CADÁVER EXQUISITO (SEGUNDA EDICIÓN)
Para aquellos que no habéis leído el foro anterior sobre el Cadáver Exquisito aquí os dejo el link y os invito a que leáis el nuevo ejercicio de la mano de una servidora y @******lusLa Mujer y su Sexualidad: CADAVER EXQUISITO
Desayuno completo para dos
Eran las 8 de la mañana, él estaba durmiendo, su cuerpo desnudo tan sólo cubierto por una fina sábana. Él sonido de la persiana y la luz que pasaba a través de las cortinas rosas lo despertó.
Abrió los ojos y, aún entre sueños, la vio a ella, desnuda ante él, mirándolo. La mujer de pelo rizo cobrizo le dijo: ¿Nos despertamos?
Él sonrió con ademán de bostezo y gesto de es a mí. Cerró los ojos y al volver a abrirlos se encontró aquellos rizos a la altura de su abdomen, creando un leve cosquilleo y un vaivén de sus caderas con el que se dejó hacer.
Notaba los labios de la mujer besando su vientre, recorriéndolo con su lengua. La excitación del hombre era más que evidente, su piel erizada, el estremecimiento de su cuerpo. La mano de ella buscó su miembro erecto y empezó a acariciarlo, un suspiro salió de la boca del hombre. Ella lo miró a los ojos con una sonrisa pícara y le dijo: Creo que el día va a empezar bien.
Siempre pensaba la suerte de tener aquella dama a su lado cada mañana, no dejaba de sorprenderle en la alcoba. Le gustaba contemplarla, le generaba más goce la estampa del juego de la mano sujetando su miembro, que el mero hecho del cosquilleo y espasmos que le provocaba.
Él, mientras, jugaba con sus manos en aquellos rizos. Con un gesto suave le agarró la cabeza, subiéndola hacia su cara. La besó en los labios con deseo, un deseo que lo hacía arder, y le dijo: No se me ocurre mejor desayuno que tú.
Ella se puso a horcajadas en su boca, con las manos en el cabecero y él empezó a lamer su vulva metiendo la nariz en aquel coño delicioso del que no quería despegarse, inmerso según cabalgaba ella en su cara cual amazona. Mientras, podía acercar las manos a los pechos en danza y aquellos rosados pezones q afloraban endurecidos. Y ella gemía en crescendo.
La mujer se frotaba en su cara más y más rápido, gimiendo cada vez que notaba un impulso de placer. Él sonreía malévolo entre sus piernas, sabía que se acercaba un orgasmo y lo quería degustar.
Un gemido intenso, casi un grito de placer, salió de la boca de ella. Él notó como los muslos de ella temblaban apretando su cara empapada del néctar que salía de aquel coño.
Y se abrieron las compuertas, manó la fuente con aquel elixir torrencial que llegó a la garganta del amante y al pecho y al cuello. Incluso desbordó las sábanas. Sirvió para hacer el lavado de cara al levantarse. Fluido incoloro, inoloro, aparentemente insípido pero una delicia al paladar.
Ella se frotaba sobre el torso del hombre empapado de fluidos al ritmo de una excitación salvaje. Agarraba los muslos de la amazona apretándolos con fuerza, arqueando su espalda, moviéndose como un potro desbocado.
Ambos rodaron por la cama, acariciándose, besándose...hasta que él se puso sobre la espalda de ella metiendo su polla entre sus nalgas, frotándose cómo antes hacía ella sobre su torso.
Le encantaba sentirse atrapada entre la cama y él, sintiendo el pene bien erecto entrando en su vulva lubricada sin penetrar todavía, jugando al metesaca la puntita. La desesperaba pero quería ser paciente y eso acrecentaba su humedad. Y mientras sentía el escroto golpearse entre sus muslos y cerraba las piernas para atraparlo riéndose al unísono. Él le decía: Mira que eres perversa y lo que me gusta.
Ella elevó sus caderas en una clara invitación para que la penetrase. Él estaba en ese punto en que hacerlo ya no era un deseo, era una necesidad.
Su polla empezó a hacerse camino dentro del coño, muy despacio, disfrutando de aquel calor. Tan despacio que ella protestaba entre suspiros, queriendo tenerla toda dentro.
Cuando la mitad de aquella verga había entrado, él la sacó, ella se estremeció y no pudo evitar decir: ¡¡¡Cabronazo!!!
Volvió a metérsela, esta vez de un solo golpe, agarrándose a sus pechos, apretando con toda su polla dentro.
El gemido desgarrador de ella desembocó embestidas y más embestidas de manera que iba desplazando el cuerpo de ella hasta dar con la frente en la pared, presa pero sin sumisión en momento alguno, la llevó a cerrar sus piernas y su coño palpitante para provocar al fin un alarido en él. Y el llanto sin contención expulsó la lefa en la matriz y se desbordó hacia las sábanas y las nalgas. Y ella agotada pero riendo le dijo a él: Lástima de leche desperdiciada para el desayuno.