Oscuro

Noto un fuerte tirón y me veo dentro de un baño a oscuras, apenas veo nada porque la puerta se cerró detrás de mí. Mi corazón late desbocado. Estoy asustada, no entiendo nada.
Escucho tu voz detrás de mí y me sobresalto.

• Llevo mucho tiempo esperando este momento- me susurras.

Mi piel se eriza al sentir tu aliento en mi nuca, tan cerca...

Oigo a la gente pasar por el pasillo ajenos a nosotros, sumidos en su rutina.

Tu mano retira mi pelo despacio del cuello, baja la chaqueta, el polo, lo suficiente para que tu boca tenga acceso a mi cuello y lo haga presa.

No sé si quiero esto, mis sensaciones son ambiguas, te deseo desde hace tiempo pero así, de ese modo, no lo esperaba, lo que no deja de hacerlo absolutamente enloquecedor.

Imagino tu mirada, esa que tantas veces me ha penetrado al verme pasar, apenas unos “hola” entre nosotros y miradas, ¡cuánto pueden decir las miradas!, hay historias enteras detrás de unos ojos.

Me muerdes y me haces temblar, y me dejo. Quiero sentirte, que me atrapes. Llevo mi mano hacia atrás y agarro tu cabeza contra mi cuello y lo sabes…

Sabes que ya no hay resistencia.

Me empujas contra el lavabo, trasteo con los pies en la oscuridad hasta que mis muslos se chocan contra él y mi cuerpo se echa hacia delante por la inercia. Y me atrapas.

Tus manos se clavan en mis piernas y agarras con fuerza la falda que subes hasta mi cintura. Sacas la camiseta de dentro para tener acceso a mi pecho y los agarras con furia, te clavas en mí.

Te siento al límite entre mis piernas, en mi culo.

Apenas puedo sujetarme al lavabo, mi cabeza va a mil por hora.

• Voy a hacerte mía- me dices mientras tus manos llegan a mis bragas y las bajas, lo justo para que apenas pueda abrirme, lo justo para que tus manos tengan acceso al interior de mis piernas y te deleitas al tocarme y notar tus dedos empapados de mí.

De mi boca se escapa un gemido al sentir tus manos fuertes metiéndose dentro de mí, noto tu deseo feroz, sin delicadeza, salvaje. Queriendo quitarse de encima meses de deseo.

Cada vez estoy más y más empapada.

La oscuridad, tu olor, tu aliento... me tienen al límite.

Noto que te separas de mí y escucho que rompes algo, lo que intuyo que es un preservativo, aunque no me molesto en averiguarlo, te necesito dentro de mí, clavándote en mi piel.

Agarras mi pelo, me echas hacia delante y me penetras hasta el fondo. Mi cara contra el espejo del baño, tu fuerza me arrasa.

Sigues con toda tu furia haciéndome tuya, sin piedad. Mis piernas clavadas contra el lavabo, mis manos en el espejo y tú en un trance protegido por la oscuridad.

Tu mano libre separa mi cuerpo del lavabo lo justo para acceder a mi clítoris y masturbarme al mismo tiempo que tu pene se masturba con mi vagina.

Nos volvemos locos.

Nuestros gemidos se ahogan en la rutina del centro comercial.
Mi cuerpo empieza a flaquear, noto mi sangre ardiendo, cada pulsación, noto como me arrastras a tu locura.

• Me voy a correr- me susurras cuando noto mi cuerpo rompiéndose al mismo tiempo.

Noto cómo resbala por mis piernas toda mi humedad mientras entras y sales de mí dejando libre la salida. Hasta que en una última embestida te quedas dentro mientras te corres.

Me besas en la nuca y te separas de mí.

Me quedo agarrada al lavabo a oscuras mientras oigo como te repones y te vistes.

No me había dado cuenta de que tenía los ojos cerrados hasta que veo una luz tenue en el baño. Has encendido el móvil para ver.

Y en ese momento me doy cuenta de que no estamos solos, otra figura observaba sentado. No sé si todo el tiempo ha estado con esa luz observándonos.

Te ríes de mi cara de asombro y cuando intento recomponerme me sujetas contra el espejo mientras me dices

• ¿Me equivoco o también te pone cachonda él?

Según lo dices, mi respiración y mi pulso se disparan.
Me separas del lavabo y me das la vuelta sujetándome las manos por detrás mientras eres tú ahora el que se apoya en el lavabo.

Mi cuerpo queda frente al observador que por lo que veo, lleva rato masturbándose. Se coloca un condón sentado y se levanta.

Apenas puedo moverme, las bragas bajadas lo justo bloquean mis piernas y tú apresas mis manos, sirviéndome en bandeja al siguiente.

Estoy asustada, excitada, caliente, nerviosa.

Se acerca a mí el observador y baja mis bragas hasta que caen al suelo. Levanta una de mis piernas colocándola a la altura de su cintura, coloca su polla en la entrada de mi vulva y se frota de arriba a abajo, llevando otra vez mi clítoris al límite.

Mi carcelero acoge el peso de mi cuerpo mientras me muerde el cuello, cambia de sujeción agarrándome por debajo de los pechos dejando mis brazos completamente inmovilizados justo cuando el otro me penetra.

Tampoco hay suavidad en ese nuevo invasor. Me invade haciendo que los tres nos movamos juntos y me entrego a ese momento.

Me penetra una y otra vez como si fuera un juguete, sin más objetivo que sexo animal, lascivo, sucio.

Solo follar por el simple vicio de follar y entregándose al placer que le provoca, arrasándome a mí junto a él, enfrentándome a sentir mis más oscuros instintos saliendo a flote y dejándome follar de esa manera instintiva, animal.

Siento como mi captor baja su mano para masturbarme mientras su compañero me penetra provocando que mis gemidos se vuelvan violentos.

• ¿Te gusta que te follemos los dos, verdad?- me dices.
• Sí que le gusta, mira lo empapada que está, mira como me entra- dice el que sin piedad me hace suya.
• Voy a hacer que te corras en su polla- me dices otra vez al oído sin dejar de masturbarme.

Empiezo a notar cómo mi vagina se contrae, poco a poco siento cómo llega, me invade un orgasmo brutal y me tapas la boca para que nadie me oiga mientras tu compañero me penetra una y otra vez hasta que él también se corre y quedamos los tres completamente pegados.

El olor, el sudor, la piel, el aliento, todo grabado a fuego en cada uno.

• Repetiremos- me decís, mientras dejáis que mi cuerpo recupere el equilibrio.