Ensoñación sangrante
Hay un chisporroteo de sensaciones en mi sangre que es pura adrenalina,
ensoñación sangrante que por adicción
al coqueteo de mi abrazo en tu cintura
se desvincula del resto para encallar
en los sabores de tu cuerpo.
Con uno solo de tus gestos me
enarbolas corazón y pensamiento.
Allí me encuentro, despuntando entre
las secuelas de mis noches hasta que
me atropelle el sol de un nuevo día.
Interponiendo alegaciones y demandas
que convaliden el arrebato carnal que
propicia la secuencia imprevisible
de los besos. Derramando lamparones
en la ambición virginal del estreno de
un cuaderno, antes de invitarle a pasear
por la insolvencia que te mata cuando
mi boca se solapa en tu clavícula,
dejándose arrastrar hasta rodar por las
laderas de tu espalda.
Encaro tu mirar y hago como que no
pasa nada, así me arrebato y me
compenso en mitad de la sangría
de estos tiempos de guerra fría.
Verbalizando los colores que no tengo,
intentando solventar los trasquilones
que me dieron, esquivando la apología
circular de la incertidumbre subido en
la cúspide del vértigo.
Esta noche al otro lado de mi ventana
llueve y a su vez los fondos de garantía
de los zócalos de luna se clausuran.
En la barriada de mi vida surca
el otoño con boligrafo y papel los
caños de mi melancolía, a la vera
de la hoguera del reproche octubre
languidece, y yo junto a él, obstinado
en los entuertos de los versos que
encuentren la melodía que amortajen
los acordes del cantar de esta patria
mía.
Simón de Azzaria.