ASMR
Nunca sabía qué esperar cada vez que quedaba con él. Era lo que más me atraía para volver a quedar una y otra vez, y lo sabía. Sabía que no me gustaba quedar más de una o dos veces con la misma persona pero él se escabullía de todas mis normas.Esa noche me llevó a un local diferente al de cualquier otra vez.
Constaba de diferentes "habitaciones " por llamarlas de alguna manera, separadas por cortinas.
Todo era muy místico y enseguida me pareció fascinante.
Nos trajeron de beber una especie de zumos naturales con ingredientes de lo más variado y dejaron una pipa de agua entre los dos.
Bebíamos y fumábamos sin perdernos de vista, y la mía para él siempre era de gata salvaje, como me decía...
De repente me di cuenta de que tenía algo entre las manos y que su sonrisa volvía a ladearse como cada vez que empezaba un nuevo juego.
• Sé que no te gusta. Pero sabes que estás en buenas manos y solo lo hago xq quiero aumentar otros de tus sentidos.
Entonces vi el precioso pañuelo de seda con el que quería taparme los ojos.
Cierto, no me gustaba, nunca dejaba a nadie hacerlo, pero sabía que en él todo tenía una explicación así que ni me lo planteé. Eché mi pelo a un lado y me giré dejando mi espalda y la parte de detrás de mi cabeza a su merced.
Me lo puso con cuidado sobre los ojos, bien tapados, y me hizo tumbarme entre el montón de cojines que nos rodeaba.
No sabía qué iba a pasar, noté cómo sus manos se retiraban un momento de mi cuerpo.
Empecé a escuchar un tintineo, una especie de campanitas que se acercaban a mi cabeza, me sentí en un bosque, como un hada. Repicaba aún cuando sentí un cálido soplo en mis hombros mientras unas expertas manos bajaban la cremallera de mi vestido y yo podía escucharlo, lo hacía despacio, y eso me excitaba aún más. Mi piel se erizaba por momentos.
Pronto escuché otro ruido que no logré identificar, un gorgoteo y una vaharada de humo saliendo de sus labios y recorriendo mi cuerpo ya casi desnudo y desde luego, entregado.
Ahora notaba las yemas de sus dedos sobre mis pechos, oía su lengua y esos lametones sobre mis pezones.
Una pequeña tabla de madera sobre mi estómago y unos palos con diferentes sonidos, jamás pensé que algo así pudiera excitarme de tal manera.
Estaba cerca de mi pubis y de repente estaba en mi boca. Escuchando el ruido de nuestras lenguas, de nuestra manera de sorber la saliva del otro, de crear besos épicos y ahora también con su punto sonoro.
Podía escuchar cómo le llamaba mi pubis pero creo que ese sonido solo lo escuchaba yo, hasta que en cuestión de segundos oí esa lengua chapotear y jugar con él.
Volvía a oír esas campanitas que me hacían estremecer ¿sería ahora como el perro de Pavlov? Bueno si me excitaba cada vez que oía unas, tampoco me iba a importar.
Una pequeña risa brotó de mis labios. Con un chasquido de su lengua me hizo callar para escuchar su manera de comerme el coño, era excitante no solo sentirlo, también oírlo y yo necesitaba gemir y lo hice, escuchándome a mi misma.
El chasquido de sus dedos aparecía y desaparecía sin saber cuál sería ahora el lugar.
Mis uñas empezaron a repiquetear en el suelo y escuché su risa distendida.
"¿Te diviertes?" Me preguntó "mucho" dije apenas sin aliento.
Me dio de beber con una cañita, escuchando mis sorbos y mis tragos para luego hacer él lo mismo.
De nuevo esas campanillas, y mi coño buscándolo en aquella oscuridad absoluta que me rodeaba pero le escuchaba, escuchaba todos sus movimientos, todos los ruidos sexuales que normalmente damos x hecho y los ignoramos, y hoy me servían para adivinar su siguiente paso. Me iba acostumbrando a ellos, me gustaba adivinar qué venía ahora.
Escuché desgarrar algo, creo que era un condón. También follaría a oscuras, sumida en el placer y en los ruidos que pudiéramos generar, estaba excitadísima. Otro juego que me volvía loca y que me haría volver a decirle que sí cuando quisiera quedar.
La gata callejera tiene un talón de Aquiles, y él lo conoce perfectamente y sabe hacer que nunca quiera decirle que no.