De Joy al placer
Es mi primera aventura narrativa. Entiendo que me falta mucho para alcanzar a algunos contadores de historias que nos regalan sus relatos y talento en esta sección, pero un amigo me dijo que hay que lanzarse y divertirse y eso he hecho. Está dividido en dos capítulos y he tenido la osadía de incluir tres apuntes de una simple aficionada al lápiz. Pido, perdón a todos los artistas, ilustradores, dibujantes por mi falta de juicio. Feliz lectura y gracias. De Joy al placer
Capítulo I
Susurros al oído
Ha llegado el día. Un pequeño hotel en Barcelona, Villa Emilia, será el complice de este encuentro. Has venido a pasar el finde. Han pasado ocho meses desde ese seis de abril que conectamos en Joy, ya no podías más. Habíamos pasado la cuarentena, las vacaciones, los toque de queda, los confinamientos lights..,habíamos esperado lo indecible, pero ya era hora. Aunque sólo fuéramos a tomar una copa una tarde. No había restricciones quizás porque la Navidad estaba cerca.
Yo lo prefería así. Se lo había advertido antes de lanzarse a coger el coche hasta mi ciudad. Si la cosa no cuaja no estás empantanado en una cena. Y, si hay entendimiento, improvisaremos.
El lugar del encuentro; un hotel céntrico, tamaño medio, coqueto sin ser demasiado caro. Lo conocía de ir a cenar con mis amigas alguna noche de verano en su azotea donde se esconde una tranquila terraza.
Quedamos en el living, tú ya estás allí, yo entro nerviosa, pero pisando fuerte con mis stilettos, mi falda lápiz, mis medias de rejilla y mi blusa negra envuelta en un maravilloso abrigo, también negro, con el sensual, peludo y suave cuello verde esmeralda a conjunto con mis guantes de delicada piel.
Nos miramos y nos reconocemos. Llevo la mascarilla aún y no sé muy bien como actuar. Me acerco, te levantas, me ayudas a quitarme el abrigo, me miras, me quito la mascarilla, me sonríes, me acompañas a mi silla y me preguntas que quiero tomar.
Ahora que te veo en persona, me gustas. Nos habíamos visto en foto, pero he vivido alguna experiencia bastante surrealista y nunca sé sabe. En esta ocasión, no hay sustos, si la conversación está a la altura y a ti también te apetece ya he decido que subiré a tu habitación, por ello tomo una única copa de vino, me conozco, casi nunca bebo y me sube muy rápido, quiero todos los sentidos despiertos.
Pides algo para picar, hablamos y reímos, pero se nota que tienes ganas de cambiar de escenario, yo también, así que sin más preámbulos cogemos el ascensor.
Lo suyo sería ahora besarse y, como en cualquier película, comernos a besos reflejados en el espejo del elevador, pero nada más lejos de la realidad. Los dos estamos de pie sin tocarnos. Tú te sitúas detrás de mí y me susurras al oído:
_Voy a follarte, porque llevo pensando en hacerlo desde casi al principio de escribirnos. Porque he soñado en tu cara al correrte con mi nombre en tus labios. Quiero metértela hasta el fondo. Pero primero quiero ver como te corres y con tus últimas convulsiones, entrar y notar como tu glotona vagina se tensa alrededor de mi polla.
¡Jodeeeer! Si ya estaba nerviosa me acaba de rematar.
Enfilamos el largo pasillo y entramos en tu habitación. Moderna, blanca y minimalista. Un foto muy sugerente de una Cala en blanco y negro en el cabezal y unas violetas en un estilizado jarrón rompen el unicolor. Te dije hace mucho que me gustaban y tu las has buscado para mí.
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Lames y besas mi cuello, y tus diestras manos van desnudando mi cuerpo, abres los botones de mi camisa que se desliza por mis brazos al frío mármol, bajas la cremallera de mi falda que resbala por mis piernas. Me quedo en ropa interior. Tú das un paso atrás, me rodeas y me observas.
_Dios, porqué a algunas mujeres nos da corte este momento. No soy, claramente, una modelo, pero tampoco un orco, a pesar de eso, tiemblo. Será mi timidez natural. La autoconfianza que flaquea bajo su escrutinio. A pesar de eso, levanto el mentón y lo miro.
Me coges de la mano y tiras de mi. Me sientas en el borde de la cama y atacas mis pezones encima de la lencería negra, no me desnudas del todo, yo ya sabía el morbo que te produce tenerme medio desnuda o media vestida, no sé muy bien como definirlo, mi barriguita, mi ombligo, mi cicatriz, mis muslos hasta mi sexo húmedo, aún antes de tocarme, están expectantes.
Me dejo caer de espaldas y sin ningún recato das un banquete a tus sentidos. Me quitas el tanga, lo hueles, te lo guardas en el bolsillo y expones mi labios a tu mirada. Solo medias y tacones. Lengua, dedos y nariz friccionan y juegan con mi pequeño clítoris inflamado.
Cierro los ojos un segundo sintiendo, sólo sintiendo. Para abrirlos y ver tu cabeza entre mis piernas y un cruce de miradas cuando alzas tus ojos. La viscosidad de mi flujo con tú saliva hace que mi entrepierna esté brillante y jugosa.
Tengo mucho calor y pides al servicio de habitaciones hielo, un botella grande de agua y una bebida para ti.
Mi olor a sexo, mi sabor dulzón parece que te ponen porque una incipiente erección abulta tus tejanos.
Cuando llaman, vas a recibir al camarero mientras yo sigo en la cama sin moverme.
Te sacas tu camisa y desabrochas los botones de los vaqueros. No parece que lleves nada más.
Me das a beber y viertes parte de tu bebida en mi vulva, está fría y el contraste me sorprende, pero me da una tregua. Estaba a punto, tú lo sabías, y has contenido con ese movimiento mi incipiente orgasmo.
Siempre he sabido que eras un gran jugador. Nuestros chats y encuentros virtuales han sido un magnífico prólogo a ésta cita.
_Voy a volverte loca, vas a correrte como nunca, déjate ir.. No pienses, sólo goza.
Me conoce. Sabe que mí mente es un no parar. Está controlando la cita. Me habla para que yo me excite y relaje, por contradictorio que parezca. Debo confiar en él y dejar que mi cabeza sólo disfrute y deje de pensar como ahora.
Levanto mi cuerpo, me agarro a tu cuello, me acerco a tu oído con un ronroneo:
_No me lo cuentes, demuéstramelo.
Y tu respondes:
_¡Joder! si eso es un desafío no sabes con quién te estás metiendo
Y yo acepto el envite:
_Eso mismo quiero que me la metas y me dejes exhausta. Quiero tu polla en mi coño.
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Me vuelves a coger la cara entre tus manos como si fuera a escapar. Me miras, me besas con mi sabor en tu boca y me enciendes. Me besas esa zona entre el cuello y el hombro y mi cuerpo se eriza y tú sonríes por la reacción que provocas en mi cuerpo.
Solo pienso en que sigas. Mi cuerpo quizás no sea el más bonito, pero te deseo. Mi cuerpo se empapa cuando estás cerca y mi sexo palpita por ti. Consigues que me sienta guapa y eso es una mano ganadora.
Mi cuerpo directamente se empotra, torpemente, al tuyo. Creo que nunca un hombre me había provocado una reacción así. Tus brazos me abarcan rápido, fuertes y decididos. Y tu boca me devora.
Noto como tu erección se clava en mi ombligo. Y, de pronto, nada de besos, me lames y me dices al oído tu camino a seguir, yo me derrito de placer y gimo cuando tus manos sacian la urgencia de mi entrepierna. Estoy mojada, muy mojada, y tus dedos y manos se mueven dentro y fuera de mí. Sabes perfectamente que teclas tocar para que mi cuerpo grite, gima y se vuelva loco.
Te miro y tú me miras y sé que no me dejarás sola que me darás mi orgasmo para después gozar a tu antojo.
Tus dedos juegan con mi clítoris en movimientos circulares, cada vez más rápidos y con más presión.
Más rápido
Más fuerte
Más fuerte
Coges un pequeño anillo vibrador y con él ejerces mayor presión.
Hasta que mi cuerpo se tensa, mis piernas se ponen rígidas y estallo. Mil ondas se expanden por mi cuerpo. Me echo encima de ti y te beso.
(sigue leyendo el Capítulo II. Centímetro a centímetro dentro de mí)
Capitulo II
Centímetro a centímetro dentro de mí
Sólo rezo a decir: _ méteme la polla, méteme la...
Te acabas de sacar los pantalones. Y, te muestras, a sabiendas que me gusta lo que veo, con tu falo, grande, grueso y erecto frente a mi. Se me hace la boca agua.
Tú ya no estás para perder el tiempo. Enfundas tu miembro, para follarme, y darte un homenaje, pero antes de que te introduzcas en mi cuerpo, hago un pequeño repaso con mi boca y mis pequeñas y delgadas manos a tu imponente verga.
Te agarro tu gruesa y dura polla y me la deslizo entre mis labios. Lengüetazos en la abertura del glande, me la paso por mis mejillas, mi boca la succiona arriba y abajo, mi lengua dibuja círculos sobre tu vértice, y repasa esa vena que la recorre, relajo mis mejillas y dejo que entre hasta el fondo, una y otra vez, dentro y fuera, dentro y fuera ..., mis manos la tienen agarrada por la base. Me detienes y me pides que la entre yo. Tu polla penetra entre los lubricados pliegues de mi hendidura para introducirse dentro de mi centímetro a centímetro. Me empalas con tu miembro.
Tu jadeas cuando bajo mi cuerpo sobre el tuyo. Estoy tan prieta. Soy tan pequeña que el roce te vuelve loco.
Y, él es tan grueso, pienso. ¡Qué gusto! y que llena me siento.
Antes de bombear, me muevo suavemente sintiéndote dentro. Mientras trazo infinitos con mis caderas y rozo mi vulva abierta sobre tu ingle para procurarme mi propio placer.
Poco a poco me levanto y, cuando parece que tu miembro va a salir de mí, vuelvo a dejarme caer sobre él.
Subo y bajo, subo y bajo, subo y bajo sobre tu polla una y otra vez, mientras el sudor me resbala por las sienes, entre los senos y la espalda. Tus manos en mis muslos me ayudan a crear un vaivén entre ambos cuerpos. Sólo se oye nuestros gemidos y el sonido de mi culo al chocar con tu ingle cada vez que bajo montándote sin descanso
¡Qué gozada!, parece que a ti también te está gustando, pero también me da la impresión que vas a tomar el mando del asunto. Tus ojos observan mi entrepierna. La unión de ambos cuerpos. Tu polla lubricada con mis fluidos penetrando entre mis labios. Levantas la mirada y me ves.
Estás cada vez más duro, mis gemidos no paran y cada vez son más altos e intensos y tu polla parece que tiene ganas de explotar... , pero esta noche nada es predecible.
Sacas tu polla y me pones a cuatro patas, agarras mis nalgas y vuelves a metérmela, pero ralentizas otra vez el ritmo. Cinco lentos uno fuerte, cuatro lentos una fuerte, tres lentos uno fuerte..., mientras no paras de estimular mi clítoris con tus dedos y tus huevos al golpearlo en cada embestida.
Bajo medio cuerpo, lo apoyo en la cama, me arqueo, mi culo en pompa y posa mi mano sobre la tuya, entre mis piernas, aportando más presión y de paso rozo tus testículos. No paro de mover mis dedos cada vez más rápido, más fuerte, más fuerte y más rápido mientras tu empujas a un ritmo endiablado, cuando yo ya no puedo más, mi cuerpo se templa y unos espirales de placer viajan por mi vientre hasta mi sexo y me corro sin ningún pudor, gimiendo y gritando de placer. Eres una locura y mi segundo orgasmo es pura fantasía.
Justo, en ese momento, aumentas tu cadencia, y empujas más fuerte, más duro, dentro-fuera, dentro-fuera, mientras notas mis espasmos que engullen tu polla y, de sopetón, de manera inesperada, retiras tu miembro, te sacas el preservativo y te corres encima de mi culo y espalda marcando mi piel con tú semen.
Nos dejamos caer, das media vuelta. Noto que me observas y te devuelvo la mirada. Mi mirada chocolate y tu mirada musgo crean un bosque. Sonreímos, nos besamos y decidimos encargar la cena. ¡Qué hambre! Hay que recargar las pilas, la noche, sin duda, no ha hecho más que empezar...