La primera cita
Miro el reloj, llego tarde para variar, pero respiro aliviado al bajar del coche y leer tu mensaje:-Me retraso un poco, lo siento... se me ha hecho tarde maquillándome. Me esperarás, ¿verdad? 😘
Tu comentario dibuja la enésima sonrisa tonta en mi mente, y es que hace días ya perdí la cuenta de las semanas que llevamos conectados por una pantalla; no es para menos, en ciertos momentos hemos llegado a creer que nos conocíamos de toda la vida, pero hoy es diferente. Mi corazón late con fuerza y se desnuda indefenso ante el volcán de sentimientos que provoca saber que hoy por fin podré tocarte.
Ambos deseábamos que llegase este atardecer, esta hora, este momento (nuestro momento), pero es inevitable que nuestros anhelos se mezclen con resquicios de nervios y de dudas...
Mientras espero de pie con la mirada perdida entre la gente y los rayos de sol dibujan las últimas sombras de la tarde, comienzo a vislumbrar tu silueta entre este mar de multitudes.
Nuestros ojos conectan, sonríes, sonrío... eres tan hermosa; caminas lentamente hacia mí y el reloj va más despacio que nunca.
De repente, sin ni si quiera cruzar una palabra me abrazas, y puedo sentir cada centímetro de tu cuerpo tal y como muchas noches lo había dibujado. Nuestras pieles se funden en una sola, deteniendo el reloj de arena de nuestras almas. Me encantas, susurro en tu oído mientras tu abrazo sincero se hace aún más fuerte y me dices:
-No sabes cuántas noches he deseado que llegara este momento...
Y es entonces cuando los cuerpos se separan para dar paso a nuestras bocas, a esos labios que empiezan a rozarse como si volvieran a la senda de un viaje ya aprendido. Empiezo a morder tus labios y tú jugueteas con tu lengua, dibujando el reflejo de la pasión de dos personas que aunque anhelaban conocerse ya se soñaban...
