El mar
Me detuve desnuda delante del mar, cerré los ojos mientras la brisa movía mi melena y erizaba mis pezones y el olor del agua entraba en mis fosas nasales.Abrí los ojos de nuevo mientras mis pies se adentraban en la húmeda arena y el agua se acercaba a besarlos.
Estaba fría, pero con el calor que hacía, se agradecía.
Entré de golpe y empecé a nadar hacia donde no hiciera pie.
Era una sensación maravillosa estar desnuda en el mar, nadar libre como si volaras cual mariposa.
Pronto oí alguien que se acercaba a mi nadando.
Me giré y vi cómo tus ojos se oscurecían por la lujuria.
Sonreí.
Llegaste hasta mi y acercaste mi cuerpo al tuyo todo lo que pudiste.
Empezaste a besarme, despacio primero, pequeños besos a mis labios y yo algún mordisco a los tuyos.
Reías.
Y entonces tu lengua buscó la mía con desesperación.
Tú sí hacías pie.
Mis piernas se enroscaron a tu cuerpo y noté tu polla creciente pegada a mi.
Me recordó cuando era yo la que tenía veintipico años y follaba en el agua con mi novio de aquella época.
Volví al presente cuando hiciste salir un gemido de mis labios masturbándome sin dejar de besarme.
No pude evitar acercarme más a ti y dejar que tu polla entrara dentro de mi.
Yo no dejaba de moverme a pesar de las olas, tú tampoco.
No sabíamos si alguien nos miraba desde la arena.
Tampoco nos importaba.
Te pedí nadar hacía unas rocas y salí nadando hacia allí escapando de ti.
Me perseguías agitado, cachondo pero riendo.
Es divertido estar con alguien que aunque sea mucho más joven que tú, sepa seguirte el juego.
Las rocas nos ocultaban un poco de la vista del resto.
Noté tu mano en mi muñeca y te miré.
Estábamos muy cachondos y subiendo a una gran piedra bastante plana te obligué a sentarte mientras yo lamía y lamía y tú gemías mientras tu erección iba en aumento.
Subí a la roca impulsando mis brazos y ayudada por una ola mientras me clavaba en tu polla y movida al compás de las olas que morían en nuestra roca te cabalgaba abrazada a ti para no caer con el agua.
Nuestros besos y el ruido del romper de las olas ocultaba el ruido de nuestros gemidos y cuando nuestros cuerpos empezaron a dar pequeñas sacudidas por nuestros orgasmos, yo no quería que salieras de mi. Deseaba gozar esa sensación.
Lamías la sal de mis pechos.
Yo no dejaba de gemir con la cabeza levantada hasta el cielo.
Una ola nos desestabilizó y caímos al agua.
Ambos sacamos la cabeza y nos echamos a reír mientras nos uníamos en un nuevo beso.
Notaba que volvías a querer subir a la piedra, pero todos se preguntarían, o no, dónde nos habíamos metido.
Me eché a nadar hacía donde estaba el resto del grupo.
• No puedo salir así- me dijiste.
Reí y salí del agua dejándote allí mientras te oía gritarme.
• Esto no acaba aquí eh...
Yo seguía riendo cuando llegué a la toalla y pedí una cerveza de la nevera.