El email
Ha pasado una semana desde que abrió su correo y vio un email del que no conocía el remitente. En asunto solo había una palabra. Travel. Pensó que sería otro email de publicidad e iba a hacer lo que hace normalmente, enviarlo a la papelera sin abrir.
Pero se quedó mirando la pantalla y ese desconocido remitente.
Hacía siglos que no podía permitirse viajar, y sin apenas darse cuenta de lo que hacía, lo abrió.
Tenía un archivo adjunto y una sola frase en inglés "Meet me" junto a un nombre, un nick, que conocía de la app liberal que frecuentaba.
Abrió el archivo adjunto, era un billete de avión de ida y vuelta de Barcelona a Berlín- Branderburgo.
Tenía una fecha de salida pero la de vuelta estaba en blanco. Es un vuelo con fecha de regreso abierta.
Fue al aeropuerto con una maleta de cabina, no se paró a pensarlo demasiado a pesar de todos los contra que sus amigas le dijeron en su grupo de chat de WhatsApp.
Irse de viaje gratis, a un lugar que no conocía, a encontrarse con alguien a quien solo conocía por Internet.
La verdad que esos argumentos le faban más ganas de ir que de quedarse...
No hablar ni una palabra de alemán, y aunque en su currículum ponía " inglés nivel medio" como en la mayoría de currículums de los españoles, la verdad es que hacía tanto que no lo hablaba que no sabría desenvolverse con él ni de coña. Cómo si ella hubiera necesitado alguna vez de diccionarios en sus viajes... simplemente con unas cuantas palabras y su gesticulación, se apañaba bien.
Cogió el avión con una mezcla de nervios e ilusión, en lugar de ansiedad y miedo. Se merecía que le pasara algo así, ese era el mantra que su cabeza repetía desde que recibió el billete.
Aterrizó y vio a un señor con pinta de chófer con su nombre en un cartel, bueno, con su nick... así que se acercó resuelta hasta él. Señaló el cartel y se señaló a sí misma. El hombre cogió su maleta y le dijo algo en alemán que ella no entendió, pero por su tono y sus movimientos, ella le siguió hasta un cochazo que la dejó en la puerta de un hotel impresionante. El hotel Hilton Berlín.
Entró a recepción y entregó su DNI al chico alto y rubio que estaba allí en esos momentos.
Él lo cotejo en su base de datos y le dio una tarjeta para su habitación.
"Puede acceder a todas las zonas privadas del hotel" le dijo en un correcto español " Las órdenes son que puede hacer lo que quiera, todo está pagado "
Siguió a una chica con el uniforme del hotel que la acompañó hasta su habitación y la llenó de folletos sobre todos los servicios que podía encontrar allí y cuando abrió la habitación, sus ojos fueron directos a una enorme ventana con vistas a la ciudad. Luego vio una enorme cama llena de pétalos de flores que la embriagaban con su aroma.
Una botella de champán en una cubitera y una nota que leyó y escribió en su aplicación de traductor de Google.
En ella él le daba la bienvenida, le pedía que disfrutara del hotel y sus instalaciones y que él se encontraría con ella en el restaurante del hotel esa misma noche. También se disculpaba por ni haber podido ir a recogerla al aeropuerto, pero no se fiaba de su autocontrol al verla. Ella rió por la ocurrencia, siempre era divertido en sus mensajes.
Una ducha urgente, larga, caliente, desentumeció sus huesos y pidió hora para un masaje por el teléfono de la habitación.
Tenía todo el día por delante solo para ella.
Llegó la hora de su masaje y después de él salió como nueva hacia su habitación.
Tenía un tocador junto a la cristalera y allí pasó un rato de chapa y pintura hasta verse perfecta en el espejo.
Se puso un bonito vestido de firma con un abrigo precioso que la esperaban en el armario con otra nota que le decía que se lo pusiera esa noche junto a un sexy conjunto de lencería de una marca cara alemana que conocía y adoraba pero nunca podía comprar por su elevado precio. Y unos preciosos y cómodos zapatos que no parecían baratos. Empezaba a pensar que era un mafioso o algo así.
Bajó al restaurante del hotel y enseguida la llevaron a una zona algo alejada del resto y bastante más privada que el resto del comedor.
Allí la esperaba en frío una botella de vino de la que le sirvieron una copa y que tomó prácticamente de un trago por los nervios del momento. Le sirvieron una segunda copa y cerraron la cortina que separaba ese lugar del resto del comedor.
Poco rato después de nuevo alguien se acercaba y abrió la cortina, pero no era un camarero. Era él, el hombre que la hacía vibrar y reír a partes iguales en sus conversaciones.
Se levantó y se acercó a él. Su perfume era una delicia. Sus fotos no le hacían justicia, era más alto y fuerte de lo que le había parecido . Le dio un fugaz beso en los labios y dio una vuelta para que él viera que llevaba su vestido y sus zapatos.
Cuando ambos empezaron a estar relajados, ella se sentó frente a él, pero sin la mesa de por medio y abrió las piernas sin pudor para que también viera su nueva ropa interior.
No entendió mucho de la conversación pero tenía una sonrisa que enamoraba y una risa contagiosa.
Quiso saltar por la mesa y follárselo allí mismo tal era su deseo hacia él.
Pero optó por ir debajo de la mesa, bajar su bragueta y empezar con el entrante que se alzaba al son de sus caricias y lametones. Podía oír sus gemidos desde allí y eso la excitaba.
Se abrió de nuevo la cortina mientras él se tapaba un poco con el mantel manteniendo el tipo. Como estaba gozando ella de la situación...
Y cuando salió de debajo de la mesa y limpió su boca con una servilleta como después de haber saboreado un suculento plato, él la mira con ganas de más. Le encantaban los hombres con ganas de más...
Llamó al camarero para pedirle que subieran la cena a la habitación de ella.
Ya en el ascensor, solos, no pueden dejar de tocarse y cerciorarse de que están juntos de verdad, de que son reales y de que la química sexual entre ellos atraviesa la pantalla.
Practican sexo duro, salvaje sobre el sofá de la habitación y siguen probando muebles hasta llegae a la cama.
Sus ganas pueden más que sus modales.
Cuando el servicio de habitaciones llama a la puerta, él pide que pasen y lo dejen ahí mismo sin dejar de follarse el uno al otro.
El siguiente polvo es en la ducha, donde se enjabonan el uno al otro con cariño y cuidado. Inmortalizan con fotos esos momentos y salen mojados y entre risas.
Ella pone una silla delante de la cristalera y lo obliga a sentarse.
Pone una música suave de fondo y deja que su cuerpo baile para él, cerrando los ojos y pensando solo en la sensualidad de ella contoneándose para él.
La coge de la mano acercando sus cuerpos desnudos, sus bocas hambrientas y dejándose llevar lo cabalga como una experta amazona bajo la vista nocturna de la ciudad de Berlín.
Duermen juntos y exhaustos y siguen con hambre el uno del otro.
La semana va pasando. De día ella hace turismo llevada por el chófer que él ha dejado para ella y compra ropa elegante y de marca con la tarjeta que él le ha dado especialmente para ella.
Las noches son para ellos, para dejarse llevar por la lujuria y el deseo.
Saben que aquella situación es finita y ella debe regresar a casa, aunque ninguno de los dos quiera separarse ni pensaren ello. Así que ella una noche mantiene una sesión de sexo aún mucho más agotadora, placentera, disfrutando de sus cuerpos como si no hubiera un mañana hasta caer rendidos con los primeros rayos de sol.
Cuando él despierta está solo en la cama, no escucha ningún ruido en la habitación y sabe que ella se ha marchado.
Una sonrisa le viene a la cara recordando toda la semana juntos, y aunque su corazón late acelerado con solo pensar en sus ojos, su sonrisa y sus curvas, también late por la añoranza de no despertar junto a ella.
Ella llega a su casa en Barcelona y cuando abre la puerta se deja caer en el sofá, agotada y sin saber si ha sido un sueño o no.
Ha pasado una semana que jamás creyó posible y que él hizo realidad para ella.
Duerme tantas horas seguidas que ni sabe qué día es cuando despierta.
Abre la aplicación en su móvil y encuentra un mensaje suyo dándole las gracias por haber confiado en él y haber viajado hasta allí. Por esas noches exquisitas y una promesa de repetir cuando desee.
Ella sabe que no será tan fácil que se repita, aunque desea que así sea. No le contesta, se despereza y sonríe mirando su sencilla habitación, llegando casi arrastrándose hasta la cocina para hacerse un café cargado y volver a su vida anodina lejos de él.
Se da las gracias a sí misma por su impulsividad, por sus ganas de vivir cosas nuevas y buscando un curso online de inglés, aun sabiendo que no lo necesita cuando está con él, aun sabiendo que tal vez no lo vuelva a ver.
Sus ojos brillan de nuevo como no lo hacían desde hace mucho tiempo. Y sale hacia su trabajo corriendo hasta el metro para unirse a una multitud de gente que la engulle hacia su vida real y su rutina habitual.