Neandertales actuales vivos
Dedicado a @*****i77 En el primer capítulo de Feminismo de Simone de Beauvoir se lee:
¿La mujer? Es muy sencillo, dicen los amantes de las fórmulas sencillas: es una matriz, un ovario; es una hembra, y basta esta palabra para definirla. En boca del hombre, el epíteto «hembra» suena como un insulto, y sin embargo, él no se avergüenza de su animalidad, está orgulloso de que se diga de él «Es un macho!» El término «hembra» es peyorativo, no porque arraigue a la mujer en la naturaleza, sino porque la confina dentro de los límites de su sexo; y si este sexo parece al hombre despreciable y enemigo, incluso entre los animales inocentes, es evidentemente a causa de la inquieta hostilidad que en él despierta la mujer, a pesar de lo cual quiere encontrar en la biología una justificación para este sentimiento. La palabra hembra despierta en él un cúmulo de imágenes: un enorme óvulo redondo atrapa al ágil espermatozoide y lo castra; monstruosa y repleta, la reina de las termitas reina sobre los machos esclavizados; la mantis religiosa, la araña, sexualmente satisfechas trituran a su compañero y lo devoran; la perra en celo recorre las calles dejando tras de sí una estela de olores perversos; la mona se exhibe impúdicamente y se escabulle con una coquetería hipócrita; las fieras más soberbias, la tigresa, la leona, la pantera, se tumban servilmente ante la imperial asiduidad del macho. Inerte, impaciente, astuta, estúpida, insensible, lúbrica, feroz, humillada: el hombre proyecta sobre la mujer todas las hembras a la vez. Y el hecho es que es una hembra. Sin embargo, si queremos abandonar los tópicos, se nos plantean inmediatamente dos preguntas: ¿qué representa la hembra en el reino animal? ¿Qué especie singular de hembra se realiza en la mujer?
¿Qué especie singular de hembra es ella para despertar esos bajos instintos en algunos neandertales de Joy?
Perdón por los Neandertales auténticos.