Maritornes y su harriero
Parecióle oportuno al harriero tener unas palabras con su manceba:--Obligado me hallo, Maritones, a acometer una plática sobre tu lascivo proceder. Trajino yo por esos andurriales sin mujer. Más fiel a mi moza estimada que el muy famoso Don Quijote a la sin par Dulcinea. Y hogaño mi sosiego en un pozo…” ¿ A dónde estás puta ? A buen seguro que son tus cosas estas “ –rugió el mulero las palabras del ventero.
– Yo te juro. harriero de mis entretelas, que mis designios no eran faltar a la palabra dada. Bien dice Cide Hamete Benengeli en sus papeles que ambos concertamos en refocilarnos. Mas ¡ cuál fue mi sorpresa al verme acometida por una triste figura !
--¡ Mientes, bellaca ! –-se sulfuró el harriero--. Yacer deseabas con otros mancebos, condición es de tus trabajos venteriles. Por demasía es natural de tu sexo, en casi las tres décadas de vida, catar divergentes cuerpos de varón.
– Yo te demostraré, señor de mis placeres, que mis carnes se estremecen no por golpes ni palos, sino por el miembro que entre tus piernas se regocija ante mi presencia. Es por ello que se abrirá mi cuerpo por acoger tu cuero.
--Menos no espero, coima lujuriosa. Proceder quiero a acometer con mis fuerzas tus profundidades.
--Ansiosa me hallo. En todos los días de mi vida no topé bríos de varón como los tuyos.
Conoció Cide Hamete Benengeli que los alaridos de gozo de Maritornes y su mulero anduvieron toda la Mancha hasta llegarse al Toboso y estremecer las carnes de la sin par Dulcinea, hacíéndole mudar su natural casto por voluntad salaz. Nunca lo supo el caballero de la Triste Figura, mas la flor de sus pensamientos se trocó en planta libidinosa, acogedora de múltiples frutos de varón. Oculto fue por el moro historiador, y en olvido por aquel soldado de Lepanto más versado en desdichas que en versos.
Es por ello que yo, a más de cuatro siglos de distancia, doy fe de ello en este escrito. He dicho.