LA TARJETA
Fue un reflejo inesperado, como un espejo en una catedral o el destello de unas gafas de sol, no está claro de donde salió, pero le deslumbró de tal manera que se le escurrió el bono transporte de la mano. La pirueta que la tarjeta hizo en el aire, ayudada por la rotonda que en ese momento trazaba el bus, fue digna de la escena de la carta en Ahora me Ves. Imposible entender cómo encontró el hueco entre el asiento delantero, la espalda de la chica y la tela de su top rosa …pero por allí se coló para su asombro y desesperación.
Durante un segundo, con cara de idiota, pensó en huir, disimular corriendo a los asientos del fondo, en que se lo tragara la tierra…pero se repuso como pudo, también para no caerse cuando el bus giró 90 grados al finalizar la rotonda y posando la mochila en el asiento, dijo: “p-p-perdonaa, se me ha caído el bono..” . La chica giró la cabeza al escucharle y unos ojos marrones muy vivos, le diseccionaron en un momento.
Intentó recomponerse y aparentar normalidad, mientras balbuceaba “ vvverás, el abono se me ha caíd, caido en tu asiento, bueno, en realidad en tu espalda…” se abrieron los ojos como platos y echándose la mano por encima del hombro soltó entre divertida y desafiante: “ ah sí ¿? Donde?? No noto nada…”
“puedo mmmirar?? “dijo el, rojo como un tomate, ella se inclinó y el se asomó desde atrás. En medio de una espalda muy morena se veía un sujetador negro, sencillo, de broche triple y enganchado en el, de una forma extraña, la famosa tarjeta roja.
Indecisión.
Que hacer?? no notaba la tarjeta porque se había trabado entre la tela del top y el broche. Ya pensaba en recoger cable y dejarla allí presa, cuando ella le plantó su móvil en la mano que tenía extendida como un tonto y le soltó: ”Porfi, haz una foto , esto va de cabeza a Insta!!” la diferencia de edad le abofeteó de tal manera que casi se le cae el móvil, mientras ella se echaba más hacia adelante para que se viera bien.
“Se ve bien así??”
“La verdad es que tú top lo tapa, puedo…? “ “Claro…”
Fue coger con dos dedos la tela rosa, un roce en la piel y un escalofrió le recorrió la columna de ida y vuelta, y un suspiro se escapó, susurrado, de sus labios.
El lo notó y casi se le cae el móvil por segunda vez, lo que unido al traqueteo del bus, hizo que se hiciera casi sola la foto.
“La-la tienes??” dijo con voz extrañamente ronca, ahora era ella la que balbuceaba.
Recuperó su móvil sin mirar siquiera la foto, pasó con decisión el brazo izquierdo por su espalda camino del sujetador, cuando una idea como un soplo de aire ardiendo, le atravesó -que me la quité el- En el acto los pezones le latieron y tuvo que cerrar las piernas, apretando suavemente.
“No llego… te importa sacarla??” dijo intentando poner voz zalamera, aunque de lo nerviosa que estaba soltó hasta un gallito.
Expectante, apretando entre sus manos el móvil, inclinada hacia adelante lo suficiente para que bizqueara el tipo del asiento de enfrente, a la vista de sus pechos bien realzados por el sujetador, la piel erizada, esperó. Anhelando que esos dedos le volvieran a rozar, o tal vez una caricia…
Fueron unos segundos, con los sentidos concentrados en su espalda, pero el tiempo se estira cuando deseas cuando escuchó decir: “ essstá enganchado. No salee..” ni un roce, nada , solo pequeños tirones para arrancar la dichosa tarjeta de su encierro. Excitada, expuesta, empezó a hartarse y soltó, alterada: “Tira fuerte, tío!!!”
Y allí comenzó un circo de tres pistas:
Del respingo que pegó el pobre, la tarjeta salió volando al centro del pasillo, el broche del sujetador se soltó con un ruido que anunciaba destrozo, la mano libre soltó la tela rosa intentando agarrar el sujetador negro que caía por la espalda y provocando que cayera aún más rápido sobre el asiento.
La palma de la mano abierta, posada sobre su espalda provocó un espasmo de placer, (porque algunas manos tienen la electricidad justa para derretirnos) que disimuló cayendo hacia adelante como si la hubieran empujado y el tipo de enfrente vio por un segundo aparecer y desaparecer sus pechos perfectos de veinteañera.
Una oleada de placer en latidos que nacían desde su espalda le recorría entera, hubiera querido quedarse así, con esa mano presionando sobre su columna, saboreando esas ondas que le recorrían de los pezones al cuello, del cuello a los muslos , de los muslos a la vagina y de ahí subiendo por la columna de nuevo a su cuello. Y el clítoris latiendo, con un placer desconocido.
Pero el eterno vigilante que toda mujer lleva dentro, le golpeó en el cerebro, apremiante:
¡! TAPATE ¡!
En un pispas, recogió el sujetador que fue a parar al bolso, se incorporó deshaciendo la conexión USB de su espalda y se volvió con los ojos brillantes y la respiración (mierda!!) agitada, para decirle: “ya tienes tu abono??” con una brillante sonrisa de-aquí-no-ha-pasado-nada.
Con una mano ardiendo y jugándose el tipo, avanzó por el pasillo del bus, se agachó a recoger la tarjeta roja y la metió a toda prisa en el bolsillo de su pantalón, no fuera a ser que…”sSi, si, lo tengo… oye si se te ha roto te lo pago …” le dijo sentándose por fin, justo detrás , pero en diagonal. “Nada, no te preocupes era viejo, no, no déjalo, no pasa nada”
“No, no insistas, es igual”
Y el silencio, como un bálsamo, se extiende por el autobús.
Pero no calma a una mano ardiendo, unos pezones pidiendo guerra y una mente desbocada. En su cabeza cientos de ideas dan vueltas. Agarra una de ellas, se sonríe y justo cuando llegan a P. pio, le para en el pasillo y le planta en esa mano aún caliente una nota escrita a toda prisa, en un papel de rayas.
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Llámame y me compras uno.
Reprime un escalofrío y sale delante de él moviendo lo justo el trasero. Unas manos como esas no sé pueden desperdiciar…seguro que el sabe dónde ponerlas y como.
Y si no, ya le enseñaría ella.