defender mi argumento me pongo de pie,me quito toda la ropa mientras doy vueltas por el patio y tú te partes. Ahí estoy yo, de pie, mal recortado a la luz de unas pequeñas velitas de té en pelotas. Me gusta, aunque sea el aire de Madrid. Me miras. Todavía te estás riendo. Te quitas la manta y le enseñas las tetas a un barrio vacío y al cielo de un Madrid que no parece Madrid, que no es Madrid porque esta noche este patio está fuera del espacio y del tiempo. ¿Qué se siente?
Tú: Frío y calor al mismo tiempo y algo de vergüenza, pero tengo que compensar tus payasadas de alguna forma. Me quito la manta, sólo un momento y te miro. Te quedas quieto y me miras también.
Yo: Te miro. Te miro fijamente y sonrío, con mi sonrisa de portarme mal. Sólo te digo "más".
Tú: Vigilo las ventanas todo el tiempo.
Yo: Dejas de pensar por un momento. Te desabrochas los botones despacio, mirándome. Tengo que aprovechar este momento al máximo porque no sé cuánto va a durar, pero disfruto viendote medio desnuda, chula y triunfal, como diciendo “Pues ya ves que no me importa”.
Tú: Debo estar un poco pedo.
Yo: Me acerco, me inclino sobre ti. Te beso, pero me zafo en seguida porque quiero recorrer todo tu cuerpo, lamer esa piel valiente. Me agarras la cabeza enredando los dedos en mi pelo. Gimes y dios ¡cómo me pone escucharte! Bajo acariciándote con fuerza para intentar no hacerte cosquillas.
Tú: Pero me río, entre gemido y gemido.
Yo: Y a carcajada limpia cuando te muerdo el coño por encima del chandal. Lo aprieto con mi mano y lo froto y entre risa y gemido tiro del pantalón.
Tú: Y… ¡oh, tus calzoncillos!
Yo: En ti tienen un punto erótico que nunca he visto en el espejo. Me pongo de rodillas para mirarte furtivamente, sólo un vistazo rápido, antes de que se despierte el guardián de tu vergüenza. Empiezo a lamerte los muslos.
Tú: Te dejo un poquito, pero te agarró la cara con las manos, te miro fijamente un momento y te atraigo hacia mí boca. Estás encima de mí, besándome. Me has agarrado las muñecas con las manos. Te rodeo el cuerpo con las piernas. Me sueltas una mano. Te acaricio la espalda y de repente se te eriza toda la piel.
Yo: Hummm...sí.
Tú: Dices eso, justamente eso. Con el pie, te empujo hacia mí y me penetras despacio, jugando con la punta a morirte de ganas. Cierro los ojos. Me miras. Me muerdo el labio...
Yo: Me susurras al oído “fóllame”. Sigo apretando la punta de la polla contra ti mientras dices “fóllame”. La muevo hacia atrás y hacia adelante. Me repites "folla...”. Te la meto de golpe y tu grito resuena entre las fachadas vacías. Intentas ahogarlo con el brazo, pero te lo quito de la cara y lo agarro. La saco entera, respiro hondo y la vuelvo a meter. Gritas otra vez. El gato de la vecina huye por la tapia. Me sujetas el culo con las piernas para que no me escape. Me aprieto contra ti y contemplo el vértigo del placer. Esa sensación en el vientre con la que tengo que luchar para no terminar antes de haber empezado. Tus gemidos retumban en mi cabeza. Siento tu cuerpo, piel con piel. Ahora tus piernas han aflojado y entro y salgo disfrutando de cada milímetro de roce de tus paredes mojadas. Podría sobrevolarnos un helicóptero que nos daría igual. Solo queremos quemarnos el uno al otro y cuando creo que tus gemidos me van a volver loco, gritas y te retuerces de gusto. Me levanto sobre mis manos para mirarte mientras sigo sacudiéndome dentro de ti, ahora un poco más despacio, saboreandote y dejando que te relamas. Entonces...
Tú: Abro los ojos y te miro fijamente, muy sería, con esa mirada lasciva que sólo se consigue en momentos como este. Te agarro el culo con las dos manos y te empujo hacia mí. Esta vez más fuerte, sin dejar de mirarte, y a cada embestida tú cierras los ojos y yo arqueo la espalda.
Yo: Ahora sí que quisiera mirarte.
Tú: Y yo a ti.
Yo: ¿Te atreves?
Tú: Jajaja ¿Cibersexo?