Palabras de aliento
Da igual donde quiera que estés, donde quiera que vayas o con quien quiera que estés. El sabor de las palabras que destilan tus labios se siente tan profundo que cala y deja rastro, como las huellas de tus pisadas sobre la arena. Esa a la que besa el mar con sus olas, que impregna tu rostro del sabor a sal, y que te recordará a mí cuando me llegues a probar. Debo decirte que en alguna ocasión he sentido miedo del frío, ese que enjaula y congela a quien de él no se refugia a tiempo. Del que entra marchitando corazones cuando el cuerpo menos lo espera. Al que se le teme porque quiebra el espíritu cuando te encuentra a solas, y que ataca incompasivo pensando que puede romper los baluartes que, en su ignorancia, frágiles considera.
Sin embargo...
Las palabras de aliento que crecen fuertes, esparcidas por el viento, penetran por la piel de quien las recibe para hacerle saber que no se le teme a nada cuando se está acompañada. Que de una forma u otra, a la jauría se la escucha de lejos cuando se la deja en libertad. Y que ni el frío, ni el miedo ni la ira las puede frenar.
Quizá el frío debiera tenerle respeto a los aullidos que se escuchan en la madrugá. Puede que así se lo piense dos veces, por si se le ocurre volver a asomar.
Nunca estaremos solas