Volar la hizo libre

Volar la hizo libre
Amelia Earhart fue una de las grandes luchadoras que nos ha dejado la historia y que sirve de inspiración para mujeres de todo el mundo con un mensaje muy claro: si tienes un sueño, persíguelo sin importar qué dirán los demás.



Amelia Mary Earhart Otis nació en Atchison, Kansas, Estados Unidos, el 24 de julio de 1898 (o en 1897 según consta en otros documentos) y fue una persona clave en la historia de la aviación y exploración. Sus grandes logros le proporcionaron fama mundial. Era una mujer rubia, alta, bella, con ademanes de modelo, cierto aire andrógino y la comparaban con las estrellas más destacadas de Hollywood. En su familia no había ninguna vinculación con los vuelos, pero tenía un sueño desde la primera vez que pisó una pista de aterrizaje y era, —como ella decía— "vagabundear por el aire". Su infancia estuvo marcada por la vida desordenada de un padre alcohólico que, como abogado e hijo de un afamado juez, podía haber solucionado muchos de los problemas familiares que tuvieron que padecer, pero aunque la ayuda de los abuelos era constante, al final su madre buscando un entorno afectivo y seguro para sus hijas, se separó y se fue con ellas a Chicago.
Era extremadamente sociable y despierta, disparaba escopetas de aire comprimido, fabricaba trampas para gallinas, suplicaba a Papá Noel que no se olvidase de sus balones y leía incesantemente. Amelia no era una niña convencional.

"Por desgracia crecí en una época en la que se esperaba que las niñas se comportaran como niñas", se queja amargamente en su libro de memorias "Por el placer de hacerlo".
Pero Amelia no estaba dispuesta a aceptar el papel al que su época la había destinado por el mero hecho de ser mujer. El entrar como voluntaria en un hospital militar de Toronto durante la Primera Guerra Mundial en 1918, el contacto con el mundo de los pilotos, un escenario tan ajeno a las mujeres con su trasiego de grasa y ruido despertaron en ella una nueva pasión. En los años 20 pilotar un avión era relativamente sencillo, bastaba con cinco horas de vuelo previo. No era necesario ni licencia, ni informes médicos, ni burocracia adicional. Lo único imprescindible era ser dueño de tu propio aparato. Nadie en su sano juicio iba a permitir que alguien con tan solo 300 minutos de experiencia en el aire estampase su valioso avión contra un maizal. Así que en 1921 juntó todos sus ahorros y se apuntó a las clases de otra pionera, Netta Snook, la primeva mujer en tener su propio negocio de aviación y se hizo con un aeroplano amarillo de segunda mano al que llamó El Canario. En 1923 conseguía la licencia de la Federación Aeronáutica Internacional. En el mundo solo había 15 mujeres con ese título. Cinco años después, mientras trabajaba en la Denison House, un centro comunitario de Boston, recibió la llamada que le cambiaría la vida: "¿Le gustaría volar sobre el Atlántico?" El capitán H.H. Railey le explicó con voz circunspecta los muchos riesgos y la importancia y el secretismo de la operación. Amelia, que por supuesto accedió, iría acompañada por el piloto Wilmer Stulz y el mecánico Louis Gordon y no viajaría sola tal y como había hecho el legendario Lindbergh en 1927.

La propuesta era tan emocionante como engañosa. La aristócrata estadounidense Amy Guest era la ideóloga y patrocinadora de la hazaña, pero las presiones familiares la hicieron desistir. De fuertes convicciones feministas accedió a no subirse al avión, pero exigió que si ella patrocinaba la travesía tendría que cumplirse un requisito: que en su Fokker trimotor volase una mujer americana y, para ello, encargó al publicista George Putnam que encontrase a la candidata adecuada. Putnam hizo tan bien su trabajo que no solo encontró a la mujer perfecta para el vuelo, Amelia, también a la mujer perfecta para él. Se casaron en 1932.

Ese vuelo fue una pantomima. En la travesía se zampó tres tabletas de leche malteada y dio conversación, y menos mal que llegaron a Burry Port y todas las cámaras se giraron hacia ella. Amelia se había convertido en alguien capaz de hacer olvidar a las estrellas de cine y había captado las reglas del juego. Tras la travesía, al mundo solo le importaba ella, pero se percató de algo más: Gordon y Stulz se llevaron unos cuantos miles de dólares por la gesta y ella no recibió nada. Las mujeres son las becarias de la historia. A partir de ahí, se desató la locura. Amelia se acababa de convertir en una estrella y todas las jóvenes del mundo quisieron volar. Las pistas de aterrizaje se llenaban de adolescentes aventureros y las universidades regularon el acceso en avión a ellas hasta que lo prohibieron tajantemente.
Después de tanta inesperada afición y tantos ahorros empleados en la fiebre de volar, Amelia y su marido consideraron que era el momento de volver a primer plano. Emular la gesta de Lindbergh sería el reto escogido. El 20 de mayo de 1932 su Lockheed Vega despegaba de Terranova y, tras trece horas de vuelo, una sucesión de problemas técnicos y un desvío de la ruta la llevó a aterrizar ante un sorprendido pastor. Amelia se convirtió, no sólo en la primera mujer en cruzar el Atlántico en solitario, también en hacer la mayor distancia sin escalas recorrida. Esta vez la gloria era solo de ella y no sentía que usurpaba un lugar que no le correspondía. Y, después de varios éxitos de vuelo efectuados en soledad, volando sin escalas, tras cruzar un océano en solitario, se preparó junto con su copiloto y navegante Frederick J. Noonan, para circunvolar el globo terráqueo por la línea del ecuador, en un bimotor Locket Electra IOF. Iniciaron el viaje el I de junio de 1937, volando desde Miami (Florida) hasta Suramérica; de allí a África y posteriormente a las Indias Orientales.
Tras haber completado 33.000 kilómetros en treinta días, más de los dos tercios de la travesía, su avión desapareció en medio de un temporal el 2 de julio, en la penúltima etapa del viaje hacia la isla de Howland junto a Australia. El último contacto por radio del Electra que Amelia hizo llegar a un guardacostas fue que se estaban quedando sin combustible. Después... nada. Son muchas teorías e investigaciones que se hicieron ante esta misteriosa desaparición. Algunas, novelescas, pero el misterio sigue ahí y todavía se siguen haciendo todo tipo de estudios para lograr saber qué ocurrió. Todo está por descubrir y encontrar. Earhart dedicó su vida a volar. Más allá de los grandes titulares, de la fervorosa popularidad, de las condecoraciones y de los paseos triunfales por la Quinta Avenida, su objetivo fue llegar, más alto, más lejos. Tenía 39 años de edad.

"No fui valiente, simplemente no tuve miedo de asustarme."


Biografía de Amelia Earhart. Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea.
National Geographic.
*********ntom Hombre
923 Publicación
Es una historia bien conocida y famosa, también gracias al filme Amelia, pero es siempre fascinante como ejemplo por todas las mujeres, así qué como ella puedan vencer todos los absurdos prejuicios masculinos. Pero lo que me hace reír en esta historia, que has tan bien reasumido, son las balónes de Papà Noel (no sé en espanol, pero en italiano la palabra balónes tiene también un significado sexual...🎄😄 )
Cita de *********ntom:
Es una historia bien conocida y famosa, también gracias al filme Amelia, pero es siempre fascinante como ejemplo por todas las mujeres, así qué como ella puedan vencer todos los absurdos prejuicios masculinos. Pero lo que me hace reír en esta historia, que has tan bien reasumido, son las balónes de Papà Noel (no sé en espanol, pero en italiano la palabra balónes tiene también un significado sexual...🎄😄 )

Jajajaaa cada día te pareces más a tú paisano Casanova..., cosa que está genial... *hutab*
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