ASUMIR LA FALTA
08.06.2018Asumir la falta.
Ayer la ciudad no dejó de llover
tu nombre y no sé muy bien como
explicarle las razones que nos
trajeron hasta aquí.
El sol de mis ojos encalló en los
bancales de una tristeza infinita.
Un temporal inesperado arrecia,
como una manada de hienas
hambrientas masticando el sabor
de mis heridas. No dejo de repetirte
y busco ayuda en los brazos del
silencio pero solo me queda ruido
en estas horas vacías en las que
tuve que dimitir de tu aliento.
Un manantial salino desaguando
en las acequias de la resignación.
Era necesario este dolor que
me abre en canal y hoy acataré
su sentencia.
Volveré a contar los pasos que
caminamos juntos desnudando
la poesía. Me recostaré inquieto,
con la mirada perdida en la noche
buscando la fugacidad de tu estrella.
Recuerdo que me alzaba y me cosía
cuando la soledad me pagaba con
inviernos cabalgando por las venas.
Tuviste la valentia de ponerte guapa
y alzar el vuelo hasta deponer el
desastre que llegaba conmigo.
Contigo aprendí a apartarme de los
días grises pero no a evitar devorarme
a mi mismo, entendí que el amor es
una bala en dos direcciones que te
condiciona el raciocinio poniendo
un rumor ilusionante a trabajar en
los adentros.
Acepté desde el principio que tu
fragilidad buscara cobijo entre mis
manos, quise acogerla, dejar que
anidaran sus brotes de luz por los
armarios de mis desmanes y quizás,
con el tiempo, llegar a ser un lugar
donde volver si hubiera que escapar
de los arrebatos de la ira.
Poco a poco me contamináste
de infinitos, y ya no quedó un lugar
en el que no encontrara tu pulso,
ni un instante en el que no se respire
tu espíritu, ni una avenida en la que
no me despeine tu brisa. Porque un
día fuiste canción en mi pecho y
los ecos que dejaste se quedaron
impregnados y latentes sin saber
hasta cuando. Seguirás copando
mis vacios con esa felicidad tan
limpia que recompondrá mi alma
cuando piense en ti.
Un día lograste que me perdiera
entre tus brazos y ese fue el comienzo
para traer de vuelta la confianza que
quedó oxidada en mi pasado.
Quebraste el tedio que arrastraban
mis cadenas y ahora solo necesito
orientar tus recuerdos hacia el mar
para recordar como indultabas la
penitencia de mis puntos subversivos.
Por eso mi amor, después de
comernos la manzana prohibida sin
mesura, después de cazar a lazo
mariposa en tu espalda, después
de viajar entre la luna y el sol en la
esquela marchita de un poema,
después de todo eso, te pido que
seas feliz por los dos.
Que si tu sonrisa está al alza siempre
habrá un motivo cuando llegue la caída.
Que la eternidad nos pilló bailando
y guardó ese instante en su cartera.
Que estaré bien y que las aves de
paso traerán postales de melancolía
para no olvidarme de tus ojos.
Por eso partiré desnudo,
de la mis forma que llegué,
impar e incompleto como antes,
cautivo de tu recuerdo para siempre.
Algo ineludible para salvarte la vida,
no hay nada que te lacere el costado
como una triste despedida.
Me siguen doliendo tus noches,
me secan la boca tus lagrimas
y un desierto frondoso se postula
sin pauta en las bisagras del
presente. Hace tiempo comprendí
que el verbo amar también
compromete el dejar marchar, aliviar
la carga, liberar la calma, exhalar el
miedo, asumir la falta.
-Te llegué a amar-me dijiste
dando media vuelta sin más.
Y antes de irte, me llevaste de
nuevo hasta la orilla del mar
Simón de Azzaria