LA ESCONDIDA 3a. Parte
Siempre me ha gustado pisar su sedosa y dorada arena, con ese brillo de piedrecitas negras entre ella. Este nuevo verano decidí volver aquí de nuevo, donde tantas cosas me hicieron sonreir y disfrutar en esta pequeña cala que un día descubrí por causalidad al perderme por estos caminos de ronda.
Hoy veo La Escondida de otro modo, ya no la miro con melancolía, es alegre y cálida, con vida, con luz!
Las hojas de los arboles del fondo están un poco secas, pero son frondosos, con buenas raíces y sabrán sobrellevar este
calor.
En el horizonte un bello y radiante sol ilumina con fuerza el cielo azul de este cálido día y asi será en los venideros.
Dejo mi vestido en mi toalla, mis sandalias al lado y me dirijo al agua, es pronto y me apetece sentir el frescor en mi piel.
Lentamente me voy adentrando en el mar y se me eriza la piel con el frescor del agua, se me ponen duros mis pezones, me gusta esa sensación y sentir el agua salada en mis piernas y mi cuerpo.
Nado un poco mar adentro, hasta esas rocas del fondo que podrian contar tantas y tantas cosas.
A medida que me acerco veo una silueta sentada en ellas, mirando el horizonte, he de hacer una parada allí, descansar un poco antes de volver.
Me siento en una roca con la respiración agitada, un poco retirada del chico que mira sin ver, absorto en sus pensamientos y aún y asi ha percibido mi presencia, no dice nada, solo me mira a los ojos, profundamente, quemándome mi piel sin tocarme, y siento un escalofrío que me recorre a pesar de que no hace frío.
Lentamente, se levanta y puedo admirar su bello cuerpo, es joven, bien definido, alto y con paso firme, se le ve seguro de si mismo. Coge la toalla que tiene a su lado y se acerca a mi, no dice nada, se sienta a mi lado y me envuelve con ella; nos miramos en el fondo de nuestros ojos y el resto del mundo desaparece.
Siento su cálida mano en mi cintura y me acerca más a él en silencio, me sonríe de medio lado, y la distancia entre nuestras cabezas se acorta cada vez más hasta sentir sutil y suavemente sus labios sobre los mios, y ambos inician un baile lento, suave, cálido, húmedo ....
Él se levanta, me sonríe, me guiña un ojo y se va por las rocas hasta un barco que hay alli amarrado y se marcha, mirándome fijamente, dejándome allí excitada, húmeda y llena de deseo por él y lo sabe.
Complacerme a mi misma me bajará la excitación y eso hago, sobre la toalla que el chico ha dejado, cerrando los ojos y pensando en él y mientras me dedico a mi misma siento unos labios sobre mi coño, abro los ojos y veo su mirada, sus labios sobre mis otros labios, dulce,
lento, recorriéndome con su lengua, abriéndome como una flor, y probando cada milímetro de mi sexo, despacio,
sin prisa y haciendo que me arquée siendo ese cielo azul testigo de un orgasmo que me hizo casi perder el sentido.
Al abrir los ojos él ya no estaba, sonrio, y me tiro al agua para volver a la playa y antes de irme le guiñe un ojo a La Escondida.