Mi lugar favorito
• En los años que pasé viviendo sola, vivía en una de las zonas más altas de Barcelona • ¿En serio?- me dijo Andrés sorprendido. Yo lo miré dando una calada a mi cigarro y al ver su cara me entraron ganas de echarme a reír.
• Sí, pero de montaña- reí y él conmigo.
Volví a concentrarme en los recuerdos que me traía ver Barcelona desde algún punto alto de noche. Era tan mágica...
Adoro mi ciudad y no me canso de pasear por sus calles, de descubrir sitios nuevos que nacen constantemente, de ver pasar a turistas y a gente que vive aquí e intentar analizarlos.
Me gusta sentirme o hacerme la turista en mi ciudad, perderme, callejear nuevos barrios y descubrir, siempre cosas nuevas.
• Como te explicaba, vivía en una zona de montaña donde tenía el privilegio de ver toda Barcelona a cualquier hora del día.Había cerca un castillo abandonado y derruido por donde correteaba de niña y flirteaba de más mayor. Y cuando vivía sola, me gustaba que mis primeras citas terminarán allí. Tener sexo en un lugar público pero oscuro, con Barcelona como telón de fondo era pura fantasía.
Me diste un casco y me preguntaste si sabría llevarte.
Pedí que desbloquearas tu móvil y busqué en Google maps cómo llegar hasta allí.
Nos subimos a su moto, yo con una sonrisa, a él no podía verlo, pero estaba segura de que también.
Frenadas de golpe en los semáforos para que la inercia me acercara más a su espalda. Me encantaba ir en moto a pesar de no saber conducirlas.
Llegamos al descampado delante del restaurante del que yo había hablado. Estaba cerrado, ya eran horas, claro, y el lugar desierto. Miré las luces de mi hermosa ciudad y vi cómo las miraba maravillado.
Nos quitamos los cascos.
• Tenías razón, es un lugar increíble.
• Hacía mucho que no venía, gracias.
Me puse de puntillas delante de él para cogerle del cuello y agacharle un poco. Las luces de la ciudad se reflejaban en sus bonitos ojos y le besé con toda la pasión que había vivido tantas veces en aquel lugar, quería agradecerle aquel viaje al pasado, lo necesitaba y además era un lugar que sólo podía relacionar con sexo, sentimientos y momentos maravillosos. Y ni la moto me iba a impedir un recuerdo nuevo creado allí.
Nuestros besos se recreaban en el cuerpo del otro, hasta la luna se escondía entre las nubes a ratos para no molestar.
Me subió a la moto como si nada y me comió el coño como pocas veces, sentir su lengua, su cálido aliento y las luces que creaban algo irreal frente a mi.
Me hizo gemir a gritos y explotar de placer.
Entonces fui yo quien recorrió su piel con mi aliento, algún beso, la lengua y algún mordisco. Cuando llegué donde quería me pidió que siguiera y aunque lo hice, me detuve para pedirle que se subiera a la moto. Me miró extrañado y entonces me subí yo también delante suyo, dejando ante sus ojos las luces de Barcelona y sumergiendo su polla erecta dentro de mí.
No sabía ir en moto, pero me encantaba cabalgar a un hombre.
Le miraba sintiendo esa mezcolanza de sensaciones visuales, con nuestra pasión desbocada, sus ojos posados en los míos, yo viendo en ellos parte del espectáculo de luces que se disfrutaba allí arriba.
Nuestras pieles incendiadas, nuestro placer al tocarnos, manteniendo el equilibrio sin dejar de embestirnos como dos lobos que salen a campo abierto por primera vez.
Todo destilaba sexo, sensualidad y lujuria ycuando me dijo que se iba a correr me dejé ir cerrando los ojos y estrechando mis paredes vaginales explorando juntos ese placer, sin dejar ese vaivén de caderas del que estábamos disfrutando.
Me dejé abrazar x él, tan cerca uno del otro, con la piel tan sensible que cada vez que notaba el roce de sus manos sobre mi, un nuevo escalofrío de placer me recorría.
Nos besamos mirándonos a los ojos y me dijo
• Sabía que esos ojos me perderían, pero no hasta este punto.
Me reí porque siempre me lo decía cuando solo hablábamos con mensajes.
• Gracias por traerme hasta aquí y dejarme este nuevo recuerdo.
• Gracias a ti por compartir este lugar conmigo.
Nos sentamos en el suelo con la ropa puesta de cualquier manera y mirando la ciudad a nuestros pies.
Una primera cita maravillosa, que prometía muchas más.
Nos quedaban muchos sitios por recorrer en nuestras futuras citas, nos miramos y comenzamos a besarnos de nuevo y a sentir el calor que precedía al sexo.