Agosto
Agosto llega en volandas, formando parte de la complicidad de tu estuche
de pinturas al agua, y una vez más
dejando el teléfono descolgado para
que cuando la operadora llame
reclamando los impagos del
pasado comunique.
Agosto se deja querer como
una adolescente, entre el vuelo
necesario de tu falda y el diluvio
de motivos que me hacen madrugar
en todas las esquinas que se
escriben con tu nombre.
Agosto se viste de blanco para
mirarse en los espejos de tu cuarto
y traerme noticias de la catarsis que
sería trasnochar entre tus sábanas,
todo un reto para un suicida con
tendencia a estrellarse en tus lunares.
Agosto viaja descalzo como los
buenos recuerdos que te salpican
los ojos, como tu tacto desabrochando
mi pelo, como todas las caricias
atrasadas que callan a gritos tu silencio.
Agosto se perfuma con los restos
que dejaron los luceros en tu piel,
se desploma cuando te desnudas
con ternura, se dignifica y le improvisa
una salida al decoro de la mano de
tu traste de seis cuerdas.
Agosto es un aguacero de rayos de sol
que iluminan la terminal de llegadas de
un aeropuerto entre tus piernas, la
escalada sin arnés hasta la cima de
tus pechos, el hombre que vendió al
mundo en los acordes de Nirvana.
Agosto es revuelta y batucada que
dibuja tu nombre en las tapias de
mi cautela, es la razón con
mayúsculas que me da lo necesario
para estibar las palabras y hacer
con ellas baluartes donde poner
a tu nombre la poesía.
Agosto es una instantánea en un
mirador a pie de mar, donde un viento
alisio elaboró un recuerdo al juntar
nuestras sonrisas.
Simón de Azzaria