La pecera

Hacía varias semanas que no salíamos juntos y estaba deseando que lo hiciéramos.
Estuvimos bailando y tomando unas copas. Fui al baño y al volver te cogí de la mano y me seguiste sin preguntar.
Te llevé a la zona de las camas, fuimos mirando las diferentes parejas, tríos y demás que estaban por allí. Pero no quería ir a esas. Quería llevarte a la pecera, la que tenía una cristalera que daba directamente por dos lados a la pista de baile.
Te pregunté si te apetecía y me subiste a ella antes de terminar la pregunta.
Me quité los zapatos, las bragas y la minifalda y empezaste a comerme el coño como solo tú sabes hacerlo.
Conoces cada parte de mi casi mejor que yo misma y enseguida estaba lubricada.
Así que rodé hacia un lado y bajé dejándote sentado en la orilla para agacharme y sacar tu polla que apretaba ya tus pantalones y calzoncillos.
La metí en mi boca mientras nuestras miradas se cruzaban y empecé a jugar con ella. La lamía, la rozaba con la lengua y mis manos me ayudaban.
Podía oír tus gemidos.
La gente miraba desde la pista, desde dentro de la zona, pero era como si todo hubiera desaparecido y solo estuviéramos tú y yo.
Cuando no podías más, subí encima tuyo y mientras nos besábamos con pasión me dejaba caer sobre tu polla y sincronizábamos nuestros movimientos para el disfrute de ambos.
Disfrutabas mirándome cabalgar sobre ti, y sabiendo que éramos el foco de diversas miradas. Aquella situación te gustaba y te producía un morbo que hacía que cada poro de tu piel sintiera todo mucho más.
Entonces me diste la vuelta dejándome debajo mientras yo reía divertida y cachonda y tú me penetrabas hasta el fondo, subiendo mis piernas hacia arriba.
Pero sabes que no me gusta no poder moverme. Prefiero enganchar mis piernas a tu cintura y moverme debajo de ti, para sentirte más, para sentir cómo te gustan mis movimientos.
Clavaba mis uñas en tu espalda y más tarde en tu culo.
Mordía tus labios al besarnos, tu cuello cuando te acercabas lo suficiente.
Tus gritos y jadeos quedaban ahogados por la música y la gente.
Y llegamos a ese punto en que mi cuerpo empezaba a temblar, mi orgasmo se precipitaba y te pedía que no pararas.
El placer salía de mi con cada movimiento de nuestros cuerpos y así se alargaba el momento hasta que vi cómo me mirabas y supe que tú también ibas a correrte.
Aun así seguimos nuestra danza de cuerpos mientras todo salía.
Me encantaba ver tu cara mientras te corrías, escuchar los sonidos que hacías, tenerte dentro y seguir sintiendo cómo aún nuestros movimientos estaban acompasados. Te dejaste caer a mi lado y me besaste dulcemente. Yo te hice rodar y te mordí en el culo fuerte, me encantaba marcarte con mis uñas y dientes.
Gritaste y vi el placer en tu cara.
No me has hecho daño, dijiste. Me reí y empezamos a vestirnos.
Nuestro espectáculo había terminado y nuestros espectadores seguían mirando y tocándose.
Volvimos a la pista y nos tomamos unas cervezas para calmar nuestra sed.
Al día siguiente recibí un WhatsApp tuyo
"Cariño, cada vez que me siento, me acuerdo de ti"
"Pero si no te había dolido " te dije mientras reía.
Por la noche me enseñaste ese pequeño morado que te hacía recordar la pecera cada vez que te sentabas y volvimos a besarnos apasionadamente.