BRAMIDOS DE PLACER
Me encanta cuando me hace llorar de placer, cuando me toma en la madrugada sin importarle si estoy o no maquillada, porque siempre me ve hermosa, cuando debora mis senos turgentes con hambre, esos que le encantan tanto, pero cuando baja a mi sexo y mete sus dedos en mi carne haciendo a un lado mi braga, cuando roza mi capullo me hace estremecer y lanzar esos gemidos ensordecedores.Hunde sus dedos y saca mis jugos con destreza, muerdo su bíceps del put0 descontrol que me provoca y me hace combustionar en un fuego álgido de deseo. Me mira estupefacto ante mis gestos que lo ponen tan duro, aprieta mi clítoris y yo tiemblo, mete su lengua bífida mientras agarro mis sabanas y aprieto mis labios, disfruta ver como palpito mientras me lame y aprieta con tortura.
Me coloca en cuatro cuando ya me he corrido tres veces sin haberla tenido dentro, solo con sus dedos, con su lengua, yo me vuelvo loca y cuando abre la cremallera de su pantalón, veo esa gruesa y prominente virilidad ante mí, me arranca mis bragas y eso me genera más placer, me abre los glúteos y ensarta su vigor con fuerza, empieza a arremeterme duro sin clemencia, yo jadeo fuerte ante cada orgasmo y él me dice:
—Suéltalos todos, córrete, y grita fuerte, que me vuelves loco.
En medio de un orgasmo grito fuerte —:Te quiero... Te quiero mío.
Eso lo hace subir más en sus embestidas, yo tomo aire, porque un orgasmo fuerte viene a barrerme toda noción, me noquea y me hace salir de descontrol, me toma del cabello y me susurra entre bramidos:
—Me gusta ver como dejas de ser esa dama y te vuelves una fiera malhablada...Mi fiera que brama de lo famélica que esta.
Asiento sin hilvanar una palabra, solo puedo llorar y gemir, ante ese cúmulo de sensaciones que salen en ese momento de mi sexo y de mis labios. —Córrete conmigo papi, anda córrete rico.
Y esa suplica de mí lo hace gritar guturalmente y yo exploto con él al mismo tiempo, entre llantos y gemidos que solo él puede sacar de mí. Quedo desmadejada, él me mira y acaricia, es ese momento íntimo, tan nuestro, que me hace sentirme segura siempre. Y mi corazón repiquetea a mil empezando a calmarse, mientras él me besa lento, diciéndome:
—Me encanta cogerte a media noche con tus pijamas que me vuelven loco, pero hoy verte solo con esa tanguita azul de encaje y esa blusita negra me enloqueció, ver tus muslos, tu piel suave, me transforma.
—A mí me encanta más verte darme órdenes, pero al final complacerme cuando quiero que te corras conmigo. Escucharte y sentir tu masculinidad, eso si me transforma.
Y así termina una de esas madrugadas, donde le damos rienda a la pasión, al desenfreno, a la lujuria de dos mentes maestras, que braman de placer.