A tiempo
No lo has visto, pero sabes que he estado con él. Me relamo, y el sabor de su presencia me evoca los recuerdos que aún no he vivido contigo. Gota a gota, horadas mi paciencia alimentando al fuego que crece en mis adentros. Y con poca, muy poca vergüenza, tus imágenes me sugieren lo que podría pasar si mezclo tu esencia con mis tormentas. De sólo imaginarlo, el resto de mis pensamientos se bloquean en el desconocido lugar donde a solas te devoro con las ganas que me despiertas de madrugada, paseando mi lengua sobre los labios que me arden en llamas de fantasear lo que, enredado en mi cuerpo y mente, serías capaz de hacer.
Llevamos demasiadas noches tentando a la paciencia a deshoras. Pero quisiera que comprendas que, el día que los dos lleguemos a tiempo, me van a faltar horas para darme el gusto de saber lo que se siente al transformar tus sueños en carne, en piel y hechos, en saliva y miel, en esta tortura que me recorre la piel y que consigue crisparme los versos.
Llegaremos a tiempo para acometer el propósito que mi boca tiene contigo.
Y el de tu lascivia conmigo.