Una cita poco convencional...
(Este texto lo publiqué en relatos eróticos, pero creo que este lugar es más apropiado).Llegué a la habitación, aún tenía tiempo, eran las 19:30; quedaba media hora para nuestra cita, había traído todo lo que me había pedido, y alguna que otra sorpresa… Empiezo a prepararme sin demora, entro al baño, me recojo el pelo en un moño alto, me doy una ducha rápida, salgo, me seco. Abro el grifo y mientras la bañera se llena echo las sales de baño perfumadas (la dejo a menos de la mitad, no llegará al tercio) y me doy un último repaso con la mirada, no quiero fallar en nada.
Cuando salgo del baño ya ha pasado un cuarto de hora, ¡debo darme prisa! Empiezo por el tanga, negro, de encaje; luego las medias de liguero, negras también, al pie de la cama están mis preciosos tacones de 13 cm, los dejo para el último momento. Procedo con el sujetador a juego, la combinación del tanga, también negro. Me cubro con un salto de cama de transparencias, negro también, que con los tacones me llega a los talones. Cojo de la bolsa todos los utensilios que me dio, y los dejo dispuestos sobre la cama, bien ordenados: el flogger, la fusta, las velas de varios colores, las esposas, las cuerdas, los consoladores y las pinzas para los pezones, ¡espero no haber olvidado nada!
Quedan 5 minutos, me suelto el pelo, que cae salvaje por mis hombros y queda a media espalda, me subo a los tacones, agarro el antifaz (que me privará de la grandiosa visión de su llegada pero Él lo ha querido así, y yo acato órdenes) cojo un cojín, lo coloco bajo mis rodillas y le espero, así, en esa posición, erguida.
Los minutos se hacen eternos, no sé si han pasado horas o segundos, pero continúo en mi posición. Empiezo a fantasear sobre lo que pasará esta vez, no veo el momento en que llegue… Y de pronto oigo el mecanismo de la puerta de la habitación (¡por fin está aquí!). Me coloco aún más erguida, si es que eso era posible, mientras oigo cómo se cierra la puerta. Me ignora, oigo cómo comprueba el baño, sale y noto su presencia frente a mí, huelo su esencia, y todo mi ser enloquece de anticipación.
Sin mediar palabra me levanta del suelo, me desposee de mi salto de cama, y también de mi sujetador, me sujeta las manos a la espalda, y me las ata. Vuelve a dejarme caer sobre el cojín, y noto que se aleja. Cuando vuelve noto la caricia de uno de los instrumentos sobre mi piel, tan suave… Parece el flogger y es como si fuera dándome pequeños besos por todo mi cuello y espalda. De repente pasa al frente y continúa acariciando, mientras oigo su magnífica voz… Solo el oírla hace que me moje…
Veo que sabes ser obediente también… Me gusta la disposición de esos objetos, y el baño está perfecto, ¿tienes fiebre?
Me está retando, está intentando hacer que mi lado Brat salga a la luz, pero hoy no, hoy me he prometido aguantar, probar lo que se siente al ser una sumisa que no responde.
No, Señor, me encuentro bien.
Hmm, me alegro, porque vas a necesitar estar en forma para lo de hoy…
Acto seguido siento el flogger golpear contra mi pecho, la sorpresa hace que deje escapar un ligero gemido. ¡Maldición!
¿Ya estamos así? Y ni siquiera hemos empezado, lo que me voy a divertir contigo hoy, niña…
Ha sacado la artillería pesada, sabe que no me gusta que me llame así, pero no cederé, no le daré el gusto, hoy no. Hoy mi desafío vendrá de otra manera. De repente siento el flogger una segunda vez, y luego una tercera… Pierdo la cuenta, el flogger siempre es como un bálsamo, pero he debido dejar entrever mis sensaciones, porque para, se aleja y vuelve. Esta vez creo me acaricia con la fusta, y sin mediar palabra empieza, un pecho, el otro, las manos, la espalda… Cuando creo que no ha dejado ningún rincón (no peligroso) de mi torso sin tocar con la fusta, la pasa sobre mi tanga mientras dice…
Bueno pequeña, es hora de cambiar de posición…
Apoya mi torso sobre el espacio libre que queda en la cama (o ha apartado de un manotazo los juguetes, no lo sé), sobre mis tacones, con las piernas abiertas, decide que ya he llevado el tanga durante demasiado tiempo, me lo quita, y al ver lo empapadas que están ya, me lo pone en la boca.
Toma, pequeña gatita, saborea tu vergüenza, podrás fingir que no lo sientes, pero tu cuerpo no puede hacer lo mismo, y te delata… Estás empapada…
Maldigo mi estrella, ¿por qué no puedo ser menos fogosa? La verdad es que desde que entró por la puerta y olí su esencia ya estaba perdida, necesito su cuerpo a mi alrededor, y que me use cuanto quiera y desee. Y otra vez, sin esperarlos, vienen los fustazos, en ambos cachetes, está empezando a calentar la zona, y de repente, uno en mi coño. Mi gemido sobrepasa mi “mordaza”, ha sido intenso, no lo esperaba. ¡Joder, me ha hecho fallar de nuevo! Casi no puedo resistirme ya, quiero dejarme ir, pero también seguir echando este pulso silencioso, no se lo voy a poner fácil. Continúa con su juego, haciendo de mi culo su lienzo, y de vez en cuando golpeando mi clítoris. No puedo más, me tiene al borde…
¡Ni se te ocurra correrte! Lo tienes prohibido ahora mismo, luego… Ya veremos…
Parece que piense que ya es suficiente, deja la fusta y me coloca sobre sus rodillas. (Dios mío, con sus manos no, no resistiré, es demasiado… El contacto de piel con piel… Por favor… Piedad…). Pero hoy parece no haberla, empieza por el derecho, luego el izquierdo, va alternando caricias con azotes, aumenta el ritmo, lo aminora, ¡me está volviendo loca! El último azote es… colosal, con una sola mano ha abarcado todo, todo mi culo y mi coño. Éste, que ya estaba latiendo fuertemente, me da un latigazo de placer, y gimo, gimo fuerte y alto, aunque tenga mi tanga empapado con mis fluidos en la boca.
Eso ha estado mejor, no era tan difícil, ¿verdad?
Empiezo a perder todo control sobre mi cuerpo, cada milímetro de mi ser anhela el suyo, empiezo a olvidar toda determinación por seguir siendo una dura oponente en el pulso, le quiero a él, le necesito, y jamás en mi vida me habían hecho sentir así. Vuelvo a cambiar de posición, vuelvo a la inicial en la que le recibí, situado detrás de mí agarra mis senos, juega con ellos, con mis pezones, mientras siento su aliento sobre mi nuca, me entrego a su placer, y es entonces cuando empieza a besármela, y ese pequeño espacio de detrás de mi oreja que sabe es mi debilidad, y el contraste de su dulzura en mi cuello con la rudeza con la que trata mis pezones hace que enloquezca. Y de nuevo, para. Se aleja, y me quedo desolada…
¡En pie! Ordena desde lejos. Camina hacia aquí, guíate por el sonido de mi voz. Y así lo hago, doy unos cuantos pasos con cuidado, hasta llegar a él. Entonces me desata las manos, me tumba boca arriba sobre la cama y me ata a ella en cruz. Una vez atada, me quita el antifaz, y quedo deslumbrada por él, dios, lo que echaba de menos poder mirarle a los ojos. No puedo desviar la mirada, me tiene hipnotizada, hasta que siento que algo cae sobre mi cuerpo. Había encendido las velas de colores y empieza a vertir su cera, a distintas alturas, en distintas zonas… Pero siempre mirándome a los ojos, esperando mi reacción. Yo le devuelvo la mirada, una mezcla de éxtasis y desafío. Cuando me hubo llenado, sacó un pequeño látigo, y con tres latigazos toda la cera dejó de estar sobre mi piel. Bien, volvemos a tener el lienzo en blanco. Y se dispone, de nuevo, a derramar la cera caliente blanca sobre mí, esta vez lo hace por todo mi cuerpo, mi pecho, estómago, muslos internos, mi monte de venus… Cuando ha vuelto a llenarme, se dispone a quitármela, pero esta vez se decide por el cuchillo.
Noto su frío acero sobre mi piel como una caricia, él me sonríe y yo también. A medio camino decide parar, dejando mi monte lleno de cera blanca (muy poético todo). Entonces coge mi consolador, lo enciende al máximo de vibración y lo introduce en mi vagina. Cuidadito con que se salga. Después se sienta a horcajadas sobre mi pecho, su paquete a la altura de mi boca, deseo tanto poder acercarme y morder a través de la tela… Pero sigo llevando el tanga en mi boca. Él lo sabe y juega con ello, se desabrocha lentamente el botón del pantalón, luego baja la cremallera en lo que me parece una eternidad… ¡Joder, lleva ropa interior hoy! Lo está haciendo todo a conciencia, me está volviendo loca… Finalmente lo hace salir de entre sus calzoncillos, dios, cómo la deseo en mi boca…
Pero parece tener otros planes, empieza a pasearla, exhibiéndola, restregándola por toda mi cara. ¿La deseas? Vamos, ¡habla! Dice mientras me retira el tanga de la boca. Sí, Señor, la deseo, por favor, déjeme lamerla, por favor…
Está bien, demuéstrame cuántas ganas tenías de tenerla en la boca… Y acto seguido me la introduce. Y recuerda, no puedes distraerte con el consolador ni dejar que salga. Pero yo ya no escucho, mi mundo se ha reducido a saborear su polla, a chupar, lamer, comérmela entera… Diosss cómo ansiaba este momento… Durante no sé cuánto tiempo me folla la boca, hasta que se corre en ella y yo me trago toda la leche, contenta, como si no me hubiera alimentado en días.
Pero no me da descanso, se pone en pie frente al consolador y empieza a follarme con él, mientras estimula mi clítoris, me lleva al borde del orgasmo ¿4? ¿5? no sé cuántas veces, estoy al límite de mis fuerzas, ha ganado, como siempre. Me oigo decir:
Por favor… Señor… Por favor… ¿Puedo… correrme?
Sonríe victorioso, su erección ha vuelto, y sin pensarlo saca el consolador y me embiste, una, dos, tres veces, luego para. No te oído decirlo bien, ¿podrías repetirlo?
P… Por… favor… Señor… Ne… Necesito… Cor… Correrme… Por… Favor… Permita… Permítame correrme… (Mi respiración es tal que apenas puedo articular palabra, y dicha la última palabra empieza a embestirme de nuevo, esta vez aún más fuerte, más duro, más rápido, y empiezo a gemir muy, muy alto).
Ahí está mi pequeña escandalosa, la echaba de menos, sigue gimiendo así… Puedes correrte, córrete PARA MÍ…
En cuanto pronuncia esas últimas palabras mi orgasmo estalla dentro de mí, tan fuerte, tan arrollador… Mi cuerpo permanece temblando, mi Señor me desata lentamente, como si fuera de porcelana. Termina de desvestirse y me toma en brazos, y así, me porta hasta el baño, donde está la bañera. Me había olvidado de ella. Él termina de llenarla, el agua tibia, perfecta. Me introduce en ella y se introduce conmigo, me sostiene entre sus brazos y yo me dejo ir.
Y así, sintiéndome protegida, caigo en un profundo letargo.
(Myri.)