Equilibrista de emociones
Pienso y siento mucho. Vivo la alegría y la tristeza con mucha intensidad.Con los años he aprendido a equilibrar y a maquillar las explosiones que muchas veces siento. Siendo capaz de convertirme en ejemplo de calma y paz. Eso que tanto me gusta dar y recibir.
Me considero buen equilibrista de emociones. Al final es como todo, cuestión de práctica. Y también de mi lógica, que me recuerda con frecuencia que no es buena idea vivir en los extremos, pudiendo disfrutar de las ventajas que me ofrece hacerlo en el centro.
Aún así, no os negaré que, a veces, sigo explosionando en mis adentros. Pero miro que no traspasen demasiados pedacitos al mundo exterior. Intento disfrutar de mi privacidad en silencio, y prefiero que no se me escape demasiada alegría o tristeza por los ojos. He aprendido que es lo mejor...
No me escondo de que mi esencia haga eco en aquellos que quiero cerca. Sobre todo en aquellos que sé que sienten y perciben las cosas muy como yo... Será por algo que nos atraemos, nos entendemos y disfrutamos juntos nuestra bendita locura.
No confundáis intensidad con impulsividad. No es lo mismo. Ni sensibilidad con debilidad o fragilidad.
Yo siempre me he considerado reflexivo y sensible. No por ello débil. Y considero que la sensibilidad es una cualidad preciosa y mágica que, además, valoro mucho en las personas.
La fortaleza interior la he adquirido con los años. Y no es para nada incompatible con lo anterior... pero tampoco la cambio por nada del mundo.