CADÁVER EXQUISITO (TERCERA EDICIÓN)
Compartimos este "juego literario" que hemos escrito @*********dTux y yo, alternándonos los párrafos para construir este relato.AMIDO
A mis buenas noches contestó con un:
-Buenas noches, amido.
¿Amido? Lo qué querría decir con esa palabra no dejaba de dar vueltas en mi cabeza.
Aunque sabía que “amidos” significa de mala gana o a la fuerza, sabía tambien que ella nunca lo haría de tal forma.
¿Qué habría querido decir? Debía ser una errata. Pero había encontrado dos palabras que la corregían. Una letra cambiaba totalmente el sentido de todo.
Había de ser así, sí, una errata. Ella siempre escribía cuidadosamente y sin ninguna falta de ortografía pero quizá esa palabra fue fruto de una equivocación. Si, así debió ser. Dejaré de darle vueltas y quizás le pregunte.
Sería lo más lógico pero no me atrevo. Parece tan evidente que lo que quería decir era amigo. Pero igual quería decir la otra palabra. Meter la pata podría poner en riesgo nuestra amistad. No, no la preguntaré.
Al final me decidí a preguntarle, pasé mala noche y no quería quedarme, de nuevo, con la duda. Sabía que ella no iba a tratarme con desdén. Me dijo que solo era una errata. Ella pretendía escribir amigo como siempre hacía. Después de aclararlo, me hizo una invitación a mirarnos a los ojos detrás de un café.
¿Mirarnos a los ojos detrás de un café? No sé todavía si me alegraba más que me perturbaba esa invitación. Cada vez parecía más evidente que "amido" no era una errata si no la puerta a lo tanto tiempo deseado.
Finalmente me decanté por dejarme llevar de la mano de la parte que me alegraba y ganar la batalla a la que me perturbaba. Quedamos a las 4 en el Café Paris. Por fin, el día más deseado llegó.
¿Cuántas veces habíamos quedado en el Café París como amigos? Tantos años de amistad sin atreverme a dar un paso más allá por temor a perderla. Al final ha tenido que ser ella quien lo diera. Al menos eso creo, o quiero creer, porque no sería la primera vez, que tras mirarnos a los ojos detrás de un café, cada cual emprendiera el camino a su solitaria cama.
Pero hoy era un día diferente, cada célula de mi cuerpo lo presentía, así que tomé una ducha, me puse mi mejor perfume y mi mejor camisa. Estaba tan impaciente que llegué a las 15:45, me senté en nuestra mesa de siempre y saqué mi libro de poesía dispuesto a esperarla.
La espera fue larga, como siempre, porque la puntualidad nunca había pasado por ella. Siempre mereció la pena la espera pero hoy apareció con el vestido, los tacones y las pinturas de guerra. No era la primera vez que la veía así pero era por y para otros
Después de saludarnos con un beso en la mejilla y preguntarnos que tal nos había ido el día, llegó el momento de sincerarse y me dijo delicadamente al oído que tenía que decirme algo. Entre excitado, expectante y nervioso la escuchaba cuando me dijo que siempre había sentido algo muy profundo por mí. Entonces todo mi mundo de repente cambió de color y empezó a palpitar mi corazón de una manera que me asustaba y me preocupaba que ella pudiese escucharlo.
Bingo. Detrás de "amido" no estaba amigo. Aunque ahora sólo podía pensar que ella se reía siempre con "porque lo llaman amor cuando
quieren decir sexo" desde que fuimos juntos a ver la película hace casi 30 años. Por otra parte, resonaba en mi mente el maestro Krahe que me repetía: "... y yo allí sin condones como un gilipollas."
Mientras ensimismado estaba en mis pensamientos, observándola, ella me dice:
• ¿Prefieres en tu casa o en la mía? Esta noche hace frío y quiero que me acunes en tus brazos y me hagas llegar al éxtasis.
No pude resistirme más, la cogí de la mano y salimos por la puerta corriendo calle abajo como dos adolescentes besándonos en cada esquina, uniendo nuestras lenguas cual danza tribal
Al final fue en su casa. Estaba más cerca y no era cuestión de demorar más lo que llevaba años de retraso. Al abrir la puerta de su casa, me miró y me dijo, guiñando un ojo a la vez que sacaba una caja de condones de su bolso:
• Buenas noches, amigo amado, amido.
El mismo juego de palabras que llevaba dando vueltas en mi interior desde que leí aquel mensaje.
No puedo describir con palabras todo lo vivido, sentido y degustado aquella noche. Nunca he hecho el amor tan exquisitamente, paladeando cada centímetro de un cuerpo, sin prisa con ansia de saborear sus labios, sus pechos, su abdomen, todo de ella.
Cuando despierte de este sueño prometo seguir relatando esta historia de película de Lauren Bacall y Humphrey Bogart.
Siempre nos quedará Paris.