Cenicienta con botas
ANONIMA recibido en anonimo@joyclubanonimo.esÉrase una vez en un lugar muy muy lejano, más allá de las tartas de chocolate negro que tienen nombre de selva, se fraguaba un bonito evento de felinas subidas en arquetípicos vehículos de locomoción coloridos, plataformas de látex, rascacielos de ante, torres de piel vuelta y de vuelta de todo se encontraban. Y entonces apareció una princesa de piel perlada que iluminaba cualquier sendero, acompañada de unas botas del color de las mejillas de Heidi ( no obscenos, dije mejillas no almejillas) Supo en ese momento que estaba destinada a entrar en los lugares germanos poblados de magia y creatividad, para seguir alegrando las vistas de sitios inhóspitos. Animó a amigos de su tierra, aquella en la que se debate si la tortilla es mejor con o sin cebolla, y ahí se pasaban el tiempo debatiendo mientras ignoraban el vacío que pueden crearles los verdaderos amos del lugar, cobijo de diversión al que acuden a ratos con datos(GB arriba GB a bajo) de lascivia y de pasión.
Dejó nuestra princesa tal estela de LED en un arcoíris infinito, que los bebedores de mezcal atisbaban desde las westland tal haz de luz. Y como los pequeños roedores del flautista llegaron a raudales a aquel espacio de las eastland. Entonces fue cuando se fraguó el milagro de subida como la espuma, la ebullición de nuestra princesa, triunfando en aquellos lares. Merecido reconocimiento que iba in crescendo hasta la mayor caída después de Wall Street (aquí también podemos hacer referencia a los esguinces de la Lady Gaga, diosa por encima de todas las land de nuestro relato)
Fue apartada e ignorada nuestra princesa felina y todos sus fieles seguidores pidieron a las tierras de Nietzsche una justificación del tal acto cruel (tampoco es que pidieran un resumen de Más allá del bien y del Mal) sin obtener respuesta alguna, bueno sí una patada y la expulsión de aquel templo.
No hubo soluciones ni disculpas en mucho tiempo, y entonces creímos saltar al abismo de un cuento cruel como es el de Cenicienta. Madrastras y hermanastras crueles tal vez se apoderaron de las dádivas germanas. Que después se vio que no eran tales, simplemente que con todo esto de las guerras del más allá de las eastland, los germanos se quedaron sin dinero para eventos eróticos festivos (buscando carbón del pleistoceno andan ahora)
Nuestra hermosa amiga que se recobró como el ave fénix de las cenizas, decidió ponerlo en conocimiento del supremo (en plan Sauron en Mordor que a fin de cuentas sin ellos no hay señores ni anillos ni sortija que valga) y su gozo en un pozo, que aparte de dar algo de consuelo aséptico, también con subterfugios amenazó a la doncella advirtiendo de no levantar falsos testimonios ante los que fueron y serán siempre los amos del templo.
Moraleja: Siempre nos quedará París.