Observaciones 20211214
Los dioses a los que aquí adoran, aunque no les erijan altares, son la novedad y la moda. Basta que un hombre eche a correr para que los que lo ven corran detrás; no se detendrán hasta que descubran que está loco; pero un descubrimiento así es como meter el mar en un cubo: aquí tenemos locos que lo son desde su nacimiento y todavía los toman por sabios. El tabaco de la Civette es un pequeñísimo ejemplo del barullo de la ciudad. Saliendo cierto día nuestro rey de caza, pasaba por el puente de Neuilly cuando tuvo ganas de beber ratafía; se detuvo en la taberna, y la pidió; por rara casualidad el pobre tabernero tenía una frasca. Después de haber bebido un vaso, al rey se le ocurrió decir a cuantos lo rodeaban que aquel licor era exquisito, y pidió otro. Bastó eso para hacer la fortuna del tabernero: en menos de veinticuatro horas toda la corte y toda la ciudad supieron que la ratafía de Neuilly era el mejor licor de Europa, porque el rey lo había dicho. Las personalidades más notables fueron a medianoche a Neuilly a beber ratafía, y en menos de tres años el tabernero se hizo rico y mandó construir en el mismo lugar una casa sobre la que veréis la inscripción: ex liquidis solidum (del líquido lo sólido) bastante cómica, y que dio a nuestro hombre uno de los señores de la Academia. ¿A qué santo debe agradecer ese hombre la brillante y rápida fortuna que ha conseguido? A la estupidez, a la frivolidad, a las ganas de reír. Giacomo Casanova
Memorias