El coche
Tenía ganas de verte, de sentirme menuda entre tus brazos. Me encantaba mi forma de encajar en el hueco entre tu hombro y tu pecho, de sentir tu olor en mi nariz, el palpitar de tu corazón en mi cuerpo y tu erección pegada a mi.Me propusiste ir a cenar, no estaba acostumbrada a algo así, yo era la primera que lo evitaba, pero te dije que sí.
Después de la cena nos fuimos parando cada pocos metros para besarnos como si fuéramos una pareja de adolescentes.
Me encantaba sentirme así, como si tuviera bastantes años menos pero con las ganas de siempre.
Ni sé cuánto tardamos en recorrer lo que serían 10 minutos andando a paso normal.
Llegamos a tu coche y cuando me iba a poner el cinturón detuviste mi mano y me pegaste a tu cuerpo mientras me besabas de nuevo.
Me preguntaste si me apetecía pasar a la parte de atrás y, por supuesto, te dije que sí.
Hacía años que no follaba en un coche, pero como casi todo contigo, era diferente.
Nos besamos y acariciamos sin perder un ápice de ganas.
Me quité el pantalón y las bragas y subí sobre ti. Tú mientras habías llegado al mismo punto que yo y cuando subí sobre ti guiando tu polla hacia mi cálida humedad y me dejé caer sobre ella, el placer invadió mi cuerpo mientras me movía como sé que te gusta. Nuestros gemidos crecían en el coche, ni siquiera escuchábamos el ruido en la céntrica carretera en la que habías aparcado.
No podía dejar de moverme al compás de mis gritos que tapaba en tu cuello en forma de pequeños mordiscos.
Sentí cómo te corrías dentro de mi mientras apretaba mis músculos vaginales para mantenerte dentro y yo seguía moviéndome pensando ya únicamente en mi placer. Empezaste a acariciar mi abultado clítoris y enseguida fui yo la que te empapaba a ti.
Caímos uno al lado del otro. Todos los cristales del coche estaban empañados y los 2 recordamos la escena de una famosa película sin dejar de reír y besarnos.