Hacer el amor
Te miraba mientras dormías, yo me había desvelado, veía como tu respiración era tranquila, y la sentía sobre mi piel y la erizaba. Tu pecho subía y bajaba descansando tranquilo y mi mano se posaba en él con cuidado, siguiendo esos movimientos que se me antojaban sensuales, como todo tú.
Dormíamos desnudos, cerca el uno del otro.
Mi pierna descansaba sobre la tuya, y de vez en cuando una de tus manos se apoyaba en ella, estaba fría, pero pronto entraba en calor.
A veces eso te despertaba. Abrías un ojo para comprobar si dormía, leía o te observaba.
Yo a veces cerraba los ojos y me hacía la dormida.
Tú subías la mano hasta mi nalga desnuda y me apretabas riendo contra ti y haciéndome reír a mi.
Te ponías a besarme, a hacerme cosquillas que odiaba y de repente te parabas sobre mis ojos acostumbrados ya a la oscuridad.
• Despiértame cuando te despiertes- me decías.
• Me gusta mirarte, escuchar tus ruiditos y sentir tus movimientos dormido- te respondía.
• Pero quiero aprovechar cada segundo contigo. Mirar tus ojos, que mis manos aprendan de memoria todas tus curvas incluso a oscuras. Besar tus insomnios y pesadillas. Que tus brazos me rodeen y nuestras piernas se enrollen hasta llegar a los pies. Quiero acariciar tu pelo, hacerte sentir segura conmigo.
Sabía que todo era cierto, tú eras un lugar seguro para mi, y tu cama, tu cuerpo, tu mente, me daban paz y tranquilidad.
Tú querías y yo también y eso nos valía.
Mientras acariciabas mi pelo, volví a dormirme pegada a ti.
Tu erección era tremenda pero no me ibas a despertar por eso.
Tenías muchas maneras de hacer el amor conmigo, y esta, era una de las más maravillosas.
Sabías que por la mañana estaría deseando juntar nuestros cuerpos en uno solo, y mientras te girabas hacia mi para abrazarme y verme dormir hasta que tú caías, besabas mis labios y me veías sonreír dormida, desnuda y pegada a ti.